PROVIDENCIA Y PANDEMIA
"Providencia puede ser azar" G. Cerati
Me voy unos días a Santiago con mi hijo de vacaciones. Me hospedo en un hotel que queda en la calle Almte. Pastene, en la comuna de Providencia. De niño, 13 a 14 años app, estuve viajando periódicamente, al principio acompañado de mamá, pero después solo, desde San Felipe a Santiago a ponerme unas vacunas para tratar mi incipiente rinitis alérgica. La clínica a la que iba se llamaba Miguel de Servet. Estaba dirigida por el doctor Fabián Galleguillos y quedaba (fue demolida) casualmente en la misma calle, a metros de donde aloje. Aquellos viajes significaron mucho en mi vida. Un chico provinciano, pero curioso, se aventuraba solo por primera vez por la gran capital. Al principio era un viaje de ida y vuelta. Llegaba al antiguo terminal de buses norte que quedaba en Amunategui, tomaba una micro hasta la Alameda y de ahí me iba en metro hasta la estación Manuel Montt. Me ponía mi vacuna, esperaba un rato y volvía a casa rápidamente...hasta que de un momento a otro todo cambio. De a poco, tímida pero decididamente comencé a sumergirme en el Santiago de comienzos de los ochenta. Ya el metro me parecía como paseo fascinante. Su limpieza y su perfección horaria, el tumulto que reinaba, la inmensidad de afiches y propaganda que tapizaban los paneles y paredes de la estación y que daba cuenta de variadas actividades todas atractivas y cautivantes, su silencioso y veloz desplazamiento, la gente diversa en su interior, la voz característica señalando las estaciones de la Línea 1, todo me gustaba. Así apareció también en mi radar la calle Providencia que me animé a comenzar a recorrer de arriba a abajo. Una de mis paradas que se hizo obligada era el Boulevard Drugstore. Ahí estaba la ya mítica disquería Fusión donde podía pasar horas mirando sus discos y casetes y empapándome de nueva y fascinante musica . A los lados estaban un par de librerías donde mi incipiente curiosidad lectora comenzaría también a forjarse. Otro imperdible para mí en aquel entonces era el vitrinéo en el edifico Dos Caracoles, inaugurado el año 1978 , una especie de símbolo del incipiente shopping y del consumismo que comenzaba a llegar a la comuna y al país.Pero, era en la calle donde estaba todo el foco de mi atención. Era en sus edificios y construcciones, era en sus locales (la pizza nostra: il ristorante italiano) en la hermosa iglesia de la divina providencia y sobre todo en la gente con ese andar rápido, con cierto aire de sofisticación que ya se sentía para la época y que desde siempre le ha dado ese carácter diferente y algo cosmopolita a esta comuna.
Salgo a caminar antes del mediodía con mi hijo. El día está espléndido y el sol invernal entibia el frio del ambiente. La mayoría de las personas aún usan mascarillas. Yo no. Mi hijo sí y me reprocha el no usarla. Caminamos en dirección al oriente. Nos encontramos con vendedores del texto constitucional intentando vender un texto tal vez imposible. Le voy contando mis peripecias de juventud en esa arteria. La cordillera esta increíblemente nevada hasta abajo y hay poco smog producto de las lluvias del fin de semana lo que la hace más atractiva. Pasamos al Tavelli del Drugstore a tomar un café yo y un jugo él. Conversamos, payaseamos un poco y nos reímos. Mas tarde cruzamos el Mapocho, pasamos por el singular parque de las esculturas mientras a la distancia se yergue nítido y desafiante el costanera center , símbolo fatuo de la transformación radical que ha tenido Chile en los últimos 30 años. Nos adentramos al barrio de Pedro de Valdivia norte donde se ven innumerables personas, familias, ciclistas, runner en dirección al parque metropolitano y donde mi hijo celebra las magnificas y antiguas casonas, la seguridad que percibe y lo amplio y verde de sus calzadas. Vamos en dirección al teleférico, donde más tarde arriba de esas pequeñas cápsulas suspendidas en el aire apreciaremos toda la majestuosidad del gran Santiago, pero también como rápidamente me lo señala mi hijo sus terribles contrastes al mirar el gris paisaje hacia el norte desde el San Cristóbal y reparar en las poblaciones y caserios donde la modernidad pareciera se olvidó de ellas mientras ascendimos velozmente en dirección a su cumbre donde la virgen nos espera con sus brazos abiertos.
ESTÁS LEYENDO
RELATOS DE CUARENTENA
No FicciónColumna de opinión sobre diversos tópicos, libros, política, cine, tv, personajes, memoria etc