CARTAS EN PANDEMIA

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CARTAS EN PANDEMIA

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CARTAS EN PANDEMIA

Me acabo de enterar de que voy a ser papá de nuevo. Y nada menos que de una niña que es algo que también anhelaba mucho. Se llama Luisa, viene de Alemania y tiene 15 años y a contar de junio, que es cuando llega a Chile será oficialmente la hermana de mi hijo, pues viene por intercambio escolar durante algunos meses. A su vez mi hijo en noviembre volará a la casa de ella, a la ciudad de Gundelfingen en el suroeste alemán donde vive el resto de su familia para pasar un tiempo similar.

El día Lunes Imanol, nos contó a su mamá y a mí que había sido seleccionado y de pasada honrado por su colegio para realizar el codiciado intercambio, pues las familias en Alemania este año eran muy escasas. Y el día martes mi hijo me mostró la carta, sí, carta, no mail, que había enviado Luisa el año pasado presentándose y dando a conocer cuáles eran las razones de su deseo de venir a Chile. Por su parte mi hijo había tenido que hacer algo similar. En esta carta Luisa habla de su familia, de su ciudad, de sus gustos y de sus mascotas (tiene 2 conejos). Todo está escrito en español y con una letra clara y de hermosa caligrafía. Adjuntaba un par de fotos donde aparecía ella con una maravillosa sonrisa, junto a sus padres y hermana y obviamente sus conejos: Corelie y Charly. Mientras leía esa carta de esta personita que yo desconocía totalmente, se me humedecieron los ojos. De pronto una niña al otro lado del mundo, en un continente asolado por una guerra, en un planeta invadido por la pandemia, deseaba viajar miles de kilómetros y venir conocer mi país, deseaba conocer a mi familia y convertirse de la noche a la mañana en la hermana de mi hijo Imanol.

Toda la noticia me ha llenado de una emoción que me es difícil de explicar.

Siempre recuerdo el comienzo del gran Gatsby: "Cuando sientas deseos de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las oportunidades que tú has tenido". En mis tiempos escolares el único intercambio del cual supe de su existencia fue la AFS (American Field Service) una red intercultural que apenas rozo mi interés adolescente, lo mío era jugar a la pelota, pero que significaba, aparte de la clásica campera de colegio americana con la que los chicos volvían, una tremenda experiencia de vida de la cual yo nunca visualicé del todo. Posteriormente he conocido personas que tuvieron la oportunidad de viajar por intercambio y cuyas conclusiones en la mayoría de ellos es que fue una experiencia enriquecedora y que se atesora para siempre. Por lo que estoy seguro que toda esta aventura que recién comienza será puro aprendizaje para estos 2 hermosos adolescentes y sus respectivas familias.

Hablo con mi santa madre por teléfono para contarle lo de mi hijo y ella tiene otra historia de misivas para relatarme. En una revista religiosa, Despertad se llama, venia dentro una carta escrita de puño y letra por la persona que la distribuía donde invitaba a participar de las actividades de la congregación. Además, venia un número de teléfono. Muy emocionada mi madre me contó cómo se había atrevido a llamar al número para agradecer que se hubiesen tomado la molestia de escribir y contactar así a personas anónimas, pues se notaba que eso lo hacían individualmente en cada ejemplar. Finalmente, después de una larga conversación, la persona al otro lado de la línea le dijo a mamá que era Dios que había querido comunicarse con ella.

Hace años que no recibo una carta. Y hace un montón que no escribo una. Y lo hice mucho. Tengo aún guardadas muchas cartas significativas. No es solo el mensaje que viajaba a través de ellas. Era la textura del papel, su color, era el tipo de trazado, los borrones que había, el color del lápiz, la caligrafía, el tipo de sobre en el cual iba, las estampillas pegadas de una cierta forma, la dirección escrita de aquellos lugares donde habitabas entonces. Eso, pienso, era lo mágico que tenían las cartas, junto al hecho que tu podías imaginar a esa persona en completa soledad, muy concentrada en poder escribir de una buena forma las ideas que quería transmitir. Así creo que lo hizo Luisa tal vez por primera vez en su vida rodeada por la vegetación y los macizos de la selva negra en Alemania y así lo hizo también mi hijo en su habitación mirando el inmenso océano que también a él lo rodeaba.

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