MUNDO Y PANDEMIA
¿De dónde provienen las influencias que marcarán a un adolescente en un futuro? ¿Cuáles son sus referencias? ¿Somos finalmente en nuestra adultez lo que fuimos de jóvenes? O, ¿cambiamos mucho una vez que crecimos? ¿Por qué te gusta esto y no aquello? ¿Desde cuándo somos capaces de reconocer en un escrito, en una pintura, en una película la belleza?
Los años ochenta vuelven a mi imaginario. Supongo que no es raro. Gran parte de mi formación partió en esa década. En cierta forma mis gustos artísticos, ya sea literarios, musicales, estéticos tienen su nacimiento durante esos años, que el periodista Fernando Paulsen alguna vez llamó tan certeramente: "años apostólicos". Soy hijo de los ochenta con todo lo bueno y malo que eso significa. Y soy hijo de la dictadura también. Será por eso que me cuesta tanto entender esa desfachatez de pretender que a un gabinete se le quiera poner el nombre propio de la pareja del presidente, pues inmediatamente pienso en la sobriedad republicana que hubo por ejemplo durante el gobierno de Patricio Aylwin.
Una parte importante de esa formación se la debo a una revista que se hacía en Chile llamada Mundo Diners Club que estaba asociada a la tarjeta de crédito del mismo nombre. Gracias a mi hermano mayor, otro gran referente en mi vida llegó a mis manos desde comienzo de los ochenta. En ella la mejor selección de plumas del momento escribía sobre diversos tópicos. Era un gran caleidoscopio de literatura, música, cine, espectáculos, cultura, gastronomía, política (lo que se podía decir, había censura no olvidar) lugares a conocer, deportes etc. Aún resuenan en mi aquellas columnas tan vanguardistas de música de Carlos Fonseca (dueño en aquel entonces de la mítica disquería Fusión y que escribía con el seudónimo de Alberto Velasco,) hablándome de Depeche Mode, Talk Talk, Pat Metheny Group, The Cure. Grupos que desconocía entonces, pero que sigo hasta el día de hoy. O apostando por un grupo de San Miguel llamado Los Prisioneros. O iluminándome con el cantante Pablo Herrera que con 18 años sacaba el mejor álbum que nunca más hizo. Los comentarios de cine de Héctor Soto, mostrándome películas, actores o actrices que desconocía, pero sobre todo apelando a la importancia de las emociones en el cine, o guiándome porqué había que seguir a Eastwood o a Malle o Almodóvar y huir de la embriaguez artística de otros realizadores. Además, podías encontrar estupendas entrevistas donde una cercana Margarita Serrano realizaba unos perfiles afilados, pero cordiales a sus entrevistados. Las primeras críticas gastronómicas que leí. Grecia y Santorini en imágenes en la crónica del turista accidental (así se denominaba el que escribía) que me hicieron ver que había un mundo allá afuera.
El lunes pasado fui al cine arte, acá en Viña. Normalmente somos 4 gatos los que vamos, ahora la sala estaba muy llena. Fui a pagar una deuda que se arrastraba por 34 años. En el número de marzo de 1988 había leído un artículo en aquella revista y que firmaba un tal Alberto Fuguet que captó mi atención. El artículo en cuestión se llamaba así: El culto de lo cult. Estaba muy bien escrito, casi velozmente. Me refiero a que se podía leer a gran velocidad. Lleno de términos y modismos en inglés. Muy original. Hablaba sobre el culto que existía en una sala del Greenwich Village en la ciudad de New York donde proyectaban todos los sábados a la medianoche la película The rocky horror picture show (1975). La gracia era que la gente se disfrazaba de los personajes que aparecían en la película, se sabían los diálogos y realizaban una performance bailable y algo droga mientras la película se proyectaba. Esa vez aprendí lo que significaba cult. Y me fascinó de lejos toda esa fauna tan diversa en contraste al país tan chato y gris que era Chile entonces. Pero también aprendí otras cosas más que después entendí. Al final de la cinta, que reconozco me gustó, la gente simplemente aplaudió. No vi a nadie disfrazado. A lo más estaban muy obedientes con el uso de las mascarillas de la pandemia. Todos eran extremadamente jóvenes. Ninguno transgresor. Muy millenials por cierto. Y estoy seguro que ninguno había leído aquel artículo. Pero estaban ahí por alguna razón. Y eso me hizo sentir en cierta forma hermanado. Pero también a años luz de su estética y de su ética.
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RELATOS DE CUARENTENA
Non-FictionColumna de opinión sobre diversos tópicos, libros, política, cine, tv, personajes, memoria etc