CERATI Y PANDEMIA

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CERATI Y PANDEMIA

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CERATI Y PANDEMIA

Si la vida fuera justa, este pasado jueves 11 de agosto Gustavo Cerati hubiese cumplido 63 años y tendríamos a un artista probablemente en la plenitud de sus condiciones, creando nuevos mundos sonoros para descubrir y arropándonos con sus letras sugerentes.

Si la vida fuera predecible – y por ende aburrida – posiblemente tendríamos a Cerati sacando un disco en estos momentos, y estaríamos comentando de lo joven y buenamoza de su última novia con la que lo vieron en un restaurant en Palermo.

Si en la vida existieran los milagros, todo aquel penoso incidente de su accidente cerebro vascular sería una parte de su anecdotario y hubiéramos leído que lo primero que Gustavo hizo después de despertar de su coma fue abrazar a su madre y pedir una guitarra.

Si en la vida hubiese más tipos talentosos, componiendo, escribiendo, haciendo este mundo un lugar mucho más placentero no echaríamos tanto de menos a unos Ceratis o a unos Bolaños.

Si en el diseño de la vida de este universo inconmovible hubiese contemplado cuotas permanentes de felicidad y alegría no echaríamos tanto de menos a aquellos que nos deleitaron con su arte.

Si la vida tuviera puros finales felices Cerati aun tocaría con Soda Stereo, seguiría casado con Cecilia Amenábar y Benito (el hijo) seria ya un consumado músico que incluso acompañaría a su padre de gira.

Si la vida fuera perfecta probablemente en su primera flebitis, Gustavo hubiera seguido las indicaciones de su doctor; hubiera dejado el cigarrillo, hecho más deporte, hubiera dejado de meterse cosas por la nariz y se hubiera empezado a acostar más temprano.

Si la vida fuera un lugar amoroso en donde nadie daña a nadie y no existieran corazones rotos, ni rupturas tristes, canciones cómo Torre de Marfil no tendrían ninguna razón de ser.

Si la vida fuese solamente un tránsito ingenuo por estados ordinarios de realidad, canciones cómo Planta no se podrían entender.

Si la vida fuera como una manada donde entre todos nos cuidamos y nos protegemos, no necesitaríamos la compañía de un autor que nos haga creer que finalmente no estamos tan solos. Aunque lo estemos.

Si la vida no fuese una sucesión de hechos impredecibles, no podría imaginar que a mi hijo le empezara a gustar Cerati y la versión unplugged de Ángel Eléctrico lo trastornara tal como lo hizo.

Si en la vida fuésemos capaces de crear y autoabastecernos de nuestro propio universo artístico, no necesitaríamos la presencia de cantantes o escritores o directores que iluminaran la vida, que corrieran fronteras y anexaran territorios con sus creaciones y que nos acompañaran en este tránsito, por este mundo indiferente.

Si la vida fuera sensata, ya nos hubiéramos sacado las mascarillas de una buena vez, y Zeta y Charly Alberti no serían capaces de salir de gira sin Gustavo.

...y si la vida (mi vida) fuera una especie de película, tendría una banda sonora, entonces cuando llegara a su fin en los créditos finales deberían aparecer a lo menos un par de canciones de Gustavo Cerati.

Pero, ya lo ven, la vida no es ninguna de estas cosas, es incierta y es errática y lamentablemente nunca nos devolverá a Cerati, pero nos queda el consuelo de haberlo conocido y sobre todo el sonido indeleble de sus canciones que sí sé, estoy seguro, se seguirán escuchando por mucho, mucho tiempo.

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