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—Es peligroso.— Muerde su labio inferior pero él la besa para que Elena se relaje.

—Lo sé amor, pero necesitamos que esta gente distribuya para nosotros.— Explica apretando a la rubia contra su pecho, mientras que disfrutan de las últimas tres semanas de la panza de embarazada.

—Me quedaré con Adela ese fin de semana.— Suspira informando.

Theo asiente. —Es lo más seguro, estáran cuidadas en la casa.— Sigue acariciando su cabello...

—Lo sé además no quiero dejarla sola con los niños.— Murmura.

Su marido frunce los labios sabiendo que Elena tiene absolutamente razón en lo que dice.

—Igualmente, la verdad que, este año le hicimos pasar por un montón de disgustos y ustedes siguieron estando al pie del cañón.— Vuelve a fruncir sus labios un poco incómodo.

—Disgustos de los cuales ya estamos acostumbradas porque no los dan todos los días.— Le recuerda la rubia con una mueca divertida.

—Lo sé.— Su rostro se ruboriza recordando los disgustos qué le dieron a las chicas.

—Solo volvé.— Lo mira.

Theo asiente besando su frente. —Siempre lo hago.— Sonríe coqueto, pero eso a Elena no le cae nada en gracia, no al menos hoy.

Aquellas palabras es un código interno que tienen entre ambos y que saben que vale más que cualquier otra palabra. Incluso eran palabras que solían utilizar cuando salían en su adolescencia, cuando Theo era un chico malo que seguía al jefe de su banda a todos lados, en este caso a Demian.

—Te amo, jamás fui tan feliz.— Aprieta sus labios conmocionado.

—Gracias por haber vuelto por mi.— Lo vuelve a besar acurrucandose más en su pecho.

—Y gracias por no haberme mandado a la mierda en la secundaria.— Se ríe, galán.

—Te lo merecías, pero hicimos un gran camino.— Sonríe subiendo sus hombros.

—Era un imbécil.— Admite negando con la cabeza.

—Tampoco tan así.— Muerde su labio inferior.

—No te merecía, pero me esforce para demostrarte que eras a quien quería tener para el resto de mí vida a mí lado.— Suelta.

Elena completamente alborotada por sus hormonas comienza a llorar delicadamente. —Ya quiero conocerlo.— Hace un puchero y Theo pone su mano en su vientre emocionado, llevando también sus ojos vidriosos.

—Estoy aterrado.— Admite mordiendo su labio inferior.

Elena suelta una carcajada.

—Pasamos por mucho, un hijo debería de ser pan comido.— Le guiña un ojo y el coincide divertido.

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—¿Papa estás ocupado?— Pregunta.

El aludido le sonríe a la pequeña Eva, que ingresa a su despacho, luego de haber golpeado débilmente.

EL PROTECTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora