MI BIBLIOTECA EN PANDEMIA

35 0 0
                                    


MI BIBLIOTECA EN PANDEMIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MI BIBLIOTECA EN PANDEMIA

Para Osvaldo, bibliotecólogo del Hospital Naval

Estoy pasando por la resaca de la pandemia. Un cansancio existencial, sin causa aparente. Me veo con cierta dificultad para volver a socializar, por ejemplo. Prefiero quedarme en casa. En mi ocupación experimento una especie de lentitud. Trabajo en un hospital y los días de adrenalina han ido quedando atrás. De pronto pareciera que el enemigo se bate en retirada. ¿Y ahora qué?, escucho preguntar a una vocecita interna.

Me pongo a ordenar y limpiar mis libros. Compré otro librero. Básicamente los tengo agrupados en dos grandes categorías: Fiction y No Fiction. Así, en inglés. Y reunidos por autor. Tengo alrededor de unos 170 libros. Es una cifra variable. Movediza. De repente me acuerdo de alguno y me doy cuenta que ya no lo tengo. Que fue prestado y no devuelto. No soy un comprador compulsivo. De hecho, le he estado haciendo el quite a comprar novelas desde hace rato. Me gustan mucho más últimamente las biografías. Y estas por lo general son más caras.

En fin. Haciendo esta tarea me dieron ganas de llevar un registro de todos ellos, por lo que diseñé una planilla Excel -nada muy sofisticado- donde registré el título, el nombre, el autor, la editorial y el número de páginas. La fecha de adquisición no era necesaria pues la pongo siempre en el libro.

Ha sido un proceso largo que me ha llevado varios días, pero del cual resulté bastante satisfecho. Además, diré que no ha sido para nada tedioso ni aburridor como se podría suponer. Realmente me divertí bastante catalogándolos. Es largo, porque en la mayoría de ellos me quedo un rato hojeando sus páginas, releyendo las frases o párrafos subrayados o destacados (en amarillo o verde fluorescente) que realicé en ellos, en sus primeras lecturas; hábito que conservo hasta el día de hoy. Soy un convencido que un libro, cualquiera sea éste, el marcar o destacar aquella frase que te emociona, te interpreta, o te perturba es casi una obligación moral. Además, me tropezaba dentro de sus hojas con recortes de prensa, en un papel ya amarillento, con las reseñas típicas o alguna entrevista destacada del autor que yo mismo había puesto. ¡Un festín!

Lo otro que hice fue un registro, eso sí ahora mental, que si en caso de incendio u otra catástrofe, cuáles serían los libros que merecían ser rescatados a como diese lugar. En esta categoría se encuentra mi colección de 3 libros de Emilio Salgari y las aventuras de Sandokan, El tigre de la Malasia. Aventuras de piratas y corsarios que hicieron mis delicias en la infancia, y que estoy seguro motivó tempranamente mi gusto por la lectura. Están encuadernados en tapa dura, enchapados en cobre, con unas hermosas ilustraciones hechas en tinta negra. Una verdadera joya, editada el año 1964 por editorial Amauta. También me gustaría rescatar uno de Fuguet, autografiado. Otro de Carver que su lectura siempre me inspira. Los restos del día, de Ishiguro, of course. Y uno de Carlos Cerda (Morir en Berlín), que recuerdo haberlo leído con emoción y que le tengo un particular cariño.

Diré que estoy bastante orgulloso de mi pequeña biblioteca. Me inquietó leer alguna vez que Bolaño alentaba el usar, si era posible un libro como almohada cuando el sueño arreciaba, pues era una práctica que pensaba sólo yo realizaba.

En estos momentos tengo un paciente hospitalizado por un derrame pleural, que es un gran lector, y que, en mis visitas diarias, junto con hacerle sus ejercicios respiratorios habituales nos ponemos a hablar de libros y autores. Disfruto mucho esas idas a verlo.

Amo los libros. Conversar de ellos. Su olor cuando están nuevos. Tocarlos. Una chica con la que salí alguna vez me dijo que yo tenía un tropismo con las librerías pues cada vez que pasábamos por alguna yo me detenía. Me hizo mucha gracia.

Finalmente, me gustaría que mi hijo se interesara por los libros, pero estoy consciente de que eso pueda que no suceda. No es nada para morirse. De hecho, la mayoría de la gente que conozco no lee libros y es gente bastante feliz. En lo que sí seré inclaudicable en intentar crearle el hábito de la lectura, y al igual que Vargas Llosa lo hizo con sus hijos, lo sobornaré con dinero con tal que lea: $10.000 por El guardián entre el centeno, de Salinger. O el Werther de Goethe. $30.000 por Moby Dick de Melville. $80.000 por mis 3 tomos del corsario negro.

RELATOS DE CUARENTENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora