AUSTERIDAD EN PANDEMIA

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AUSTERIDAD EN PANDEMIA

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AUSTERIDAD EN PANDEMIA

En tiempo de incesante e inclemente consumismo, estamos en vísperas de Navidad y no hay que ser un observador muy avispado para ver cómo la gente se desata comprando en estas fechas, hablar de austeridad puede sonar un despropósito. Sin embargo tal vez sea necesario hacer el contrapunto por que las cosas no fueron siempre así y este año la pandemia nos demostró que nadie sabe lo que el futuro nos tiene reservado cómo individuos y cómo sociedad.

Esto viene a cuento a raíz de dos cosas. Una fue una salida al extranjero hace un par de años que recordé, dónde para mi sorpresa y perplejidad se extravió mi equipaje del avión en el cual viajaba y por el lapso de 1 semana me vi enfrentado al despojo absoluto de mis bienes terrenales en materia de vestuario, de lectura y de gadgets. Así, sólo armado con lo básico y pasado el shock inicial, pude arreglármelas lo más bien y toda la situación la enfrenté de bastante buena manera -creo- hasta que aparecieron mis cosas.

Lo otro es que después de casi 8 meses volví a entrar a un mall y debo decir que no lo había extrañado para nada. De hecho mi comportamiento como consumidor se redujo de tal manera durante este año que si miro mi closet, mi cocina, mis muebles, nada ha cambiado, lo que me no me incomoda en lo más mínimo.

Éste incidente del avión, y mi visita al mall me hizo reflexionar en los diversos estilos de vida que hemos ido incorporando y donde la adquisición de bienes materiales, en muchos casos innecesarios, animado todo esto por una publicidad y marketing que no da tregua, se había convertido en un elemento central en nuestras vidas.

Pensé en mis padres por ejemplo. Ellos fueron en gran parte criados bajo el concepto de lo que podríamos llamar una canasta familiar básica, donde por una parte nada sobraba y la mayor parte del tiempo faltaba, sobre todo siendo parte de familias numerosas, toda una rareza en los tiempos que corren. La adquisición de algún bien nuevo era probablemente todo un acontecimiento y ese bien seguramente era utilizado hasta la eternidad o era traspasado o vendido a otra familia, pero pocas cosas tenían ese aire de desechabilidad que tienen ahora.

Además les tocó vivir el tiempo de la Unidad Popular donde cundía por una parte el desabastecimiento y el racionamiento y además estaba la escasez real de productos, hechos que marcaron probablemente a toda una generación.

Luego cuando las cosas parecían mejorar en materia de ingresos y estabilidad económica vino la feroz crisis económica del año 1981 y hubo que apretarse el cinturón de nuevo.

Yo pertenezco a una generación relativamente ajena a estos hechos y tangencialmente pudimos percibir ciertas cosas, pero básicamente somos hijos del capitalismo , aquel sistema político económico que nos gobierna por más de 40 años, y del cual nos habíamos convertido en agradecidos receptores de sus beneficios, que por supuesto los trajo, sobre todo en mejorar las condiciones materiales de la gente, pero con una serie de oscuridades y desigualdades que el estallido social puso de manifiesto demostrando que cómo sociedad no éramos tan felices ni estábamos tan bien.

Pienso que vivimos con muchísimo más de lo que realmente necesitamos y nuestros hijos también y en estos tiempos terribles nos dimos cuenta de ello. Por eso es que se me antoja importante, sobre todo en estas fiestas, poder transmitirles a ellos, a nuestros hijos, la verdadera cuantía de las cosas, que desde pequeños sean agradecidos con lo que tienen, inculcarles ciertos valores cómo la disciplina, la perseverancia, el esfuerzo si es que quieren obtener lo que desean y por qué no además imbuirlos, dando el ejemplo nosotros por cierto, de algún grado de austeridad, que no es otra cosa que ser sobrios y morigerados en el consumo ,que a diferencia del asceta quién se niega a los placeres materiales, sean capaces de disfrutarlos, pero sin que llegue a depender de ello su felicidad.

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