CAMBIAR DE IDEA EN PANDEMIA
Nuevo Derecho Humano: Derecho A Cambiar De Opinión
Humberto Maturana
A raíz de la muerte del gran biólogo Humberto Maturana estuve leyendo varios artículos de prensa y columnas dónde hacían referencia a su legado. Son variados los campos en los cuales sus conocimientos y sus ideas inundaron, pero es en los aspectos conversacionales y del lenguaje donde probablemente más le pude seguir la pista. En una entrevista él se refiere en estos términos respecto a la cita con la cual abrí esta columna: "En fin, para moverme en un espacio de respeto al otro necesito no ser dueño de la verdad, y para no ser dueño de la verdad necesito poder cambiar de perspectiva, es decir, necesito poder cambiar de opinión.". Carlos Peña, por otra parte señala en una columna dedicada a él lo siguiente: "La vida biológica era así para Humberto Maturana, una experiencia ante todo ética, un desafío de encontrarnos con el otro y esforzarnos porque nuestros mundos siquiera parcialmente coincidieran." Pensando en todo aquello me acorde de un evento social que tuve tiempo atrás.
Fui invitado a un almuerzo, al aire libre. Toda gente con estudios superiores. Profesionales exitosos y de un cierto nivel cultural, con varios timbres en los pasaportes a juzgar por los lugares y países de los cuales hablaban. A medida que la velada trascurría y la cantidad de vino consumida aumentaba en proporción directa al paso de las horas, los filtros sociales y políticamente correctos empezaron a debilitarse dando paso a cierto nivel de comentarios, deslizados casi al pasar, pero todos ellos categóricos, y dichos desde la vereda de la verdad y la iluminación, y que he escuchado innumerables veces pero, que cada día encuentro más insufribles, viniendo especialmente de personas cultas y con una parada aparentemente liberal, pero que inevitablemente muestran la hilacha cuando se ven tentados de hablar de temas valóricos, donde el discurso conservador, conservador en el sentido de ser favorable a la continuidad de las estructuras vigentes, aflora. En definitiva gente con convicciones muy macizas, con ideas muy claras referente a esto o aquello, y de las cuales es imposible sacarlas de ellas, aunque sólo sea para mirarlas de lejos y pegarles una revisada e incluso poder reírse, – pienso que nada es tan serio - pues apelan al viejísimo y aparentemente sólido alegato de la consecuencia o del, yo siempre he pensado lo mismo, lo que revela más pereza intelectual que otra cosa.
Dentro del abanico de gemas que pude rescatar aquel día, estaban comentarios valóricos del tipo: " los gays no tienen derecho a adoptar "; sumado a algunas frases xenófobas: "todos los argentinos son unos farsantes "; racistas: "...y los mapuches unos flojos"; e ideológicas por cierto: "yo nunca votaría por Lavín "; y algunas ideas dogmáticas musicales cómo: " yo sólo escucho rock ",(y la otra música, por supuesto es basura) Eso lo agrego yo cómo subtexto.
Es cierto que muchas veces yo mismo caigo en generalizaciones de ese tipo. No lo voy a negar, pero creo que, en la distancia y el humor con las cuales uno dice, o hace esos comentarios está la clave. Porque sí vemos que son emitidos con seriedad, incluso con solemnidad, cómo quien está leyendo los salmos un domingo en la misa, automáticamente me hace tomar distancia y me da un poquito de nauseas. Mi opinión es que, primero, no siempre hay que estar tan de acuerdo con lo que uno piensa. Arrancar de repente de las profundas convicciones propias y someterlas a una revisión técnica no está de más y no me parece mala idea. Y segundo, la palabra consecuencia me parece sobrevalorada. Eso de que hay que pensar siempre de la misma manera toda la vida para así ser consecuente. ¿Perdón?, ¿De qué estamos hablando?, ¿Es que estamos en un regimiento? O sea, me parece bien tener principios y convicciones, pero de repente ponerlos en tela de juicio no me parece del todo mal. En lo único que no acepto cambios bajo ningún punto de vista es con respecto a tu equipo de fútbol favorito. En todo lo demás, puede ser. ¿Muy relativista? Mmm. Tal vez...Pero creo que, cómo seres humanos tenemos todas las posibilidades y en la medida que vamos viendo más, que vamos aprendiendo más, que nos vamos desencantando con esto y encantándonos de aquello, tenemos el legítimo derecho – estoy tentado de escribir el deber – de modificar y si es necesario cambiar nuestro antiguas convicciones. Traicionarse a uno mismo después de todo no esta tan mal. Y por si alguien no se enteró, el mundo y las ideas están cambiando a pasos acelerados. ¿Quién podría haber aventurado que íbamos a estar confinados hace 2 años atrás? O que ya no se puede andar apaleando animales impunemente, o emitiendo comentarios racistas. No digo que no se haga, pero estoy convencido que cada vez más esos comportamientos van a tener una sanción social, e incluso judicial, y ya la están teniendo.
Mientras tanto, creo que mejor me dedicaré a conversar más y mejor con mi hijo, a cultivar mi tolerancia, a sonreír más, y a ver más atardeceres cómo dicen que decía Borges y a volver a releer a Maturana que sin duda fue todo un crack.
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RELATOS DE CUARENTENA
Non-FictionColumna de opinión sobre diversos tópicos, libros, política, cine, tv, personajes, memoria etc