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Theo sale de la oficina, encontrándose con Elena, en el medio de la calle, y entre cientos de personas que estaban de un lado al otro, lo qué le daba la pauta de que ella lo estaba buscando.

—Elena— Arquea sus cejas. —¡Yo, casi te llevo puesto, lo lamento!— Se disculpa torciendo su entrecejo.

Ella sonríe dulcemente, moviendo su cabeza a un costado. —¡Hola, Theo, en realidad yo soy la qué prácticamente se cruzó en tu camino!— Saluda.

Lucia tan hermosa e inocente cómo Theo la tenía en su cabeza a todo momento.

Incluso, sonríe, algo tonto, y luego niega. —¿Cómo es que estás por acá?— Aprieta sus labios.

Ella sube sus hombros. —Te estaba buscando, ayer no pude responder tus mensajes, y no quería que hubiera un malentendido ni nada por el estilo, lo lamento mucho, Theo.— Argumenta.

Theo bufa, para luego morder su labio inferior. —No hay ningún mal entendido, Elena, te estabas dejando coger por otro, cuándo yo te invite a una gala de beneficencia.— Demanda cínico.

Y esperaba poder tener paciencia con ella, pero por sobre todo, esperaba que Elena cambiara su día, cómo apenas habia creído posible cuándo se la encontró hace instantes, pero tan solo cuándo ella abrió su boca, todo se esfumó por su cabeza, recordando lo mal que lo había pasado ayer cuándo la necesitaba y la rubia no respondía sus llamadas y menos que menos sus mensajes.

Ella arruga su entrecejo, no podía negar que aquello no fuera cierto, pero era algo que le dolía.

Aúnque, la actitud de Theo le da la pauta de que ese mensaje de Demian no fue al azar, y no fue en vano, Theo estaba mal, y su mejor amigo creía que su presencia ayudaría.

—Solo quería saber cómo estabas, y si precisabas ayuda con algo en particular.— Aprieta sus labios.

Theo cierra los ojos por unos instantes, las ganas de besarla se vuelven completamente necesarias, y no puede esperar a hacerlo, por eso mismo se abalanza hacia sus labios, tomándola de sus mejillas.

Elena se deja hacer porque estaba necesitando ese beso más o igual que él.

—Te extraño.— Susurra en sus labios cuándo se separa.

Ella acaricia su mejilla. —¿Tomamos un café?— Sube sus hombros.

Theo duda. —¿Estás segura qué tenés tiempo?— Se queja cínico.

Elena infla su pecho, manteniendo la postura, y ante todo, la calma, estaba allí para apoyarlo y escucharlo, y no haría otra cosa qué no fuera exactamente eso. —¿Estoy acá no?— Mueve su cabeza.

Y Theo no puede resistir a su rostro.

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—¿Se puede saber que mierda haces tomando café?— Theo sorprende a su amigo.

El rubio se da vuelta, encontrándose con Theodore saliendo de uno de los galpones, fulminándolo con la mirada señalandole la taza que tenía en la mano...

EL PROTECTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora