AGENDA LIBERAL Y PANDEMIA

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AGENDA LIBERAL Y PANDEMIA

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AGENDA LIBERAL Y PANDEMIA

Durante los años noventa, participé, unas 3 veces como mínimo, en procesos de nulidad matrimonial de diversos amigos y conocidas, cómo testigo. Mi labor consistía en ir a mentir al tribunal. El resquicio era que el domicilio declarado por uno de los contrayentes no correspondía a la circunscripción del oficial que los casó. Era una ley que existía desde 1923 y que básicamente apelaba a la incompetencia territorial del juez del Registro Civil. Así el matrimonio era nulo, no había existido. Todo con el acuerdo tácito de todas las partes. Esta era la forma en que los matrimonios chilenos se podían separar legalmente. A través de una mentira. Esto duró hasta el año 2004 con la dictación de la ley 19.947, donde ahora se podía disolver el vínculo, y las partes podían volver a casarse. Ahora eran divorciados.

El 01 de Junio de este año el presidente Piñera anunció en su cuenta pública, hecha en plena pandemia, que con carácter de urgente iba a tramitar una ley para el matrimonio igualitario, con miras a acelerar el trámite legislativo que dormía en el congreso desde el año 2017. Con esta decisión presidencial, Chile se podría convertir en el octavo país de América Latina en tener una ley así, detrás de países cómo Argentina, Uruguay o Costa Rica.

En el último tiempo se ha instalado la idea –que no comparto en absoluto- que en Chile, en los últimos 30 años lo que se ha logrado en materia social y en modernización, especialmente con los gobiernos de la Concertación, poco menos que es irrelevante, debido a la gran desigualdad producida, y que todo ha sido fruto de un gran arreglin político, y que si hubiesen sido otros los actores, los siempre iluminados e impolutos, no hubiesen permitido tamaño contubernio.

Pues bien, me parece que también en materia valórica y cultural el salto producido es igual o mayor que en el ámbito social y todo también en el lapso de una generación. El año 1998 se aprobó una ley que les otorgaba un trato igualitario a todos los hijos nacidos en Chile, independiente de las circunstancia de su nacimiento, es decir, si habían nacido dentro o fuera del matrimonio. Lo que se llamó como ley de filiación. Antes, existían los "hijos ilegítimos" en nuestra sociedad. Fue un cambio radical que implicó, entre otras cosas, que ante la muerte de los padres, todos sus hijos, sin importar si nacían dentro o fuera del matrimonio, tenían los mismos derechos de cuidado e igualdad de derechos hereditarios. Hasta 1999, el artículo 365 del Código Penal chileno, creado en 1875, sancionaba con penas de cárcel las relaciones sexuales entre hombres, aun cuando hubiera consentimiento entre ambas partes y estas se dieran en espacios privados. Fue en 1999 que tras un largo debate y negociaciones (las que odian actualmente los impolutos) se despenalizó la sodomía y dejó de ser considerada un delito en Chile. Por último, en septiembre de 2017 fue promulgada la Ley Nº 21.030 que regula la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales.

Lo que quiero señalar es cómo, una sociedad, la chilena, en el lapso de apenas 3 décadas ha sido capaz de atender eficazmente las demandas de su gente, en especial para que sean reconocidos sus derechos. Esta agenda valórica-liberal, a la cual esperemos se sume prontamente el matrimonio igualitario cómo ley, aprecia ante todo la libertad del individuo y protege su dignidad ante el estado y demuestra con prístina claridad -una vez más- los cambios gigantescos y tangibles que ha experimentado, para mejor nuestro país.

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