ANTES DEL AMANECER, DEL ATARDECER, Y DEL ANOCHECER, EN PANDEMIA

33 0 0
                                    


      ANTES DEL AMANECER, DEL ATARDECER, Y DEL ANOCHECER, EN PANDEMIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

      ANTES DEL AMANECER, DEL ATARDECER, Y DEL ANOCHECER, EN PANDEMIA

"¿Acaso no todo lo que hacemos en la vida es una forma de ser amados un poco más?" -Celine

Como si no fuera mucho con la llegada de la variable Delta a Chile y la prolongación del estado de catástrofe por otros 3 meses más , o sea sigue el toque de queda, me entero esta semana que no habrá cuarta entrega de la trilogía fílmica protagonizada por Julie Delpy y Ethan Hawke.

Me quiero puro matar.

En la primavera europea del año 96 llegué a la capital de Austria, Viena por un par de días. Nunca he sido particularmente devoto de los valses de Strauss, ni un admirador de María Teresa, ni de la dinastía de los Habsburgo y su opulenta vida en el palacio del Schönbrunn. Ni tampoco me interesaba mucho hacer una visita a la casa museo de Freud. Lo que principalmente me motivaba era poder recorrer las locaciones que, meses antes me había mostrado una pequeña película perdida en la cartelera local, llamada Antes del Amanecer (1995). En ella, un chico norteamericano, aspirante a escritor llamado Jesse (Ethan Hawke) conoce, en uno de esos maravillosos trenes que recorren puntualmente toda Europa, a Celine (Julie Delpy) una chica francesa y a instancias de él, que se tiene que bajar ahí, descienden juntos en la capital austriaca antes de que él coja el primer avión de la mañana que lo llevará de vuelta a Estados Unidos.

Esa noche y hasta el amanecer, ambos recorren Viena, caminan distraídamente por sus calles, escuchan poemas a la orilla del Danubio, se suben a una rueda de Chicago, y terminan haciendo el amor en un parque, al amparo de las estrellas y de sus corazones que palpitan con la intensidad que sólo –aparentemente– existe durante la juventud. Después regresan a la estación de trenes -ella vuelve a Francia- se despiden, no hay intercambio de correos-no existe aún internet- ni de teléfonos– no hay celulares- Tan solo hay una promesa, que es la de encontrarse en un año más en esa misma estación. La película termina sin que nosotros, simples espectadores, sepamos si lo hacen o no.

Lo bello de todo esto, porque esta es una crónica de amor esperanzadora, es que en una genial idea de su director (Richard Linklater) nueve años después (Antes del atardecer, 2005), reúne nuevamente a los mismos actores de esta historia fascinante, sólo que esta vez el encuentro es en París, dónde Celine asiste al lanzamiento de un libro de Jesse, que ahora está casado y vive en USA. En una tarde mágica para ambos, recorren algunas calles de París rememorando su encuentro de hace años. Ya no son los jóvenes tan felices y románticos de la primera película que uno recordaba, pero aún mantienen una cuota de esperanza e ideales, aunque también están algo escépticos con su futuro, pero el hecho de volver a verse pareciera que les hace creer en una nueva posibilidad afectiva para sus vidas. La película termina con él, con una sonrisa de oreja a oreja, a punto de perder el avión de regreso a USA, mientras escucha a Celine cantarle una canción.

Pero cómo además de cine esto se fue convirtiendo en una historia generacional, el año 2013 se estrenó la tercera parte de esta magnífica trilogía (Antes del anochecer) dónde, después de casi dos décadas de haberse conocido, nuevamente tenemos a nuestros protagonistas, ya instalados en los cuarenta, para contarnos que ha pasado en todo este tiempo con ellos.

Verlos de nuevo es como el reencuentro con dos viejos amigos, a los cuales les conocemos desde sus inicios. Ambientada ahora en Grecia, que sirve como magnifico telón de fondo, la película aborda en diálogos aparentemente banales, sorprendentes reflexiones sobre la pareja, la cotidianidad, el rol de los hijos, el matrimonio, la madurez y el paso del tiempo. Ellos se mantienen bien, siguen buenos para conversar, conservan el humor, y aún guardan una energía juvenil para sus planes. Pero por sobre todo, en algún lugar de ellos –estoy seguro- , siguen creyendo en eso llamado amor.

Finalmente, no está de más contarles que en aquel viaje iniciático a Europa y particularmente a Viena no encontré a mi propia Celine. A pesar de haber recorrido exactamente cada uno de los lugares que ellos transitaron la primera vez. Sin duda que fue una simpática experiencia, pero nada de romántica. Bueno, ¿qué se le va hacer? El cine y particularmente algunas películas producen eso, una cierta identificación particular con algunos personajes, porque básicamente desearías que esas cosas que pasan en las películas, alguna vez te sucedieran a ti. 

RELATOS DE CUARENTENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora