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—¿Theo?— Elena... Titubea al verlo.

Él la mira cinco...

Estaba más que claro que la rubia tenía gran temor de que supiera que acababa de retirarse un cliente, lamentablemente, para ella y para él, ya lo sabía.

—Hola, Elena.— Sisea.

Ella traga saliva preocupada por su aspecto, lo había visto al siguiente día de que volvieron de La Isla.

Theo no pudo esperar para corroborar de que ella se encontraba en perfectas condiciones, de todos modos, no podía dejar de asombrarse por sus facciones y lo dañado que todavía seguía su rostro, aúnque, ahora mismo, lo que más le preocupaba, el hecho de que él tenía las manos llenas de sangre.

—¿Qué te paso?— Elena mira sus manos.

Theo bufa, ingresando al departamento y pasando por al lado de ella. —¡El imbécil qué te acabas de coger me dijo que lo hiciste excelente, y que sos toda una perra!— Alza sus manos.

Moviéndose por la habitación como un león enjaulado.

Elena cierra los ojos pasando una mano por su cabello.

Se sentía avergonzada, y sabía perfectamente que esto le traería un sinfín de problemas.

—¿Lo golpeaste?— Arruga su frente.

Theo sonríe acercándose a ella furioso. —¡No, simplemente nos tomamos una foto para poder colgarla junto con las demás de todas las personas que se cojen a mi mujer!—Brama frente a ella.

No la toca, pero la furia recorre su sistema de punta a punta.

Elena remoja sus labios. —Sacate la ropa.— Demanda.

Se muestra firme, enojada.

No está enojada por el problema que se le avecinará después ante el hecho de que el acaba de dejar a una persona prácticamente inconsciente en el ascensor, y no necesita que se lo diga, sabe perfectamente que fue así porque lo conoce.

Está furiosa porque siempre está golpeado, porque el grado de violencia que tiene en su cuerpo no le permite darse cuenta de que la adrenalina va tan a fondo que no descansa ante el dolor que en realidad está teniendo ahora mismo y no se da cuenta.

—¿Qué? ¿No te dejo satisfecha?— Sisea sonriendo.

Elena cierra los ojos y remoja sus labios.

Quería propinarle la cachetada que se merecía, pero quería intentar por todos los medios concentrarse en ayudarlo.

—Sabes perfectamente qué no, pero ese no es el punto, te voy a dar un baño. Así qué desnúdate.— Demanda autoritaria.

Theo bufa, pasando una mano por su nariz, estaba tan furioso que no podía con todo aquello.

—¡Ahora, Theo, no querés tenerme enojada porque acabas de golpear a un cliente... Así que deja de comportarte cómo un nene, entra al maldito baño y desnúdate!— Demanda, mirándolo fijamente y alejándose para prender su bañadera.

Quería llorar, quería tirarse en sus brazos y pedirle ayuda para salir de ahí, no podía hacerlo, y cómo no podía hacerlo, al menos iba a intentar ayudarlo a él.

Theo muerde su labio inferior.

Para luego quitarse la camiseta de forma apresurada.

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EL PROTECTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora