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—¿Amor?— Adela asoma su cabeza por la oficina de Demian con una tierna sonrisa.

—Hola nena, casi termino.— Responde algo cansado.

Adela ingresa y cierra la puerta con seguro, cosa que a su marido le sorprende. —¡Pasaste más de cinco horas encerrado acá!— Frunce sus labios.

—Lo se, estoy ocupado e intento a la vez organizar mis ideas desde que los tres nos pidieron de irse de viaje juntos y solos estás vacaciones.— Pasa una mano por su rostro.

Adela sonríe y se coloca frente a él con el escritorio de por medio separándolos. —¿Cuál es el problema de eso?— Cuestiona divertida.

—¿Francis y Eva juntos?— Frunce sus labios.

Adela se encamina hacia su lado y delicadamente comienza a masajear sus hombros.

Demian suelta la lapicera que tiene en sus manos y suspira por el toque de sus manos.

—Ya no son niños.— Le recuerda en su oído.

—¡Lo sé, pero siempre va a ser mí princesita!— Se queja frustrado.

Sabe que, de igual manera, terminará diciendo que si, porque también es una manera de seguir poniendo a los chicos a ritmo y, por sobre todas las cosas, a prueba de como se manejan con los negocios.

—Cedric, Fred y Aiden  estarán con ellos.— Le recuerda, Adela, desanudando su corbata con delicadeza, para poder bajar sus manos por si cuello y hombros.

—¿Y que harán?— Pregunta preocupado.

—¿Que harán?— Repite Adela.

—Estan saliendo más a menudo solos, ellos dos aprovechando cuándo Derek hace sus cosas.— Aprieta sus labios.

Adela vuelve a sonreír.

Gira el sillón del rubio para quedar delante de él.

Demian toma sus caderas con sus manos.

—Son adolescentes... Y te recuerdo que ustedes dos soñaban con que ellos estuvieran casados.— Le recuerda acariciando su pecho por debajo de su camisa.

—Si, casados. ¡No viviendo como dos adolescentes hormonales!— Se queja frustrado intentando que esa imágenes no se formen en su mente.

—Amor, yo no me preocuparía por Francis.— Sonríe recordando la charla que tuvo y también la charla íntima que tuvo con su hija.

Ese tipo de charlas que una madre debe de tener en un cierto punto.

—¡Se que querés convencerme!— sonríe divertido, perdiendo toda la atención a lo que pensaba y hacia, solo centrándose en ella.

—Haremos algo que hace la gente casada.— Muerde su labio inferior y con solo tirar del listón de su vestido el mismo cae al suelo sorprendiendo a Demian.

—¿Ahora?— Él mismo sonríe viendo con el vestido cae de su cuerpo al suelo.

—Ahora.— Sonríe.

—Creo que ya no me interesa lo que hagan los chicos con sus vacaciones.— Relame sus labios y la sienta con brusquedad en sus piernas besando sus labios.

—Esa es la respuesta que buscaba.— Ataca sus labios.

Demian deja que ella lleve su ritmo, al mismo tiempo que sus manos bajan al borde de su ropa interior metiendo sus manos por dentro de la misma deseoso de estar dentro de ella.

La castaña tira de su labio inferior y sonríe cuando se separa de su marido.

Desabrocha su camisa con sutileza mirándolo con deseo, pasando sus manos por su piel, disfrutando cada milímetro de su cuerpo.

EL PROTECTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora