SALUD MENTAL Y CORONAVIRUS

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SALUD MENTAL Y CORONAVIRUS

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SALUD MENTAL Y CORONAVIRUS

    "¿Se bajonéo don Claudio?". Me preguntó con una simpleza abrumadora pero, también con cariño la secretaria de recursos humanos que me recepcionó la licencia médica, que la noche anterior me había prescrito el psiquiatra al cual acudí en un invierno, hace muchos años atrás, después de sentirme mal. Bastante mal tendría que decir. El diagnóstico médico decía: trastorno depresivo, pero para mí estaba claro que era mucho más que sentirse bajoneado pero, la pregunta de aquella simpática mujer aún la recuerdo hoy. Con algo de ternura, pero también con algo de tribulación.

    Ojalá la depresión fuese algo así como andar bajoneado. Cuando uno anda bajoneado, pareciera que sólo una parte de tu mente es la triste pero, a un nivel físico aún logras funcionar. En la depresión, finalmente es todo tu cuerpo el que dice basta, cuando ya, hace rato, tu mente ha sucumbido.

    Recuerdo que durante ese periodo, para restablecer el orden mental y bioquímico, además de terapia, el coctel diario consistía en partir tomando obviamente un antidepresivo. Más tarde era el turno de un estabilizador del ánimo (Animus, creo que se llamaba, así que ya de sólo ver su nombre en la caja te ayudaba de entrada). Luego venia el clásico ansiolítico, tomado generalmente tipo 3 o 4 de la tarde, cuando por lo menos a mí me venían la angustia, y ya en la noche tomaba un inductor del sueño , que me hizo pasar muchos bochornos pues, yo vivía sólo y agarraba el teléfono a inconvenientes horas de la noche, me ponía muy verborreico y sin filtro y hablaba y hablaba y lo peor – o lo mejor, ahora que lo pienso bien - era que el remedio producía también lo que se llama una amnesia retrógrada, por lo que no recordaba casi nada posterior a su ingestión. Además en ese entonces yo fumaba y encontré alguna vez quemaduras de cigarrillos en las sabanas, que me decían que probablemente el sueño me agarraba con uno de ellos en la boca.

    En fin, ahora que repaso esos hechos da un poquito de escalofríos. No por estas anécdotas irresponsables, sino porque recuerdo lo mal que uno podía llegar a sentirse. No comprendí la gravedad de mi situación sino hasta un par de sesiones más con mi psiquiatra, cuando ya algo más estabilizado, me dijo que había tenido muchas ganas de hospitalizarme el primer día que fui a su consulta.

    Leo ahora con desasosiego cómo, producto de las múltiples externalidades nefastas de esta pandemia (miedo, soledad, tristeza, stress, encierro, angustia, pobreza y un largo etc) las enfermedades mentales, desde las alteraciones del ánimo y del sueño, o la presencia de crisis de pánico y franca depresión no han hecho más que aumentar. La OMS detectó un incremento de la angustia de un 35% en China, un 60% en Irán o un 40% en Estados Unidos, tres de los países más afectados por la pandemia. Leo también que en países europeos que han ido levantando el confinamiento hay personas que ahora se niegan a salir a la calle. Este temor se conoce como "síndrome de la cabaña" producto de tanto tiempo sin poder salir.

     Con una compañera de trabajo la otra vez conversábamos sobre el creciente número de personas que están tomando remedios para poder dormir. Ella estaba un poco escandalizada. Yo le decía: ¿y bueno, qué quieres? Es cosa de mirar con detenimiento a tu alrededor. Ya veníamos con un estilo de vida agitado, siempre en un constante movimiento de ir y venir. Intentando conciliar imperativos muchas veces casi contradictorios, como las extra programáticas de los sábados de tus hijos, con tus ganas de poder salir a hacer deporte, tu vida de pareja y las exigencias de tu trabajo y luchando por las siempre escasas lucas. Anexado a eso tenemos una escena-país no muy halagüeña, con el estallido social que nos tuvo y nos tiene terriblemente polarizados como sociedad, sumado a un clima de intolerancia realmente brutal reflejado en las redes sociales, y más encima la llegada de esta enfermedad cargada de incertidumbre, temor y miseria. Entonces que proliferen las enfermedades o desajustes mentales, a quién le podría extrañar.

    Dicho esto, si algo hay de bueno de todos estos episodios - y ahí va mi mirada coach - es que la palabra salud mental empieza a estar más y más presente con todas sus connotaciones e innumerables ramificaciones en la discusión pública. Las personas están hablando más de cómo se sienten, cómo están, y lo están haciendo sin tanto pudor. Pero además de hablar, están teniendo la posibilidad, de conversar con terapeutas de diversa índole, en formato digital, y de una forma más accesible, e impensada hace un tiempo, sobre lo que les pasa, y de una manera mucho más colaborativa y más abierta y aparentemente más económica.

     Sería fantástico que además sumado a esto se hiciera un esfuerzo cómo país – otro más - para mejorar la escasa cobertura que brindan las Isapres, y el propio Fonasa a la salud mental , atendiendo los informes que vienen de afuera, de los países que se han ido des confinando, cómo por ejemplo el de una encuesta realizada entre 1.300 psiquiatras en el Reino Unido y que recoge la BBC y que señala que estos profesionales han sufrido un importante aumento de pacientes que presentan casos de urgencia.

    Pero más allá de datos, cifras y diagnósticos, creo que se hace muy necesario, tener o contar con alguien, ojalá imparcial y profesional a quien le puedas decir tus cosas y en el cual tú confíes.

    Tal vez sólo con eso y justamente por eso, no te sientas tan solo o sola en estos tiempos inciertos y revueltos.

    Te sientas más acompañado.

    No tan perdido...

    No tan "bajoneado".

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