SER PADRE EN PANDEMIA

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SER PADRE EN PANDEMIA

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SER PADRE EN PANDEMIA

"Un buen padre, vale más que cien maestros"

    Prácticamente todos los días mi hijo de 14 años me llama, pasado el mediodía, para darme un completísimo informe tanto nacional como internacional, ( le fascina lo que sucede en Inglaterra, España y Estados Unidos), respecto del comportamiento del coronavirus. Con mucha seriedad rezonga respecto al relajamiento de los gobiernos o de las personas en relación a las medidas de control o confinamiento y pronostica con firmeza de experto el advenimiento de una segunda oleada.

    Paralelo a esto, me cuenta sus vicisitudes y alegrías con sus clases online y percibo en su voz cuanto echa de menos estar y compartir con sus amigos y compañeros (as) de curso. "Echo de menos los abrazos" me confesó que contestó en una encuesta ad-hoc del colegio en el cual estudia. Vaya.

    Leo en un artículo como el hecho simple de jugar (no video game) enseña a los menores y adolescentes a regular sus emociones y su comportamiento y les enseña a aprender sobre el ganar y el perder y cómo manejar los conflictos ayudándolos de pasada a mejorar sus habilidades sociales y desarrollar así un sentido de identidad y valores. Nada mal- pienso- para una actividad en apariencia tan trivial.

    Desde el estallido de octubre mi hijo y probablemente muchos y muchas como él han estado viviendo tiempos llenos de cambios e incertidumbre (ahí está la palabrita de nuevo) y estímulos nuevos y cada uno de ellos ha debido afrontarlo con más o menos suerte y recursos dependiendo de muchas circunstancias y sobre todo dependiendo del hogar en el cual viven, en este Chile que como lo dijo esta semana la agencia Bloomberg: " siguió el ejemplo de las naciones ricas sólo para darse cuenta, una vez más, de que un gran porcentaje de sus ciudadanos son pobres".

    Simultáneamente muchos padres nos hemos visto desafiados a intentar educar, teniendo encima un escenario en apariencia lleno de contradicciones, por ejemplo el solo hecho de intentar conciliar explicaciones respecto al uso legítimo de las marchas y las protestas por un país más justo, con la condena sin eufemismos respecto al uso de la violencia ; o la importancia del respeto a la autoridad y a las reglas del juego, con la falta de liderazgo y credibilidad de nuestros gobernantes; el amor a la libertad y la autonomía de las personas con un toque de queda y la presencia militar en las calles que se prolonga por más de 3 meses;o la importancia de la democracia y de las instituciones con las cuales las sociedades modernas pueden funcionar- pues si no surge inevitablemente el lobo que el hombre lleva adentro- , y el descalabro político y la falta de prestigio y de confianza que ellas sufren, por tanta corrupción ,colusión y codicia en las cuales hemos vivido en el último tiempo. Y por último pero, no menos significativo, tener que explicarle a nuestros hijos que frente a la funa y el linchamiento al otro por no compartir sus opiniones, que goza de tanto prestigio actualmente en las redes sociales que ellos consumen como caramelo, existe la deliberación y el diálogo y la conversación respetuosa, que alienta la racionalidad y no aviva el fuego de la estupidez, y donde incluso, si es preciso, podemos dejarnos persuadir frente a las mejores razones del otro.

    Todo esto, obviamente sazonado, porque la vida no tiene que ser tan seria, con cuotas altísimas, en mi caso, de amor y cariño pero, además entretención, humor y distracción– mutua debo reconocerlo – y ojalá siempre con la mejor de las actitudes.

    Como ven el significado de ser padres a cambiado. Lo que no ha cambiado es la gran, pero gratísima, responsabilidad que tenemos sobre nuestros hombros al criar y amar a nuestros hijos e intentar darle las tablas con que ellos construirán la barca que los llevará a navegar su porvenir.

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