TWITTER EN PANDEMIA

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TWITTER Y PANDEMIA

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TWITTER Y PANDEMIA

"Carabineros torturadores, como los peores tiempos de la dictadura", fue uno de los tuits hechos el 2011 que le costó el futuro cargo a Nicolás Cataldo, quien se desempeñaba como Subsecretario de Educación (ahora fue designado Subsecretario de desarrollo regional) y quien iba a pasar a ser Subsecretario del Interior.

El año pasado Alexi McCammond fue nombrada como editora jefa en la revista Teen Vogue. Sin embargo, tuvo que renunciar a raíz de unos tuits de contenido racista y homofobos que había escrito... ¡cuando tenía 17 años!

¿Es correcto que un ciudadano, incluido servidores públicos, sean excluidos de una función o de un puesto de trabajo, independiente de sus aptitudes, por haber emitido una opinión en una red social?

Porque si entiendo bien eso es twittear. Es comentar algo, estúpido o genial en un máximo de 280 caracteres sobre un tema o persona.

Lo que debería importar realmente es, si Cataldo o cualquier persona es un sujeto idóneo para el rol designado. Y francamente un par de comentarios hechos hace 11 años atrás no deberían realmente importar. Y si ahora alguien quiere saber qué opinión tiene Cataldo de los carabineros, o Alexi McCammond sobre los homosexuales, pues bien, que le pregunten. Puede incluso que hayan cambiado de parecer.

Esto de ir a bucear en los tuits de las personas para rescatar alguna opinión inapropiada o fuera de lugar es una práctica que lamentablemente se ha ido haciendo cada vez más habitual en el mundo. Pero, lo realmente repudiable es la normalización de su uso para justificar los actos de cancelación o funa o inhabilitación que vienen a continuación. Como si el viejo dicho "esclavo de tus palabras" se hiciera verdad con grilletes y azotes. Lo que hay detrás de esta práctica es la vieja pretensión del control. Del control sobre otros. Y la posibilidad de censurar a alguien.

Me parece realmente insólita la importancia que se le da a esa red social.

No tengo twitter. Nunca lo he tenido. Y no me atrae para nada tenerlo. Reconozco su eficacia como fuente rápida informativa. Pero, también lo encuentro algo estrecho y sé de uso malicioso a través de bots para desinformar.

Tampoco – reconozco - que tengo una playlist en Spotify, y con lo que me gusta la música. Prefiero aun la sorpresa de cruzarme con una buena canción en la radio. O recordarla e ir en su búsqueda a YouTube.

¿Seré un bicho raro? Para nada. Simplemente he aceptado que puedo pasar de ciertas tecnologías y modas y que no pasa nada.

En su libro NO-COSAS, Chul Han habla sobre nuestra obsesión actual respecto a la información y los datos. Nos hemos vuelto todos infómanos, que es el término que él acuña. Es cosa de ver como nuestra televisión local en un giro copernicano paso en cosa de minutos de la coyuntura política más dura post plebiscito a un despliegue informativo farandulero y monárquico primoroso, dando de pasada a los del apruebo un respiro para que se lamieran un poco las heridas de la derrota.

A todo esto, la reina Isabel (que nunca cantó rancheras) me caía bastante bien. ¿Vieron la gente como se aglomeraba entusiasta para saludar al nuevo rey Carlos III?, (¡y todos sin mascarillas!). En gran parte creo que esta renovada popularidad de la fallecida reina y su corte se debe a la serie The Crow que la humanizó, y también a una cierta contracultura que ya la había convertido en un icono pop; desde The Beatles (que fumaron marihuana en Buckingham antes de ser condecorados por ella) pasando por Andy Warhol, que la inmortalizó en sus clásicas láminas poli cromáticas, o los furiosos Sex Pistol y su clásico "God Save The Queen" y pasando por los The Smiths con su imprescindible disco The Queen is dead, que predecía su muerte. Su muerte que me late predice otro fin, en la flemática política inglesa.

Volviendo a Chul Han, dice: "Hoy corremos detrás de la información sin alcanzar un saber. Tomamos nota de todo sin obtener un conocimiento, viajamos a todas partes sin adquirir una experiencia. Nos comunicamos continuamente sin participar en una comunidad. Almacenamos grandes cantidades de datos sin recuerdos que conservar. Acumulamos amigos y seguidores sin encontrarnos con el otro" ...y finaliza: "Hoy nos comunicamos de forma tan compulsiva y excesiva porque estamos solos y notamos un vacío. Pero esta hipercomunicacion no es satisfactoria. Solo hace más onda la soledad, porque falta la presencia del otro".

¡La reina ha muerto, viva el rey!

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