EROTISMO EN PANDEMIA

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EROTISMO EN PANDEMIA

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EROTISMO EN PANDEMIA

"El erotismo es la dimensión humana de la sexualidad, aquello que la imaginación añade a la naturaleza". Octavio Paz

Vuelvo a ver una película en blanco y negro del año 1953. Se llama "De aquí a la eternidad". En ella hay una escena, donde una actriz, guapa y hermosa, Deborah Kerr y un fornido y masculino actor, Burt Lancaster se besan vehementemente en una playa de Hawai, (Halona Cove), mientras están tumbados sobre la arena y las olas del mar envuelven sus húmedos cuerpos, y que es considerada hasta ahora el más apasionado beso en la historia del cine. Miro a mí alrededor y 67 años después pienso que todo el erotismo del mundo se ha difuminado. No quedan rastros de él. Ni siquiera existe una pisca de maldad flotando en el ambiente. No hay posibilidades de cruzar ningún territorio prohibido, pues todo contacto está negado. Todo lo que conocíamos como posible ya no existe. En ninguna parte. ¡Chao sensualidad!, ¡Chao fantasía! Ya nadie se besa en las calles. Ya nadie se besa en ninguna parte. Ni siquiera un mínimo roce casual está permitido. Se prenden inmediatamente las alarmas. Te puedes infectar. No se ven parejas furtivas bebiendo un café a la pasada. O en los parques. Las playas están desiertas. Así como los moteles. No hay coquetería. No hay seducción. Es imposible. No hay posibilidad de encuentros fugaces, romances pasajeros, juntarse con otros, con otras y ver qué pasa. La posibilidad de mostrarse, de ver y que te vean está vedada pues los locales para ello están cerrados. Me llega una invitación al correo de una Dj para una fiesta virtual vía zoom. Lo encuentro una penosa posibilidad. Bailar solo, desde el living de tu casa se ve un panorama patético, cuando justamente lo que tiene el baile, ese ancestral rito, es la comunión cercana de gente, agitando sus cuerpos por el frenesí de la música a todo volumen, sintiendo el contacto físico, buscándose a través de miradas casuales, dejando que el alcohol desinhiba los espíritus y que gatille la búsqueda del placer y de lo prohibido. Pero aquello también está vedado. Todo gesto seductor además ha desaparecido detrás de esas escalofriantes mascaras. Voy en el ascensor y sube una mujer atractiva cuyo rostro no veo, sólo percibo su incomodidad al entrar ante la posibilidad del contagio. Pienso que no hay espacio ni hay lugar para nada. Y si hubiera, ¿qué sería? Tendría que partir mostrando primero mi recuento de anticuerpos, que se ha hecho más importante incluso que tu HIV. Luego podría aspirar a tener una conversación subida de tono por video llamada. ¿Tal vez algo más? ¿Algún acto "osado", de tipo exhibicionista?, interrumpido abruptamente por la caída de internet o el congelamiento de la imagen. Otro penoso desahogo. Un mero consuelo para adolescentes. No. Paso. No hay posibilidad de incitación, ni siquiera de un vulgar coqueteo con esos disfraces para una fiesta del horror que portamos. ¿Puede haber una vida erótica si la sociedad en que vivimos producto de la pandemia la limita? ¿Podemos estar en el juego sin que exista juego? ¿Podemos cortejar o ser cortejados escondiéndonos detrás de máscaras sin fin? Si ya era difícil captar las señales antes ¿qué podemos esperar ahora? ¿Es posible el erotismo si hay miedo a enfermar? Si hay una careta de por medio. Si hay una rutina tediosa e idéntica día tras día. Si la ropa que te pones no importa mucho, si tu masculinidad o tu feminidad desaparecen o se minimizan cuando no puedes ver el rostro de la persona deseada. Creo que en la mirada esta todo. Mirar es parte del deseo y también es parte del amor. Miro alrededor mío en la fila de un supermercado. Todo me parece una película distópica. No logro distinguir nada parecido a un objeto/sujeto erótico (pienso en Buñuel y en esa película llamada "El obscuro objeto del deseo"). Lo mismo me sucede mientras manejo. De pronto descubro un rostro de mujer sin mascarilla en la luz roja del semáforo, pero es tal mi sorpresa por encontrarme con las facciones humanas de nuevo que lo atractivo del encuentro se difumina. El deseo huye. Se pierde en la soledad de las calles. ¿Cómo recordaremos esta etapa? ¿Cómo el momento en que el ser humano se transformó en un autómata? ¿Cómo el momento en que Eros descendió a los infiernos y se consolido el triunfo de Thanatos? ¡No! Me resisto a eso. Sería una tragedia. ¡Tenemos que salvar a Eros! Pienso en mi hijo de 14 años, en plena adolescencia. Y en tantos como él, descubriendo pulsiones que desconocía tener y sin tener la oportunidad de poder empezar a confrontarlas. No es sólo la educación formal que le ha sido arrebatada en este tiempo, también una parte de su educación sentimental se le ha negado. ¿Habrá historias apasionadas que nos contaremos en el futuro después de esta pandemia? Pienso que muy pocas. Nos consolaremos tal vez con algunas fotos insinuadoras; algún wazap provocador. Alguna conversación hot por celular. Todo a kilómetros de distancia de la verdadera pasión, deseo y fogosidad que se da en la posibilidad real de dos cuerpos conociéndose por primera vez en la intimidad física.

Miro la escena una vez más. Ella le dice en un momento: "nadie me había besado nunca como tú", mientras en su mano izquierda resalta su anillo de casada.

Esa, es la magia erótica que el virus se ha robado.

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