EDUCACIÓN Y PANDEMIA

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EDUCACIÓN Y PANDEMIA

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EDUCACIÓN Y PANDEMIA

Durante los casi 15 años en que hice clases en la Universidad mi fantasía catastrófica era llegar a la sala y que se hubiera cortado la luz. Esto significaba que mis preparadas y cuidadas clases, con muchas fotos y poco texto en lo posible, pero seguramente muy numerosas en slides y con un profesor a ratos inspirado, pero que también lateaba se podía ir a pique en segundos si no había electricidad, pues eso implicaba que llegaba la hora de improvisar. Y resulta que el profesor no era muy memorión, tampoco tenía el don de la palabra, pero si le sobraba oficio y formación (magister en docencia universitaria) y también valor así que estaría obligado a aperrar. Afortunadamente eso nunca sucedió. Siempre tuve electricidad. Y tuve mi querido power point y a mis clases a salvo. Pero, sobre todo tuve a mis alumnos y alumnas a los que recuerdo y atesoro siempre. Algunos de ellos incluso me acompañan hasta el día de hoy.

Mi hijo me habla de que lo hicieron ver la Sociedad de los poetas muertos en clases. Vaya película. Me gusta ser un poco el héroe de mi hijo si se puede... cuando me cuenta le hablo de Walt Whitman y su ¡Oh Captain! My Captain y él me mira algo asombrado por yo saber de eso. Ni por cerca soy erudito en Whitman, pero sé de lo que habla ese poema y de la importancia que tiene en la cinta por lo que es un buen punto de partida para conversar sobre la peli, de la iluminadora actuación de Robín Williams, pero sobre todo de la gran diferencia que hace en la educación contar con un buen e inspirador profesor (a).

Durante este tiempo de pandemia zoom fue la estrella que se agigantó. De pronto todo se hizo por zoom. Ya no era necesario desplazarse. El otro, la otra llegaba a la pantalla en tu domicilio. Podías tener telemedicina. Podías realizar teletrabajo. ¿Tus clases de yoga? Pues bien, a través del compu. ¿Las reuniones del colegio?, ahora en la comodidad de tu hogar. Charlas y cursos por doquier. ¿Mis sesiones de coaching?, ahora conectado en línea con clientes de Frutillar o Calama. Por supuesto todas las clases de los colegios. Y las universitarias ya sea de pre o post grado. Fue realmente un cambio de paradigma adecuarse y creo que en mayor o menor medida todos fuimos flexibles y resultó. Pero, ya fue suficiente. Ya me tiene algo lateado el formato. Y creo que se ha estirado demasiado y no siempre con tan buenos resultados.

Dos potenciales clientes me lo advirtieron en enero. Querían sesiones de coaching, pero presenciales. Habían pasado los últimos años en teletrabajo y necesitaban la presencialidad. Sobre todo, si era relacionado me dijeron con su crecimiento personal. Les encontré toda la razón. Así que ahora estoy abocado a encontrar consulta.

Pero, donde creo que el tema no da para más es en materia educativa. Ya nada justifica, salvo criterios económicos de la institución y de comodidad de los docentes y de los estudiantes que la formación académica no vuelva en plenitud a la presencialidad.

En el hospital donde trabajo recibimos a estudiantes en práctica nuevamente. Llevamos muchos años haciéndolo. Es su última pasada antes de recibirse profesionalmente. Hay unanimidad en el equipo de profesores que el nivel de conocimiento este año ha estado bajísimo. Son los hijos del zoom.

Las cifras están ahí y son indesmentibles...por ejemplo el promedio de notas de enseñanza media subió 9% durante la pandemia. Este crecimiento apuntaría a una "inflación" de los resultados académicos, asociados a las clases telemáticas, dicen los expertos en educación nacionales. Por otra parte, el Banco Mundial señala: "La pandemia de COVID-19 ha agravado la crisis del aprendizaje, y es probable que el impacto en el capital humano de la actual generación de estudiantes se prolongue". Entre otras razones, creo yo por generar contenido, conocimiento y evaluaciones sin contar con la presencialidad.

Siempre he creído que el verdadero reto para los que hacemos clases es apoyar y enseñar dirigidamente a los que le cuestan más. Ahí es donde se ve la real valía de un docente y no necesariamente enseñándole a los más listillos, ellos siempre de alguna forma aprenderán. Toda esa sutileza en la enseñanza se ha perdido por el aula virtual. Por eso es que en estos tiempos de cuasi normalidad me parece que luchar por el retorno a la presencialidad, por el regreso a la bendita aula real, en todo nivel académico se hace un deber moralmente ineludible.

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