CANCELACIÓN Y PANDEMIA

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                                                         CANCELACIÓN Y PANDEMIA

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                                                         CANCELACIÓN Y PANDEMIA

Mientras los ecos de la derrota de Trump – porque eso fue, una derrota, más que el triunfo de Biden- aún resuenan me gustaría hablar de un tema espinudo. Un tema del cual Trump era un campeón y que es justo uno de sus rasgos de carácter que ciertamente puede ser (me) el más atractivo. Su incorreción política.

He estado escuchando a Michael Jackson, nunca fue un artista de mi devoción, pero reconocía su talento y ahora lo he revalorizado más, volviendo a escuchar ese catálogo de canciones imprescindibles que tiene (hay emisoras que se niegan a incluirlo en su parrilla musical).

También vi Búsqueda Frenética por enésima vez. Qué película, qué tensión dramática y qué director es Polanski. Sus películas siempre me han cautivado, aunque algunas tienen un ritmo irregular, siempre encuentras mirada y suspenso.

Timothée Chalamet, gran joven actor, fue el protagonista de la última película de Woody Allen que vi y que además me agradó mucho: "Día de lluvia en New York". Se comenta que donó todo su salario (no mucho, hay que decirlo, para los estándares de la industria, pues las películas de Allen son siempre bastante austeras) a ONGs contra el abuso sexual y declaró además que no quería ningún beneficio por haber trabajado con él.

Después de la muerte de George Floyd, HBO propietaria de la película Lo que el viento se llevó la sacó de su programación hasta nuevo aviso. Yo nunca la vi ni tampoco tengo interés en hacerlo, pero si me llamó mucho la atención la noticia.

Lolita y Nabokov. Caravaggio. Gauguin. Mark Twain. El vocalista de Ases Falsos. Neruda. La lista es larga y podría ser interminable.

¿Qué tienen en común todas estas historias?

Lo que hay en común es el cruce que se hace entre la obra del artista y su vida privada. Un cruce que no hace ningún distingo entre lo que son las conductas personales del artista y lo que él creó. Actualmente se las mete, con un afán moralista, redentor y justiciero en el mismo saco. Se trata en otras palabras de sancionar por medio de la crítica, el boicot, la funa o derechamente la censura al artista, o a su obra por estar en contra de los valores alcanzados, en buena hora, por nuestra sociedad contemporánea. A eso se llama, cancelación. Simplemente intentas eliminar al mensaje, al mensajero, o a ambos porque no se condice con los valores actuales.

¿Ensombrecen las faltas, pecados o delitos la obra de un artista? Obviamente que no suman. Es verdad. Pero de ahí a juzgar esas obras en base a las conductas de sus autores me parece un despropósito mayor. Billie Jean es una obra maestra, más allá de que su autor haya sido un consumado pederasta. El Escritor Fantasma es un gran película porque emociona y cautiva, lo que le pido a una película, más allá de que su director tenga cuentas pendientes y haya sido sentenciado por la justicia en USA. Los versos: "yo la quise, y a veces ella también me quiso" están entre los más inspirados de la poesía romántica mundial y no estoy pensando si el autor tuvo un comportamiento ético intachable mientras los escribía, no obstante haya confesado en sus memorias un abuso sexual cuando era cónsul en Rangún. Son excelentes por que apelan a emociones que solo la poesía puede originar.

Lo mismo me sucede con Woody Allen. O con Nabokov. Valoro en la obra su calidad estética. No la conducta del autor. Ni su temática.

¿O es que para ser artista hay que ser virtuoso además? Lo que me lleva a otra pregunta. ¿Cuál es la función del arte? ¿Transmitir valores intachables? ¿Ser edificante? O es mostrar simplemente de una forma totalmente novedosa y excepcional lo que antes por nuestras limitaciones humanas no veíamos o alcanzábamos a comprender.

Todo este alegato se ha ido instalando de manera lenta y sostenida en nuestros tiempos de pandemia. Es el discurso de la corrección política, que se suma a la manoseada cultura de la victimización o del victimismo en la cual vivimos (todos o todas somos víctimas de algo) y que da muchas utilidades. Con el amparo de un sector supuestamente progresista y de sensibilidad más de izquierda, sumado a la bandera del feminismo, del antirracismo y de cuanto ismo se aparezca, lo que emerge finalmente detrás camuflado son simplemente actos de censura y el querer atentar contra la libertad de expresión, todo comandado – ¡cómo no! - por las redes sociales que actúan cómo las nuevas inquisidoras y que se propaga por la cultura y las artes, pero también en nuestra conversación cotidiana de lo que está supuestamente permitido decir o no decir, dando lugar a posiciones radicales que no le hacen ningún aporte al lenguaje que supuestamente pretenden mejorar, a las mujeres que pretenden proteger, o a los temas raciales o de minorías que quieren cuidar, pues entendiendo que exista un merecido ajuste de cuentas con el pasado y que se necesita mayor inclusión e igualdad, finalmente al pedir un trato especial, o deferente y no igualitario se baja el estándar y se avala la intolerancia y la coerción.

Significa todo esto excusar la falta, el pecado o el delito del artista en cuestión. ¡Claro que no! Pero corren ambas condiciones a mi modo ver por carriles separados. La obra y el autor. Yo no le pido a Neruda que haya tenido una vida ejemplar y ciertamente parece que no la tuvo, le pido sí que cuando lea sus poemas me inquieten y me capturen. Y la mayoría de las veces vaya que sí lo hacen. 

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