VIÑA DEL MAR EN CUARENTENA II

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VIÑA DEL MAR EN CUARENTENA II

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VIÑA DEL MAR EN CUARENTENA II

Para algunos(as) hablar de Viña del Mar es hablar de sus playas y mar. Curiosamente poco me baño en el mar, prefiero mil veces, la tranquilidad y la temperatura de los lagos del sur, y cada vez tomo menos sol. Hablar de Viña también podría ser hablar de su festival, pero toda esa parafernalia la detesto un poco (alguno bueno del Covid este año). Hablar de Viña tal vez sea para otros pensar en el casino, pero rara vez voy y no juego. Entonces, ¿qué es Viña del Mar?

Decía anteriormente cómo me llamó la curiosidad desde un comienzo los estudiantes con sus croquis dibujando en las calles. Lo otro que también me llamó poderosamente la atención fue la presencia de una significativa población de personas mayores, independientes, activas, preocupadas de su vestir, realizando diversas actividades ya sea culturales o de esparcimiento y que daba cuenta de un grupo etario que a pesar de los años seguía disfrutando. Pues bien, en Viña encontré también otras particularidades que intentaré explicar para los ojos de alguien, qué cómo yo no nació acá.

El primer aspecto para mí más destacable es su pasado histórico. Un pasado lleno de opulencia y riqueza y que se ve bellamente reflejado en las múltiples construcciones, casonas, mansiones y castillos que ha pesar del paso del tiempo (y de los bancos y farmacias) aún resisten como herederas de un antiguo esplendor y que pueblan la ciudad para el deleite de los amantes de la estética: el Palacio Vergara; el Castillo Ross; la sede del Club de Viña del Mar; el Palacio Rioja, el castillo Wulff etc. ejemplos magníficos de un periodo de la ciudad de mucho refinamiento y de una gran influencia europea que le confirieron a la ciudad un sello particular y distintivo, pero que producto del boom inmobiliario desatado, desregulado y mal planificado empezó a perder, y que la convertían antes en una ciudad especial, similar a Mónaco o Montecarlo.

Lo segundo que resaltaría es la presencia de la Armada de Chile. Aunque la comandancia en jefe está ubicada en el puerto de Valparaíso, sin duda la presencia naval cruza transversalmente ambas ciudades extendiéndose más allá de sus límites geográficos. La Armada penetra en diversos estratos y sectores y le ha otorgado un cierto rasgo a la ciudad, de la cual sus integrantes y familiares se sienten sin duda muy orgullosos.

El otro ámbito ineludible para cualquier observador es el carácter de ciudad turística que sin duda definió mucho de su desarrollo anterior pero que también, considero, le ha traído en la actualidad ese desorden urbano y esa cierta pérdida de identidad de la que hablaba.

Uno de los acontecimientos con que comienza éste hito de convertirse en la ciudad balneario por excelencia, especialmente de las clases acomodadas de la época es la creación del tendido del tren en 1855. A esto se sumó el terremoto de 1906 que destruye Valparaíso y hace resituarse a un buen número de inmigrantes, que bajan de los cerros para establecerse ahora en el plan viñamarino y finalmente como corolario está la inauguración del casino en 1931. Incluso se ha llegado a recordar ese periodo de esplendor cómo la "Belle Epoque".

Dicho lo anterior ¿Qué es lo que ofrece esta ciudad del punto de vista turístico ahora para seguir ejerciendo esta fascinación? ¿Por qué ejerce ese poderoso imán sobre las personas, sobre todo en verano? ¿Es debido a lo bello de su entorno? o ¿a su poderosa infraestructura turística? ¿Será tal vez la amabilidad de su gente? ¿Será su clima? ¿O habrá algo de esnobismo o siutiquería también?

No quiero ser un malagradecido, pero Viña del Mar primero no es una ciudad de grandes paisajes. En ese sentido –y en otros– Valparaíso es mucho más deslumbrante por su entorno. Ni que decir si se lleva a cualquier persona a conocer los lagos y volcanes del sur, o a San Pedro de Atacama por el norte, literalmente podrían alucinar.

Se supone que lo fuerte de la ciudad serían sus playas pero digamos francamente que la calidad de estas no es tan buena, no tienen una arena excepcional y la mayoría tiene prohibición de nadar por su peligroso oleaje y ni que decir de la temperatura de sus aguas cercana a la congelación. Sumado a esto tenemos la ausencia casi constante por algunos periodos, del sol en su plenitud, tapado gran parte del día por gentileza de la querida vagüada costera.

Del punto de vista cultural la oferta es limitada y se expresa en la siempre clásica feria del libro, un par de obras de teatro de gusto masivo, y los conciertos de música clásica en la Quinta Vergara. Y si hablamos de entretención hay un pastiche de múltiples manifestaciones todas (la mayoría) de dudoso gusto; es cosa de darse una vuelta y recorrer la proliferación de carpas que existen al lado del ya clásico estero que también hay que decirlo sigue feo y maloliente.

La movida nocturna no es mucho mejor. Pasar la noche cantando karaoke, chillando como hiena con el reggaetonero de moda en el festival, o yendo de pub en pub (¡todos iguales!) dirigidos a un público mayoritariamente juvenil es penoso y vergonzante, si es que a uno le queda algo de amor propio.

Entonces...

....salgo a caminar por la Avenida Perú. Recorro los restaurantes de la calle San Martin. Camino por la Av. Libertad y el casco antiguo de la ciudad, paso por el casino, abierto con aforo y horario reducido, recorro la siempre bulliciosa calle Valparaíso, voy a Reñaca, transito a pie toda la extensión de la playa Los Marineros. Lo que veo es gente feliz, a pesar de la pandemia, indiferente a los tacos, disfrutando y pasándola bien cómo pueden, cada uno en su estilo y concluyo dos cosas simples: que la gente necesita (necesitamos) vacaciones para desconectarse, aunque sea un par de días de su realidad y de su rutina y que Viña tiene algo, y a fuerza de no encontrar una palabra mejor utilizaré mágico, que cautiva y seguirá cautivando - estoy seguro - a la gente para venir para acá.

Estaba profundamente equivocado. ¡Viña siempre encanta!

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