VOLAR (Cross Check y Reportar) EN PANDEMIA
Finalmente, para este 01 de octubre del 2021 el Gobierno de Chile confirmó la reapertura de fronteras para el ingreso de chilenos, extranjeros con residencia y turistas a través de tres aeropuertos, la de Santiago, Iquique y Antofagasta. La medida se enmarca en la determinación de no prorrogar el estado de excepción, lo que impide seguir sustentando otras restricciones como el toque de queda, que también por fin termina. Fue celebrada la decisión, especialmente por el turismo y el comercio y me imagino por los miles y miles de personas deseosas de poder volver a volar con algo de normalidad.
Yo me cuento en ese lote.
Cada vez que tengo la posibilidad de tomar un avión lo hago. La primera vez fue si, recién a los 26 años, cuando fui a Europa. Toda una experiencia, sumado al hecho de ir adónde iba. Dormí muy poco, pues fue un vuelo con bastante turbulencia, pero en ningún momento estuve nervioso. Todo lo contrario. Iba absorbiendo cada detalle. Desde la sensación de altura, los sonidos ambientales a la increíble velocidad del desplazamiento.
Ahora, viajar en avión se ha convertido en un acto rutinario. Como tantas otras cosas, se ha vuelto un transporte enteramente accesible. De hecho, mi hijo ha volado muchísimas veces desde muy pequeño y le es una experiencia sumamente conocida.
Por mi parte yo sigo emocionándome -un poco pueblerinamente - cada vez que tengo que tomar un avión. Hay una mezcla de aventura, y excitación que me son bastante entrañables. Los aviones son de por sí, aparatos enormemente sofisticados y su sola contemplación me impresiona. De hecho confesaré también que los aeropuertos me producen una gran atracción. Voy feliz si alguien me pide que lo vaya a buscar o a dejar. Si por ejemplo tengo que ir a buscar a alguien, intento llegar con tiempo para tomar un café, hojear distraídamente alguna revista, pero sobre todo para circular un rato entre la gente, ya sea en la parte de vuelos internacionales (la mejor), o la nacional, observando a los pasajeros, mientras acarrean sus maletas y sus bolsos de manos, y ver como se trasluce en sus rostros las expectativas del viaje que se aprontan a emprender o el cansancio acumulado por el retorno o aquellos reencuentros de parejas o familias que no se han visto por un tiempo y se abrazan emocionados.
Pero, hay algo que también me gusta muchísimo además de la posibilidad de volar y poder desplazarme velozmente de un lugar a otro, y es la eventualidad según el itinerario de estar en tránsito en algún aeropuerto. Sí, en tránsito. En esa zona intermedia entre tu lugar de origen y tu lugar de destino que se produce cuando haces escala y tienes que tomar otro avión. Algo único tiene esa zona, a mi parecer, pues no todo el mundo puede acceder a ella, y donde circulan, duermen, vitrinean, compran, leen, miran sus celulares vorazmente y se alimentan los pasajeros. Normalmente es una zona luminosa, limpia, amplia, pero aislada. Como que es geográficamente ambigua pues tú estás de pasada por ahí, y a pesar de estar físicamente en el país, aún no has entrado "oficialmente" y lo principal es que tampoco lo harás. Una zona que además no es particularmente hermosa, pero que tampoco está mal, y donde confluye una fauna humana diversa y heterogénea que se mueve sin embargo con una aplastante naturalidad, esperando resignadamente sus conexiones, que los llevará tarde o temprano a sus destinos.
A veces me gusta pensar que la vida es una zona en tránsito, donde todos nosotros, tal vez sin saberlo, nos movemos de aquí para allá, algo impacientes, algo desorientados, algo nerviosos, mientras esperamos que parta nuestra conexión hacia aquel lugar que desconocemos, pero que sin embargo en una cierta forma añoramos.
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RELATOS DE CUARENTENA
Non-FictionColumna de opinión sobre diversos tópicos, libros, política, cine, tv, personajes, memoria etc