COLUMNA 100 EN PANDEMIA

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COLUMNA 100 EN PANDEMIA

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COLUMNA 100 EN PANDEMIA

La semana pasada publiqué mi columna número 100 de Relatos de Cuarentena. Las he estado escribiendo en forma ininterrumpida desde abril del 2020. Quizás deba explicar el origen de estas crónicas semanales y su continuidad. Por razones de la vida comencé a vivir solo nuevamente en marzo de ese año y justo llegó la pandemia y la cuarentena. De pronto al igual que todo el mundo me vi encerrado y con mucho tiempo libre a mi disposición y decidí empezar a escribir pues pensaba y sentía que tenía cosas que decir, en un formato que ya conocía, que requiere de una cierta disciplina y constancia que a mi personalidad más bien dispersa le venía muy bien.

Mi primer acercamiento al género fue durante la universidad. En el centro de alumnos de la carrera de Kinesiología creamos una revista que se llamó "Ni varo ni valgo" y que se publicó durante el año 88. En ella escribí y publiqué mi primera columna que se llamó La Intifada, la que recuerdo causó una pequeña polémica en la carrera a raíz de los airados reclamos de una compañera de religión judía.

En un principio "Relatos de Cuarentena" no pretendía ser más que una distracción, lo sigue siendo, pero pronto vi que estos escritos, con el pie forzado de hablar de la pandemia podía servir para otros propósitos más nobles. El mejor fue (es) enriquecer la relación con mi hijo a través de la lectura de alguna de estas columnas y aprovechar esas conversaciones que se daban para captar posibles temas futuros para ellas. Él estaba creciendo rápidamente y tenía mucho que decir, ya el estallido social le había llamado poderosamente la atención y la política lo empezaba a atraer y de pronto se quedó sin ir al colegio, entrando a la adolescencia, y todo lo referente a la pandemia lo sedujo un montón, además de las muchas preguntas que daban vueltas en su cabecita.

La segunda razón para seguir escribiendo se dio sobre la marcha y fue más pedestre. Aproveché de generar contenido propio sobre liderazgo y coaching de modo de poder aterrizar más reflexivamente estos temas que me entusiasman en una coyuntura ideal como fue la pandemia, donde la mayoría de las personas tuvieron que reinventarse en muchos aspectos echando mano a toda su capacidad y creatividad. Era un momento propicio.

Y finalmente y de una forma súbita apareció una razón que nunca estuvo contemplada, pero emergió ahora, después de releer mis columnas... entre junio de 1989 y mayo de 1990 Alberto Fuguet publicó una crónica semanal llamada Capitalinos en el suplemento Wiken del Mercurio, donde un personaje ficticio llamado Enrique Alekán relataba sus andanzas yuppies por Santiago. Fue una columna entrañable, entretenidísima, muy bien escrita y que tuvo muchos logros a mi entender, pero el más insospechado incluso creo que para el propio autor fue lo bien que reflejó lo que estaba pasando en el ambiente del país en ese momento; esa increíble transición, para los que la vivimos, que fue pasar ni más ni menos de dictadura a democracia.

Pues bien, y guardando toda proporción, algo parecido creo que he podido encontrar en estos escritos al repasarlos. Desde el estallido y hasta hoy en nuestro país y en el mundo han pasado y cambiado muchísimas cosas. Es cierto que siempre suceden cosas, pero una pandemia como telón de fondo con todas sus increíbles externalidades, muchas de ellas que aún persisten no es algo que ocurra muy frecuentemente. Y en cierta forma parte de esos acontecimientos han quedado registrados, quiero creer, cómo una fugaz crónica de estos tiempos excepcionales, como un largometraje que se sigue filmando en una dirección desconocida y misteriosa y que espero en el futuro le sirva a mi hijo como un mini complemento de sus recuerdos de esta loca etapa de nuestras vidas.

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