INTOLERANCIA Y FUNAS EN CUARENTENA
"Estoy en completo desacuerdo con tus ideas, pero daría gustoso mi vida por defender tu derecho a expresarlas" Voltaire
¿En qué casos, amenazar, amedrentar, asustar, e insultar a otro porque no se comparte su opinión será lícito y no merecedor de condena? Se preguntaba con sarcasmo el rector Carlos Peña en una carta en El Mercurio dirigida a la mesa del senado esta semana. Esto a raíz de una declaración poco feliz del Parlamento donde condenaba las prácticas de descalificación y decían a continuación: "...en muchos casos ilícitas".
¡Muchos casos! apuntaba con celeridad el rector y luego con astucia señalaba: "no en todos los casos, sólo en muchos de ellos"
Vaya imprecisión.
Si hay algo que detesto de estos tiempos es el uso de la funa como medio para amedrentar o intimidar o denostar a una persona. Si es anónima peor. Y si es en patota aún más. La encuentro miserable, matonesca y cobarde, por muy bien intencionada que esté.
En tiempos de la dictadura existía una revista de oposición llamada Hoy, y en su sección de cartas estaba el epígrafe de Voltaire con el cual abrí esta columna y el cual, a una generación como la mía, se nos grabó a sangre y fuego. La lucha por la libertad de expresión fue un asunto crucial y luchamos por ella sin ambigüedades y con decisión.
Vaya cosa entonces, en estos tiempos "modernos", si subes un contenido no apropiado para las tendencias bien pensantes que imperan ahora, que van desde la ecología profunda a los asuntos de género; desde el tema racial, pasando por el animalismo, el clasismo y todo un largo ismo.
Supongan sólo por un rato y a modo de ejemplo; qué pasaría si yo saliera en este espacio en apoyo de Donald Trump o de Piñera. O a defender las corridas de toros. O a estar a favor de la pena de muerte. O a hablar de los excesos en que ha caído el #MeToo. O a rechazar la pretendida imposición de tener que usar un lenguaje inclusivo.
¿Cómo me iría?
Estoy seguro que rápidamente estas opiniones serían sometidas a censura, escarnio, burla, descalificación y un largo etc. Tan solo por el hecho de ser políticamente inconvenientes o incorrectas para los tiempos que corren. Y dependiendo de la "gravedad" de los hechos y de tu lugar en el entramado social, podrías recibir amenazas más serias, que incluirían visibilidad de tu domicilio, invasión de tu privacidad y exposición de tu familia, y tu vida correría incluso peligro.
Y todo esto por opiniones. Opiniones se entienden enmarcadas en un cierto marco ético y moral en el cual cada individuo se mueve. Opiniones que no hacen ni mucho menos fomentar, conductas ilícitas o criminales.
Simplemente son opiniones.
Tus opiniones.
Sin duda que como sociedad hemos avanzado muchísimo en diversos aspectos y en buena hora, como se dice. Pero tal cómo, lo señalaron esta semana también un grupo de intelectuales españoles, se está haciendo un uso perverso de las causas justas por estas nuevas ideologías en boga. Y se quiere acallar por medios coercitivos la libertad que tienen las personas de decir lo que piensan, lo que es profundamente antidemocrático. Lo que muestran estas conductas, es una pretendida y peligrosa superioridad moral, que se arrogan aquellos que censuran y funan, con el argumento falaz, a mi modo de ver, de la justicia de sus causas (por la que incluso pueden justificar el uso de la violencia) sacrificando por eso la libertad de expresión.
La semana pasada mi hijo subió un contenido a su red social, que había replicado de otro sitio, y rápidamente alguien (el usuario bien pensante) le señaló lo inconveniente (para él) de su posteo. Mi hijo prefirió bajarlo pero, estuvo preocupado todo ese día de que no lo fueran a funar.
Estamos hablando de chicos y chicas de 13, 14, 15 años, que ya están inmersos en esta cultura de la funa.
Lo mismo, me temo, está sucediendo en adultos, como nosotros. Detrás de cada comentario que emites está creciendo – me temo- un pequeño auto censurador que en estos tiempos te dice al oído si es adecuado lo que vas a decir o escribir. Porque sabes que a la vuelta de la esquina puede estar el matón de turno, para caerte encima con sus descalificaciones violentas, porque tu opinión es incómoda para él y no coincide con la suya.
¿Es esta la herencia cultural que le quiero dejar a mi hijo?
Claro que no.
Insistiré e insistiré en transmitirle la importancia del diálogo, de la tolerancia, de la importancia de debatir las ideas, de lo necesario de los argumentos para así intentar persuadir al otro, e incluso algo más bello, de estar abierto a dejarse persuadir por aquellas mejores razones.
¡Ah! y por supuesto, el de ser valiente y no dejarse intimidar por nadie al opinar.
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RELATOS DE CUARENTENA
SachbücherColumna de opinión sobre diversos tópicos, libros, política, cine, tv, personajes, memoria etc