RECUERDOS EN CUARENTENA

67 2 0
                                    

RECUERDOS EN CUARENTENA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

RECUERDOS EN CUARENTENA

"Nadie tiene por qué saberlo" : Marianne, Normal People

Algunas cosas nos pasaron. Otras las soñamos. O escuchamos de ellas. Pero eso fue hace muchos años, cuando éramos adolescentes. Otras en cambio sí nos sucedieron a todos. Fue en la época del colegio. En el barrio al cual pertenecíamos. También pudo ser en aquellas vacaciones que duraron aparentemente tan poco. Teníamos 12, 13, 14 años. Éramos chicos. O éramos chicas. Éramos tímidos. Escuchábamos música. Al igual que ahora. Al igual que antes. Pero otro tipo de música. Diferente. Mirábamos cosas que entonces nadie veía. Una flor. Una pelota de plástico. Éramos tímidos, ya lo dije. Pero no siempre. A veces éramos rudos (as). Éramos alegres y también a ratos tristes. Y nos deleitaban los duraznos con crema, y odiábamos las lentejas y le contestábamos a veces a papá o a mamá.

Era rico tener hartos amigos (as). La pandilla era fundamental. Y podíamos estar solos por horas. Nos gustaba jugar, imaginar mundos diferentes. Las cosas en nuestras manos tomaban vida. Comenzaban a moverse e incluso podían hablar. Peleábamos con nuestros hermanos mayores o menores si los teníamos, o conversábamos con hermanos imaginarios. O con nosotros mismos. Con despreocupación.

Nos gustaba escuchar cuentos y jugar a las bolitas o a la pelota o jugar con muñecas y pintarnos como lo hacía mamá. También subirnos a los árboles. A veces teníamos miedo. Mucho miedo. La oscuridad nos asustaba. Y nos tapábamos con las sabanas esperando que pasara el terror. No nos gustaba escuchar pelear a los papás. Y nos encantaba juntarnos con los primos y las primas. Tuvimos abuelas estupendas de esas que sabían hacer pan amasado. O empanadas gallegas. O ñoquis. O strudel de frambuesa. Y tal vez también por ahí una tía solterona que nos cuidaba de niños.

Vivíamos en pueblos chicos de nombres raros o en ciudades enormes. Éramos morenos (as), blancos(as) o rubios(as). Y un día de verano, de invierno o de primavera nuestro cuerpo comenzó a cambiar. Algo sucedió. Nos agitamos. Y la sangre, nuestra sangre, comenzó a circular un poco más rápido. Pero sólo un poco, digamos una centésima de segundo más rápido. Algo imperceptible para el ojo humano. Pero sucedió. Y fue una orden directa del cerebro. Y que hizo bombear con más fuerza al corazón. Y la vida siguió trascurriendo. Aparentemente igual. La misma rutina. La misma inocencia. El mismo candor. Pero la mirada cambio. El otro, la otra apareció de improviso en nuestros radares. En nuestro mapa. De una forma que no lo había hecho antes.

Hasta que llegó el momento. Mágico. Irrepetible. Ese instante que es un mundo. Único. Una noche. Un día. Un atardecer. Entre el tupido follaje de una alameda. En el recreo, detrás de donde vendían los berlínes. O dentro de la sala de clases. O en la esquina de la calle. En la fiesta del colegio. O en la casa de uno de tus amigos (as). En tu propia casa incluso. En el asiento trasero de un auto cualquiera. En aquella fogata. En la playa. En el lago. En ese campamento al cual no querías ir.

Y fue robado. O buscado. Y duro poco o duro mucho. Pero fue suave incluso dulce, aunque algo torpe tal vez. Pero eso a nadie le importó. No temblamos, bueno, ¡sí temblamos!, pero por dentro, sin embargo no huimos. Disfrutamos. Esa sensación nueva. Que te elevó del suelo. Cerrando los ojos o manteniéndolos abiertos, todo el rato.

Pero estoy seguro que, independiente de cómo fue aquella primera vez, ya a solas contigo, mientras afuera, en la noche tibia o fría corría una brisa ligera y los grillos cantaban o la nieve caía o el sonido del mar se escuchaba con más fuerza, acostado(a) en tu cama, en la más completa oscuridad, sin voces alrededor con solo el recuerdo de ese momento, zumbando como abeja en tu cabeza, pudiste revivir íntegramente tu primer beso y grabarlo para siempre en tu memoria.

RELATOS DE CUARENTENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora