ARTE EN PANDEMIA

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ARTE EN PANDEMIA

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ARTE EN PANDEMIA

Algunas personas dicen que los regímenes opresivos y/o totalitarios ofrecen más oportunidades para el surgimiento de manifestaciones artísticas originales, trascendentes y más creativas. Las dictaduras o la historia de pueblos oprimidos serian entonces un excelente caldo de cultivo para que los creadores pudiesen florecer, germinar y hacer crecer sus obsesiones, sus denuncias, y sus urgencias intelectuales, hecho que tal vez no ocurriría en toda su intensidad en espacios llenos de libertad. Supongo entonces que lo sucedido en pandemia; el encierro obligado al cual nos vimos expuestos debiese tener por lo tanto su correlato artístico.

Todo esto no son más que opiniones. Válidas, por cierto. Personalmente, creo que muchas veces han surgido de las vivencias en regímenes dictatoriales y también en el caso de cruentas guerras, manifestaciones artísticas brillantes, pero estoy convencido que también en mayor número lo han hecho en libertad.

Dicho esto, me quiero referir al aspecto más emotivo o emocional que subyace a la obra, no a su sentido estético, pues una obra es buena o mala independiente del lugar y momento histórico en que se haga. A mi juicio el componente emocional de un relato, una pintura, una obra de teatro, o una película en el contexto de opresión le puede otorgar a la obra además una dimensión más combativa, más heroica, siempre y cuando tenga el sentido y la dirección de denuncia y de llamamiento por más libertad.

Miremos por ejemplo el caso de las pinturas Guernica de Picasso y los Fusilamientos del 3 de mayo de Goya. Son ejemplos que reflejan admirablemente, el horror, la muerte, la ausencia de libertad en periodos de guerra. Las obras hablan por sí solas, pero si le agregamos el contexto en el cual fueron hechas y lo que representan para el pueblo español adquieren además una estatura inmensamente superior. Leamos por ejemplo Morir en Berlín de Carlos Cerda, un ejemplo magnifico de literatura chilena en el exilio que expresa todo el dolor y la nostalgia creciente de los que tuvieron que abandonar su país por sus ideales. Me viene también a la memoria La broma de Kundera que expresa magistralmente los sinsentidos de vivir en un estado totalitario donde un simple sarcasmo significa el desplome de una carrera universitaria y prácticamente de una vida en la Checoslovaquia comunista de 1967. O ver la película Imagen Latente de Pablo Perelman que con todas sus imperfecciones como arte cinematográfico es capaz de ilustrarnos bastante bien lo que era vivir con miedo en un país gobernado por militares.

Todo esto viene a colación a raíz de que fui invitado a una exposición llamada "El andar del pastor, de Tirua a Valparaíso", del artista visual Santos Chávez en la fundación del mismo nombre. La vida de Santos Chávez no fue nada de fácil y pese a todas sus adversidades logro hacerse un espacio en el mundo artístico. Como dijo acertadamente en su discurso el director de la fundación, no hay rastros en su obra formada por hermosos grabados, litografías, acuarelas, incluso murales, de rencor, o de algún tipo de reivindicación política, siendo él mapuche y un autoexiliado en la RDA. Santos Chávez se mantuvo siempre fiel a sus temas: el paisaje chileno, la naturaleza, sus recuerdos de niñez (caballos, cabritas) y lo relacionado con su pueblo araucano y las obras que tuve la fortuna de ver reflejan precisamente eso, paz, serenidad, equilibrio, reflexión, color y belleza. Sin embargo, y al ir pensando más en ellas encontré que finalmente el sentido de la libertad está muy presente, pero mostrado de forma diferente y me doy cuenta que el artista independiente del entorno que le toca vivir debe ser solo fiel con lo que él quiere decir, debe ser capaz de reflejar sus obsesiones, sus miradas incluso al margen de la contingencia, pues su único compromiso debe ser con la creación y en poder encontrar el camino y la forma adecuada para expresarlas y que todo eso  es lo que se llama libertad creativa.

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