LLAMADAS TELEFÓNICAS
¿Se han fijado en el revival que han tenido las llamadas por teléfono?
En tiempos de máxima comunicación, donde los celulares nos acercaban con los lejanos y nos alejaba con los cercanos, todo esto mediante mensajes de texto, mensajes de voz, wazapeos varios, la llamada clásica por teléfono se fue haciendo cada vez más rara y a mi modo de ver iba en franca retirada.
La mayoría de las veces cuando sonaba tu teléfono, algo raro ya, era de un número generalmente desconocido para pedirte algo. Desde que pagaras tus cuentas atrasadas; ofrecerte algún producto financiero; invitarte a consumir o a lo sumo situaciones propias de tu trabajo. Escasamente eran de alguien cercano que quería saber simplemente de ti. Algún familiar. Algún amigo o amiga que quería charlar, contarte sus cuitas, o simplemente desahogarse. Porque si te nacían unas ganas irrefrenables de saber de tu amada o amado, qué estaba haciendo, dónde estaba y en algunos casos con quién, para eso tenías tu fiel wazap que podías acompañar con un simpático emoticon, o apropiado gif, para decirle cuanto la o lo quieres o extrañabas.
Bueno todo esto está cambiando brutalmente gracias a ya saben quién. Nuestro inefable coronavirus.
Gracias a él hemos ido lentamente valorando ciertas conductas que nos llevan a acercarnos nuevamente a aquellos que la propia tecnología nos había hecho distanciarnos (oh paradoja), y ocurrió que tuvimos que salir a lidiar en cierta forma con nuestra soledad, ya que el distanciamiento social llegó para quedarse un buen rato, por lo que hemos sentido la necesidad apremiante de retomar el contacto básico que los seres humanos siempre hemos tenido a mano y que es el lenguaje (ya sabemos que el contacto físico está vedado).
Queremos hablar.
Queremos que nos escuchen.
Queremos – ahora- nuevamente – en un salto espaciotemporal que nos lleva prácticamente a los tiempos de Graham Bell, compartir nuestras emociones y sinsabores pero, ya no en forma de memes y cadenas sino que mediante las palabras dichas. No escritas. Por eso, partió, todo a mi modo de ver, que es un modo de ver precario, en un aumento primero en los mensajes de voz. Ya empezaron a ser insuficiente los textos escritos que antes usábamos – mezquinamente, hay que decirlo- incluso para saludar en un cumpleaños, por lo que el mensaje de voz cobro notoriedad pero, con sus inconvenientes. Si muchas veces nos lateaban ciertos escritos de texto imagínense tener que escuchar una voz monocorde, y prolongada, se parecía en algo a tener que bailar con la hermana(o).
De pronto necesitamos nuevamente un receptor al otro lado de la línea pero, que interactúe ahora con nosotros de una forma inmediata, necesitamos volver a oír una voz, que esté en otro lugar y que nos diga cómo es ese lugar, en algo que tiene mucho de acto poético – ya que tampoco nos podemos desplazar físicamente- y necesitamos volver a escuchar, que es muy importante, muy importante por si no lo saben pero, además también volver a preguntar, que es todo un arte.
Pero se ha agregado un elemento nuevo a este revival comunicativo. Ya no es suficiente esta clásica ecuación emisor/receptor ahora cada vez en forma más seguida pero, aquí está la diferencia, cada vez en forma más natural, el uso de la comunicación virtual (videollamadas) está teniendo más y más adeptos. Queremos ver ahora a nuestro(a) interlocutor(a). Hemos sido capaces de vencer nuestra natural timidez a la cámara y enfrentarnos – despojados - cara a cara con el otro, que somos finalmente nosotros mismos.
Es curioso pero alentador constatar, una y otra vez como mediante el lenguaje, el diálogo y el tipo de conversaciones que sostenemos, sofisticadas o no, tecnológicas o no, encontramos, las claves para comprender finalmente como somos cada uno. Nada mal.
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RELATOS DE CUARENTENA
Non-FictionColumna de opinión sobre diversos tópicos, libros, política, cine, tv, personajes, memoria etc