MÚSICA ELECTRÓNICA Y PANDEMIA

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MÚSICA ELECTRÓNICA Y PANDEMIA

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MÚSICA ELECTRÓNICA Y PANDEMIA

Para Flor y Dow

Es verano. Despierto cerca de las 13:00 hrs. Me sorprendo un poco por lo tarde que ya es, cierro nuevamente mis ojos...despierto ahora cerca de las 18:00 hrs. Es cierto que me acosté tipo nueve de la mañana, pero no puedo creer haber dormido tanto. Esto es el resultado de la fiesta electrónica a la que fui anoche.

Lo anterior fue literalmente mi última experiencia intensa respecto a una fiesta electrónica y fue en el muelle Barón en Valparaíso hace muchísimos años atrás.

Me acordé de ella al terminar de escuchar el podcast El Aplauso donde uno de los conductores, que vive en Berlín, relató lo vivido en su primera visita al Berghain, la catedral mundial de los clubes Tecno. Pudo ir ahora en diciembre, después que se volvieron a abrir los clubes, cerrados por la pandemia y lo que vivió fue toda una experiencia que duró cerca de 14 horas ininterrumpidas.

Mi primer acercamiento con los beats electrónicos y lo tengo clarito, fue el año 96, en un escampado en las afueras de París adonde me llevaron a una fiesta una pareja, él chileno, ella francesa, en un lugar increíble con diversos sectores y estilos de música y en donde en uno de ellos había un dj y chicas bailando arriba de unos cubos, muy al estilo gogó dancer. No está de más decir que ahí me quedé esa noche.

A mediados del 99 comencé a escuchar más música electrónica. Recuerdo un programa de radio Zero: "Tambores y Bajos" que se especializaba en Drum and Bass y que yo grababa religiosamente en casete. Comencé a comprar algunos cd sin conocer mucho aún, pero bastaba que saliera la palabra Ibiza para que por lo menos le diera la oportunidad. A la oferta musical que se ampliaba, coincidió además conocer un par de chicas incondicionales a este tipo de música y sus diversas manifestaciones. Tener un lugar de peregrinaje local: el bar Piola en Reñaca, donde tocaban muy buena música y conocer en Santiago el club La Feria para que el aprendizaje estuviera completo.

Así de pronto en los dos mil el influjo electrónico me invadió totalmente y junto con la música llegaron de la mano las primeras fiestas ya más masivas. Visitaba los portales donde se anunciaban aquellas fiestas para estar al día (rave.cl; euphoria.cl) y así poder peregrinar para ir a ver los dj de moda de entonces (Luciano, Ricardo, Sidharta, Vivanco, Umaña, Tony Mass). Además, comenzó el uso de ciertos términos ad-hoc (after, chill out; line up, lounge, rave, flyer etc.), de alguna que otra sustancia amortiguada con el consumo abundante de agua mineral y la participación en la "la familia", un grupo de jóvenes con los cuales tangencialmente compartí y donde conocí a varios y varias de sus más conspicuos(as) y célebres militantes y que le dieron además un sustrato ideológico y doctrinario a todo este asunto.

Si he de ser sincero son dos las cosas que más me gustan de la escena electrónica y ambas tienen que ver con el tipo de energía dominante que se produce en esos ambientes. Una es la posibilidad de poder bailar y vacilar hasta que te de hipo si así lo deseas sin tener que depender de nadie, sólo del buen gusto y la acertada selección del dj cuya tarea por lo tanto es fundamental para poder "leer" lo que está sucediendo sobre la pista de baile, y dos, las sensaciones placenteras que me producen ciertas sonoridades electrónicas que me favorecen el buen estado de ánimo y que me llenan de algo cercano a la felicidad al escucharlas.

Es cierto nunca fui a Ibiza, pero aún recuerdo extraordinarias fiestas, donde los beat parecieran que aún resuenan mágicamente en mis oídos pum pum pum pum; una noche de desorden absoluto en el Club Árabe en Viña; un amanecer glorioso en El Tebo, otro amanecer ahora en Ritoque con una salida de sol increíble iluminando a todos sobre la pista donde saltábamos desenfrenados (on the ball, por supuesto). Postales inolvidables de excelentes tiempos pasados.

Selecciono ahora un set de canciones de música electrónica, (algo de deep house, ambient y acid jazz) me pongo mis audífonos, miro mi reloj, son pasadas las nueve de la mañana de este tranquilo verano. Tengo algo de sueño, pero no estoy en absoluto cansado. Pienso que es curioso a veces como la vida te cambia las costumbres casi sin que te des cuenta mientras comienzo lentamente a trotar por el borde costero de viña subiéndole poco a poco el volumen a mis audífonos...

Es cierto, la vida te cambia los hábitos, pero algunos gustos no. 

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