LENGUAJE EN PANDEMIA
¿Importan las palabras? ¿Importan sus significados, sus alcances? ¿Cuánto poder tienen? ¿Nos condicionan? ¿Sabemos escucharlas? ¿Determinan el tipo de conversaciones que tenemos o que dejamos de tener?
Comienza este domingo, a no mediar un cataclismo electoral, a lo menos 2 años en que deberíamos empezar a conversar como país el tipo de sociedad que queremos que nuestros hijos reciban. Si tuviera que escoger alguna palabra que caracteriza las conversaciones que hemos tenido en Chile en los últimos tiempos seleccionaría la palabra intolerancia. Recordaba hace un tiempo cómo en los ochenta la cita atribuida a Voltaire: "estoy en completo desacuerdo con tus ideas, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlas" era la piedra fundacional de la libertad de expresión. Pues bien, de ahora en adelante tenemos la oportunidad de mejorar nuestro dialogo país y nuestras conversaciones y por ende nuestro grado de tolerancia con las opiniones disidentes a nuestro propio pensamiento, y es más tenemos la posibilidad de que esas ideas nos puedan seducir e incluso persuadir y hacernos cambiar de opinión. A eso le llamo yo diálogo y para eso tal vez sea bueno para los tiempos que vendrán conocer algunas distinciones en el lenguaje que ocupamos.
La primera vez que reparé en la importancia de las palabras fue hace más de 25 años en una formación en Gestalt que hice. En su magnífico libro Sueños y Existencia, Fritz Perls se refiere a la palabra pero y dice de ella: "Pero, es una palabra asesina. Dices sí...y luego viene el gran pero que mata todo lo que antes había en el sí. No le das oportunidad al sí.". Eres responsable, eficiente y trabajador, pero...Eres una bella persona, y cualquier hombre estaría feliz contigo, pero... Esa pequeña, pero gran distinción en el lenguaje, en el oculto significado que podía tener una palabra fue una primera aproximación al darme cuenta que sí, las palabras cuentan.
Otra muestra que incorporé después, especialmente con la educación de mi hijo fue con las palabras sí y no. Hasta el día de hoy intento hacerle notar, especialmente con los no que expresa, las oportunidades que se está perdiendo cada vez que lo dice. Dicho de otro modo, ¿cuantas posibilidades podemos abrir o cerrar para otros y para nosotros mismos sencillamente con decir la palabra sí o la palabra no?
Un grupo de palabras que intento tener siempre en la mira también son las generalizaciones, que siempre abundan, más en estos tiempos. Todos los políticos son malos. Nadie se preocupa por el otro; nunca hay justicia, siempre nos cagan; jamás cambiarán. Todas palabras que llamo totalitarias pues nos aprisionan y nos quitan libertad, al reducir nuestro espacio de acción y sobre todo de conversación.
Posteriormente, al comenzar mi formación formal como coach, aprendí que básicamente somos seres lingüísticos pues nos movemos en diferentes dominios de conversación. Los coach nos dedicamos a observar, a escuchar y a preguntar. Y sabemos que muchas veces nos definimos por las palabras y la forma en que las utilizamos. En las conversaciones que tenemos encontramos las claves para comprender mejor cómo somos cada uno.
Así descubrí ahora la palabra uno. Se utiliza a cada rato. Refleja un cierto grado de despersonalización: "cuando uno va donde..."; "es que uno siempre..." ¿Quién es ese Sr uno, que aparece en estas frases me pregunto? ¿Y qué pasa si cambiamos el uno por Yo? Debería pasar lo siguiente, que el comentario, o la opinión que estamos expresando adquiere responsabilidad, la hago entera mía, soy Yo el que está detrás. Nada mal, ¿cierto?
Hay diferentes palabras que utilizamos, algunas son mandatarías; debes hacer esto o aquello; otras reflejan cierto conformismo: es lo que hay; otras son juicios: tú eres así o tú eres asá y muchas otras veces confundimos opiniones con hechos y que finalmente hablan más de lo que somos nosotros, de nuestra particular forma de ver el mundo, del observador que somos, más que del otro al cual está dirigido nuestra opinión. Las palabras son como una ventana del alma humana.
Es por eso que se dice que el lenguaje crea realidad y que además crea acción, porque abre o cierra posibilidades. Creamos a través de las palabras mundos de sentido de realidad, dice el filósofo y coach Rafael Echeverría.
Yoda lo sabía bien...
En la película El Imperio Contraataca un aproblemado Luke necesita recuperar su nave hundida en el pantano.
-Ya nunca podremos sacarla- le dice Luke al maestro Yoda.
-Éste último susurra para su adentro, decepcionado: nunca se puede, es lo que siempre dices. Debes desaprender lo que has aprendido -le replica tajante a Luke- y a continuación se da este brillante dialogo:
Luke: está bien lo intentaré.
Yoda: ¡No! ¡No intentos! ¡Hazlo o déjalo! ¡No hay intentos!
Este es un ejemplo de la falta de compromiso que muchas veces tenemos en nuestro actuar diario, para con nosotros y para con el mundo. Los intentos.
Ese es el poder que se encuentra detrás de las palabras. Y esa es la invitación, a que desafiemos el lenguaje, nos apropiemos de su contenido y que tengamos mejores conversaciones para así entre todos construyamos un país mejor.
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RELATOS DE CUARENTENA
Non-FictionColumna de opinión sobre diversos tópicos, libros, política, cine, tv, personajes, memoria etc