PLEBISCITO EN PANDEMIA

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PLEBISCITO EN PANDEMIA

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PLEBISCITO EN PANDEMIA

Mi hijo de 14 años me cuenta de los encendidos debates -por redes- que tiene con sus amigos y compañeros de colegio, entre los que están por el apruebo, los que están por el rechazo y algunos que están dudosos.

Ya para el estallido social había logrado percibir en la generación de él (centennials) el interés creciente que despertaban los asuntos públicos que estaba viviendo el país. Ahora que se acerca el plebiscito esto no ha hecho más que acrecentarse.

Indago un poco más cuales son los argumentos de los jóvenes.

Entre los que están a favor del rechazo me dice que es, entre otras razones por: el "peligro de la hoja en blanco"; que hay "mucho delincuente entre los del apruebo" y que además están los que   "quieren destruir el país", también por ahí se cuelan -para mi sorpresa total - que hay algunos "pinochetistas". Entre los partidarios del apruebo hablan de: "una nueva esperanza", de "un Chile más justo" y "salirse de una constitución que está marcada por un dictador".

Vaya, vaya.

Ya que está en esa veta, aprovecho y lo invito a que nos sentemos  en la noche para ver la propaganda electoral televisiva. Lamentablemente es bastante penoso lo que veo. Pero sin embargo a él hay momentos que le gustan. Visualmente la franja me parece muy poco atractiva, es desordenada y además de mostrar lo obvio, las alternativas que se votan, es poco o nada más lo que se logra articular. Escasa en contenido y ni siquiera cuenta con jingles pegajosos. Sin embargo nos da pie para seguir conversando.

Como ya tengo varias elecciones en el cuerpo puedo decir que le resto cualquier dramatismo a este plebiscito, lo que no significa que le dé la máxima importancia.  Creo por una parte absolutamente  en el simbolismo que tiene esta votación y en todos aquellos significados que se le pueden conferir: fin de un tiempo; válvula de escape; cambio de paradigma; fin a la constitución espuria de Pinochet; la posibilidad de manifestarse electoralmente; un rechazo al modelo etc., pero además creo firmemente en que se va a  desencadenar la posibilidad cierta de  poder discutir las bases de nuestra futura convivencia social si gana el apruebo y que ese proceso va a ser profundo y ejemplar. Pienso por último que el modelo de un estado subsidiario se ha hecho a todas luces insuficiente y confió a futuro en el desarrollo de un estado mucho más  solidario y de mayor bienestar para los ciudadanos, donde el esfuerzo personal importe, pero que seamos capaces de compartir entre todos también, el riesgo de la vida o el mal destino, pues no me parece que cada cual se rasque con sus propias uñas cuando llega el momento de la desgracia.

Pero para que todo este proceso fluya de una manera óptima le digo a mi hijo que es necesario considerar algunos requisitos.

Lo primero es la legitimidad. Es preciso que a pesar de la jodida pandemia la gran mayoría vaya a votar. No hay excusa. Si no, basta de quejarse de que la política no los representa. Las votaciones son las oportunidades que tiene la gente de expresarse. Y este es uno de aquellos momentos. Histórico por lo demás. Lo otro –no ir a votar- es berrinche. Y pataleta. De la mano de esto va que los ciudadanos, todos, se informen debidamente. También basta de pereza. En tiempos de abundante información es otra pésima excusa decir que no tuve tiempo para informarme.  A eso se le llama flojera, mezclada con desidia.

¿Qué más?

Votar sin miedo. Desde el plebiscito del Si y del No que un a un sector de la población le encanta propagar la campaña del terror, con el argumento infantil de que cuando ganan la ideas de los otros  va a ocurrir lo peor y que si ganan las ideas de  uno va a ocurrir lo mejor. Ese argumento es de una rusticidad apabullante y la historia de Chile está ahí para demostrarlo. Nada de eso ocurrió con el triunfo del No, el país por supuesto no se cayó a pedazos, todo lo contrario, ni tampoco volvimos a la UP con Lagos, ni nos convertimos en Venezuela con Bachelet.

Finalmente sería deseable conferirle una cierta épica a esta elección pero son tiempos más bien líquidos y ese es un elemento que a mi juicio falta y que personalmente echo de menos. Pero supongo que está bien así.

Mi hijo me dice que está indeciso. Me río. Es un lindo. Hace unas semanas estaba claro, pero ahora está dudoso. No te preocupes le digo. Es normal. Aún tenemos mucho tiempo para seguir conversando.

Hasta el 25 de octubre.

Esta columna es para él.

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