MUROS Y PANDEMIA

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MUROS Y PANDEMIA

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MUROS Y PANDEMIA

"Ich bin ein Berliner". Decidles que vengan a Berlín, repetía a modo de epífora, el presidente Kennedy en un memorable discurso el año 1963 , mientras le hablaba al pueblo alemán, particularmente al berlinés, quienes comenzaban a vivir rodeados por un muro construido a partir del año 1961 por el régimen comunista de la hoy ya disuelta República Democrática Alemana.

"Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende o dice que no lo comprende cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista. Decidles que vengan a Berlín."

"Hay algunos que dicen que el comunismo es el movimiento del futuro. Decidles que vengan a Berlín." Decía el presidente.

23 años después, otro presidente norteamericano, Ronald Reagan ya en plena guerra fría y a los pies de la puerta de Brandenburgo emplazaba al presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov diciéndole: "Mr. Gorbachev, tear down this wall"; Sr. Gorbachov, derribe éste muro.

El muro de Berlín se había convertido rápidamente en el símbolo y en la barrera física que representaba esa bipolaridad entre lo que se consideraba el mundo libre y el mundo comunista.

Después del fin de la segunda guerra mundial, Berlín se dividió en un sector este u oriental (soviético) y un sector oeste u occidental (aliado), y lo que inicialmente se constituyó cómo una valla de alambres de púas, se convertía después en un muro de 3 a 4 metros de altura con una serie de torres de vigilancia y rejas fortificadas de 43,1 km que rodeaba Berlín occidental.

Durante 25 años representó, por una parte el intento totalitario de mantener a salvo una determinada ideología y proteger a sus ciudadanos contra el fascismo, y por la otra parte simbolizaba la lucha contra la opresión y el deseo de libertad, representado en cada uno de los más de 5 mil personas que se atrevieron a saltar hacia occidente en busca de esa ansiedad libertad, muriendo muchos de ellos en el intento.

A fines de los noventa tuve la oportunidad de estar por el lapso de casi 1 semana en un Berlín ya reunificado. Una ciudad bullente en construcciones, con muchas grúas por todas partes pero muy respetuosa de preservar su pasado. Aún existía algo de incertidumbre por el proceso de reunificación pero era una ciudad acogedora y que lenta, pero sostenidamente iba integrando a su lado oriental que aún se destacaba por lo antiguo de algunas de sus bloques de edificios tan característicos. Recorrí sus calles, visite los restos de muro que aun cruzaba diversas partes de la ciudad, pase por Checkpoint Charlie y contemple los maravillosos grafitis que se habían hecho por el lado occidental. Estuve en AlexanderPlatz, donde los días previos al 9 de noviembre de 1989 se habían congregado miles de personas en un hecho inédito, para protestar y exigir libertad, y pasé a través de la puerta de Brandenburgo, en donde se instalaban a ambos lados de la avenida muchísimos vendedores para ofrecer diversos souvenirs de la ex RDA; desde uniformes militares, relojes, y armas antiguas hasta trozos de muro que se autentificaban con un sello especial y que hasta el día de hoy mantengo un pedazo entre mis caras pertenencias.

Pero lo que más me sobrecogió fue la visita que hice a un museo del muro – así creo que se llamaba – en donde se tenía el registro material, tanto físico como fotográfico y biográfico de todas las persona que habían intentado alguna vez cruzarlo con éxito, o entregando su vida y los diversos medios que habían utilizado.

Recuerdo que había un auto – el famoso Trabant, el automóvil comunista por excelencia - cuyo motor había sido arreglado de tal forma que una persona pudiese ir casi enrollada en él para no ser detectada a simple vista.

Es curioso cómo el ser humano insiste en separar a sus congéneres, ya sea con barreras artificiales lo que intento el derrotado Pdte. Trump con su muro divisorio para detener la inmigración de México o polarizando y tensionando a la sociedad estadounidense cómo lo hemos podido ver en las imágenes por estos días, o ideológicas como existe entre Israel y Cisjordania o Corea de Norte y del Sur o las barreras de discriminación ya sea religiosas o sexuales o de cualquier índole. Pero afortunadamente la porfiada libertad se impone tarde o temprano.

Mañana Lunes 9 de noviembre se cumplen 31 años de la caída del muro, un momento único, increíble e irrepetible para mi generación y que pilló desprevenido a todo el mundo, tanto a los jerarcas comunistas cómo al mundo occidental, excepto tal vez a los propios berlineses de ambos lados que estaban en las calles, apoderándose de la historia, locos y eufóricos y que se pudieron reencontrar nuevamente para darse un gran abrazo que dura hasta el día de hoy y que los ha convertido nuevamente en una potencia mundial (a pesar de la sombra de los fanatismos religiosos, o de las ideologías de extrema derecha) gracias entre otras cosas, en tiempos tan carentes de liderazgos, por contar con una líder inteligente, capaz, empática y decidida - qué envidia -cómo lo ha sido la canciller Merkel.

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