SEPTIEMBRE EN PANDEMIA

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SEPTIEMBRE EN PANDEMIA

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SEPTIEMBRE EN PANDEMIA

"...una brisa ligera que soplaba mi recuerdo en la noche tibia, cuando rememoraba las magnolias." F. S. Fitzgerald

Desde que tengo uso de razón Septiembre siempre ha sido un mes intenso. De sensaciones fuertes, y por ende un poco agotador. Por lo menos para los chilenos. Tenemos por un lado el cúmulo de emociones, la mayoría encontradas, que produce la conmemoración del golpe de estado en el país. Y todas las subsecuentes discusiones, ya sea de sobremesa, en el trabajo o entre amigos y no tan amigos, sobre quiénes tuvieron más responsabilidad en el golpe: la derecha fascista o la izquierda marxista. A todo eso se había sumado en los últimos años la conveniencia o no, de pedir perdón; especialmente después del reconocimiento que hizo el presidente Piñera en su primer periodo, donde hablo de los cómplices pasivos, que involucraba a civiles, pero también a instituciones que funcionaron malamente como fue el caso de la ilustrísima Corte Suprema y todo el Poder Judicial. O los medios de comunicación, cuya labor periodística no sólo no estuvo a la altura de los valores de una prensa atenta e inquisitiva, sino que además fueron complacientes con el régimen, prestándose para tergiversar los hechos y encubrir las violaciones a los derechos humanos, como fue el caso del diario El Mercurio o La Segunda.

Y si lográbamos superar la primera quincena, aún nos quedaba lo mejor: las fiestas patrias, con todos sus excesos, en materia de celebración, tanto en el consumo etílico, como en las comidas; también en materia de ornamentación (banderitas chilenas por aquí y por allá, escarapelas colgando de los lugares más insospechados); y en materia musical (cuecas y tonadas sonando todo el día, como si sólo además la música del valle central fuera la única típicamente chilena.) Y toda la cultura del festejo obligado y algo artificioso representado por las diversas fondas y ramadas a lo largo del país.

Algo me dice que en éste Septiembre del 2020 que comienza, toda esa intensidad y excesos estarán morigerados por el coronavirus. Me parece que, por una parte no hay lugar ni espacio para pelear por primera vez respecto del once. Lo que no me parece mal. A estas alturas, un hecho tan definitivo como ese, solo nos debiese enseñar el valor de la democracia, más que a sacar conclusiones muy irrebatibles.

Respecto a las celebraciones dieciocheras y a riesgo de ser tildado de poco patriota opino que no harán ninguna falta. Creo que es bueno celebrar. No se me malinterprete. Pero en este 18 pienso que las prioridades van por otra parte. Supongo que la patria lo entenderá, tal como lo han hecho millones de personas en todo el mundo, que han debido posponer sus merecidos festejos de diversa orden, desde aniversarios a cumpleaños; desde matrimonios a fechas especiales. Todavía no es momento de celebrar mientras exista una pandemia que cobra vidas, que tiene en la miseria a miles de personas y que tiene agotados y estresados especialmente a los equipos de salud.

Sin embargo en Septiembre, tal vez una cosa sea digna de elogiar.

Y es que por mi parte la verdad sólo deseo simplemente que parta la primavera.

Que la luz natural se extienda gran parte del día, (bienvenido cambio de hora), que lentamente las buenas temperaturas comiencen a inundar nuestras calles, nuestras plazas, nuestras playas y que los días grises y fríos comiencen a quedar atrás. Quiero que regresen las abejas de dónde diablos se hayan metido. Que florezcan los jardines, que las buganvilias se expandan y las jacarandas iluminen con su azul violeta las avenidas, mezclándose con los aromos que ya venían tiñendo desde julio de amarillo las veredas e inundando las calles con su olor. Que el Chucao en los bosques del sur prediga con su canto si los caminantes tendrán un buen viaje o no. Y que producto del buen clima y esta explosión de color y sonidos las personas le den espacio al amor, mejoren su genio, y se reencuentren consigo y con su esencia y que mantengan por sobre todo viva la llama de la esperanza.

Y que a pesar de las vicisitudes propias de estos tiempos podamos dar una cara más amable, más generosa, más comprensiva a los que nos rodean, pues contaremos con la ayuda entrañable de la naturaleza que se comienza a desplegar con toda su fuerza en un nuevo ciclo vital.

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