RELIGIÓN Y PANDEMIA

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RELIGIÓN Y PANDEMIA

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RELIGIÓN Y PANDEMIA

Yo, estoy lejos de ser religioso, pero a veces mi pasado me condena...

Tengo un amigo que es particularmente talentoso. De esos en que piensas, que si te tocara caerte en un avión en plena jungla te gustaría que fuera con él. Es muy hábil manualmente, sabe mucho de todo, y estoy seguro que no moriría de hambre ni de sed a su lado. Además, si algo no lo sabe lo aprende rápidamente. Es obsesivo hasta decir basta. Y tiene una memoria prodigiosa. No sé si está en el lugar que le gustaría estar.

Escribir estas columnas semanales implican para mí su cuota de trabajo, necesito concentración, silencio, reflexión y también utilizo mucho la tijera. No se me da fluidamente el escribir, cometo a veces errores básicos de ortografía, por eso es que me alegré esta semana cuando la RAE dijo con respecto a la palabra "solo" que despenalizaba el uso de la tilde cuando hubiera riesgo de ambigüedad. Genial lo encontré. Una palabra más de la cual no tendré que pensar si la acentúo o no. Tampoco la sintaxis se me da tan bien, eso del sujeto verbo y predicado hace que me confunda a veces. Sin embargo, hay gente dotada para escribir bien y que la reconozco de inmediato. Mi hermana Isis, por ejemplo. Se despacha en un dos por tres bellos textos, llenos de poesía, memoria y opinión. Lo que a mí me cuesta hora y con resultados dudosos a ella le sale fluidamente sin más.

Es con este tipo de personas cuando me acuerdo de un par de textos religiosos. Uno es la parábola de los talentos, aquella en que Jesús relata cómo un hombre, que se iba al extranjero, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno; y luego pasado un tiempo volvió a ajustar cuentas y se encontró con que todos habían duplicado sus talentos, menos uno, al cual lo echó por flojo y perezoso. El otro que recuerdo es un escrito del Kabbalah, ahí se relata que cuando muere una persona ésta es llamada por la presencia de un ser superior. La persona entonces dice que ha sido un buen hombre, que ha sido justo, que no ha hecho el mal a nadie. El ser superior le dice que eso está muy bien, pero le pregunta a continuación: y, ¿Dónde están los libros que ibas a escribir?, ¿y dónde están los alumnos a los cuales ibas a enseñar? Y ¿Dónde están los enfermos que ibas a sanar?, ¿y los pobres que ibas a ayudar?

Estuve con una tía hace poco. La pobre vive un tormento diario con una maldita alergia en su piel que la hace tener que rascarse por la terrible comezón que le provoca. Sus brazos estaban todos magullados, con yagas y heridas sangrantes. Al despedirme de ella no se me ocurrió nada mejor que recordarle al sabio Job y sus penurias como para darle cierta conformidad. Ella es católica y sonrió al escucharme. La historia de Job me gusta mucho, es del antiguo testamento él lo pierde todo, salud, hijos, familia, cosecha, animales, riqueza, pero aún sigue teniendo fe en su Dios. El texto nos invita a meditar acerca de las causas del sufrimiento, la fragilidad de la existencia humana y las razones para confiar en Dios incluso cuando la vida parezca injusta.

A nivel familiar usamos el calificativo de "pródigo" para designar a aquel o aquella que se ha alejado de la manada, que no da señales de vida, que está quizás pasando por una etapa oscura, pero que tenemos esperanza en recuperarlo. Pero, también lo usamos cuando alguien se va de viaje por un tiempo largo. Sucedió ahora con mi hijo. Estuvo 3 meses fuera y cuando regresó me acordé de aquel pasaje bíblico, nuevamente pues lo recibimos con un gran banquete en casa de su abuela: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba perdido y ha sido hallado"

Finalmente, durante el clímax de la pandemia llego a mis oídos seculares el salmo 91. Mucha gente se acordó de él porque dice que "El Señor te librará de las trampas del cazador; y te librará de la peste destructora." En resumidas cuentas, se te pedía confiar en Dios.

La verdad es que esta pandemia confié más en las vacunas y las mascarillas que en el poder de Dios para protegerme, pero ya ven, mi pasado católico aun late en mí. 

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