BOLAÑO Y PANDEMIA

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BOLAÑO Y PANDEMIA

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BOLAÑO Y PANDEMIA

"...,pero escribiendo y leyendo como una locomotora"

La primera vez que leí a Roberto Bolaño fue en octubre del año 1988, en un libro de recopilación de cuentos de autores chilenos que se llamó "Honrarás a tu Padre ", de la colección Biblioteca del Sur de la editorial Planeta. En aquel libro, que aún tengo, Bolaño escribía el cuento número tres llamado: "Últimos atardeceres en la tierra" y la historia iba de un joven de veinte años llamado B que sale de vacaciones con su padre desde la Ciudad de México DF, hasta Acapulco, el año 1975. La historia narrada en tercera persona, pero desde la sensibilidad de B, tenía mucho de una tensión soterrada entre los protagonistas, pero también tenía sudor, chile (el picante), iguanas, tequilas, huachinango, guaguis, pero sobre todo tenia amor de padre y amor de hijo, pero no ese amor elocuente y empalagoso, si no el subterráneo y el sutil, de dos seres que se quieren mucho pero que no saben bien como expresarlo. El cuento me pareció superior a todo el resto. Por mucho.

Un mes después llegaba a Chile después de 20 años de ausencia, Bolaño, como jurado del concurso de cuentos de revista Paula. En ese entonces, yo casualmente había participado de este concurso y hasta el día de hoy fantaseo con la imagen de un Bolaño, fumando un cigarrillo tras otro en la habitación de su hotel de tres o cinco estrellas, acomodándose las gafas de vez en cuando y leyendo mi cuento, por lo menos toda la primera hoja y luego tirándolo al suelo para comenzar la fatigosa lectura de otro cuento.

Posteriormente comencé a leerlo en el diario Las Ultimas Noticias donde tenía una columna llamada "Entre Paréntesis", no sé si semanal o quincenal o mensual, pero sí sé que era el lugar donde desplegaba todo su talento y todos sus conocimientos ultra literarios que constituían un verdadero manjar, pero no ese manjar de supermercado si no un manjar hecho de leche condensada hervida, y preparado por tu madre.

Y de pronto Bolaño comenzó a estar en todas partes. Como una enorme y activa placa tectónica, se instaló con propiedad por todos los rincones, cambiando como un terremoto, el paisaje literario del país pasillo, como llamaba a Chile.

Si me preguntan qué es lo que me gusta de Bolaño, aparte de lo bien que escribe y de su pródiga imaginación diría que es el humor, que siempre encuentro en su escritura. Un humor ácido y negro es verdad, pero también lleno de cariño. También me gusta su total desmesura. Su cariño por sus personajes. También su continua provocación al lector para que no baje la guardia mientras lee. Además de su adorable afán polemista e incorreción política, por joder la paciencia, como le gustaba decir citando a Nicanor Parra. Pero lo que más me gusta es que Bolaño abre ventanas, abre puertas, vuela techos y demuele pisos. Y sobre todo que fue un valiente que no le temió el mirar al abismo y además aguantó la mirada que éste le devolvió.

Durante el encierro de la pandemia le pase el cuento Playa a mi hijo para que lo leyera y lo encontró muy bueno. Yo me despaché nuevamente sus 2 novelas más notables: Detectives Salvajes (609 pgs) y 2666 (1125 pgs) y las volví a disfrutar enormemente. Otra cosa que aprendí de él fue a no temerle a los libros de muchas páginas.

Hace 19 años, un 15 de julio, fallecía Roberto Bolaño a los 50 años, el detective más salvaje de toda su generación y así como mis padres se acordaban que estaban haciendo el día que mataron a Kennedy, yo me acuerdo claramente que estaba haciendo cuando me enteré de la noticia de su muerte en un hospital de Barcelona y la pequeña conmoción que causo esa noticia en mí.

De ahí para adelante, para muchos, el escritor se comenzaría a cruzar con el personaje y éste a su vez con el mito y la leyenda y llegaría el reconocimiento global. Pero eso ya es otra historia. Por ahora me parece que nada mejor para recordarlo que leerlo. Una y otra vez. Sus entrevistas, sus columnas, su poesía, sus cuentos, sus novelas...

" yo soy de los que creen que el ser humano está condenado de antemano a la derrota, a la derrota sin apelaciones, pero que hay que salir y dar la pelea y darla, además, de la mejor forma posible, de cara y limpiamente, sin pedir cuartel e intentar caer como un valiente, y que eso es nuestra victoria"

R.B.

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