Rin contra Seina (parte 2)

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ADVERTENCIA: Esta parte contiene ligeros momentos +18








A pesar de que fue demasiado difícil, los dos intentaron ser lo más silenciosos posible. Normalmente, sus encuentros a escondidas eran en una habitación especifica, una especial.... Era una habitación hechizada para que ningún ruido saliera de ella. Pero... ya no podían volver a ese lugar. Y probablemente no lo volverían a hacer...

Seina ahogó un quejido al sentir como el miembro del yokai híbrido salía de su interior. Ambos respiraban con dificultad, sus ojos se cruzaron y se mantuvieron quietos sin querer despegar la mirada del otro. A pesar de los problemas habían anhelado estar juntos de nuevo. Jun acarició la pálida mejilla de Seina. Era doloroso verse, saber que esa gran pasión, deseo y amor que sentían por el otro simplemente nunca será aceptada. Bajo ninguna circunstancia jamás lo será.

Pero eran consientes de su situación.

Cuando decidieron estar juntos sabían muy bien el peligro que significaba para ambos. Pero aún así cedieron a sus sentimientos que no podían seguir siendo retenidos.

¿Por qué tenía que ser así?

Porque así lo decidía el clan y ellos pertenecían a el. Seina sabía que no podía escapar de la profecía, que no podía darle la espalda a los dioses que le dieron una razón de existir. Jun sabía que Seina era la prometida del hijo del Señor al que servía. Del tutor que salvó su vida.

Solo les quedaba obedecer.

Lo peor que pudieron haber hecho fue enamorarse del otro. Tal vez si Sesshomaru no se hubiera ido aquella vez entonces nunca hubiera sucedido. Nunca hubieran trabajado juntos. Jun nunca se hubiera enamorado de ella y ella nunca se hubiera fijado en él.

Pero ahora los dos se abrazaban negándose a soltar el cuerpo desnudo del otro. Seina se recostaba en el pecho de Jun deseando que todo vuelva a la normalidad pronto. Que Rin desapareciera de su vida, casarse con Sesshomaru, tener el título que toda su vida esperó, dar a luz a esa maldita cría y por fin poder vivir tranquilamente con Jun siempre cerca de ella.

Jun solo quería tenerla siempre.

Pasaron unos cuantos minutos. La demonesa volvía a ordenar sus ropas. El inuyokai híbrido seguía sentado con el torso desnudo mientras veía el frasco con el brebaje morado entre sus garras. Lo veía con cierta molestia y pesar. Hace mucho tiempo... para poder estar juntos tuvieron que crear ese brebaje. Pero... no podía sentir el aroma de Seina y eso... al menos en esa vez que podía ser la última para los dos... le hubiera gustado embriagarse en su esencia. Nunca pudo hacerlo antes... y tampoco lo haría. Entendía que sus aromas no debían cruzarse. De ser así ambos acabarían de la peor manera.

Aún así, que Seina llevara el brebaje en esos momentos cuando estaban separados y que lo haya utilizado antes de verse... Lo ponía nervioso. Un sentimiento bastante negativo crecía en él.

- ¿Por qué lo estabas usando? - preguntó con cierto enojo y autoridad. - ¿Por qué llevabas el brebaje contigo? - cuestionaba.

Seina le daba la espalda mientras terminaba de ponerse su hermoso kimono lila con detalles y bordados amarillos. A la demonesa le molestó el tono que Jun utilizó con ella, como si le estuviera reprochando ¿Por qué? ¿Celos? ¿Acaso pensaba que usaría ese brebaje para estar con alguien más que no sea él? No podía pensar así, sería un completo idiota.

- ¿Se te olvidó que estoy siendo vigilada día y noche, Jun? - respondió serenamente mirándolo de reojo. - Uso el brebaje para que los consejeros no se acostumbren a mi aroma. Además, así no quedan rastros de mi presencia ni la de Keiji en los pasillos. Ningún rastro de los dos. - explicó con molestia. Jun desvió un poco la mirada. Por poco dejó que suposiciones estúpidas lo dominaran.

Un año de primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora