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—¡Sos tan hermosa!— Acaricia su cabello mientras que la observa aún desnuda sobre él.

—Quizas necesite que me lo vuelvas a decir para entenderlo.— Adela aprieta sus labios y baja su cabeza ruborizada.

—¿Ah si?— Sonríe juguetón, jadeando cuándo la castaña se mueve.

—Si... Demian.— Sonríe mordiendo su labio inferior...

—No hagas eso, nena.— Lleva su mano a sus labios separando los mismos y sonriéndole.

—¿Por qué?— Se apoya sobre él, con una sonrisa, haciendo que su busto toque el pecho de Demian.

Se remueve al sentir sus pezones sobre él. —Adela, ¿Me estás provocando de nuevo?— La abraza pasando sus manos por espalda.

—Quizas no quiera que salgamos de está cama, pero si no estás de acuerdo puedo irme.— Relame sus labios atacando los de Demian en un fogoso beso.

—No vas a salir de esta cama en todo el maldito día, amor.— Sonríe dándola vuelta para quedar el sobre ella.

Desde que su maternidad iba avanzando, la castaña estaba con más apetito sexual del promedio, eso tenía encantado a Demian, al igual que excitado todo el día, desconcentrandolo de sus actividades.

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—¿En qué estás pensando Demian?. Te noto algo pensativo despues del brindis— Albert toma asiento a su lado con una sonrisa en su rostro.

—Ada... Solo pensaba en ella.— Se ríe burlón.

—Lo suponía.— Acota dulcemente.

Demian rueda los ojos. —Ultimamente estoy siendo muy predecible.— Se lamenta de ello.

—Eso no tiene nada de malo, Demian.— Le hace saber.

Él suspira y lo mira. —Me hace ver débil, Albert...— Demanda.

El mayor chasquea la lengua divertido. —Sos débil solo si vos lo pensás así, hijo.— le recuerda perspicaz.

La cena concluyó hace muy poco, Albert hizo que estuvieran presentes también los tres integrantes del grupo Muse en la despedida de soltero de Demian, la cual fue muy concurrida de risas y recuerdos.

—Temo que todo sea difícil de ahora en más... Estoy verdaderamente aterrado.— Admite preocupado por el bienestar de la castaña.

—Sera difícil, por supuesto que lo será. ¿Desde cuándo las cosas son fáciles?— Asegura sonriendo.

—Uhmm, bueno eso no ayuda mucho a mí mente pertubada.— Suspira prendiendo un cigarro.

—Pero lo harás, lo vas a lograr.— Le guiña un ojo.

—¿Cómo estás tan seguro?— Traga saliva ansioso.

—Porque logras todo lo que te propones, y jamás vi tanta alegría en tu rostro como cuando ella acepto ser tu esposa y te contó lo de su embarazo.— Lo mira gustoso.

EL PROTECTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora