(2°) 33.Arriesgar no es perder, pero tampoco ganar

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La niebla en la entrada de la ciudad silenciosa parecía hacerse mas densa a cada paso, la noche estaba cayendo como un manto negro desenfocado por las nubes grisáceas que no dejaban ver la brillante luna tras ellas.

Cuando llegamos, la gran entrada de piedra se alzo ante nosotros, tan solo niebla blanquecina, no dejaba ver mas haya de un gran muro de piedra vieja y cochambrosa.

El hermano Enoch junto a los otros dos hermanos silenciosos fueron los primeros en ponerse frente a la puerta y cerrar los ojos mientras tenían mantenida sus manos en la vieja y oscura entrada.

Todos entramos y se encontraba tal y como lo recordé, la mayoría estaba oscuro aunque una fina capa de luz cubría los pasillos haciéndome pestañear por la repentina penumbra.

Aunque sabia que esta oscuridad no era nada parecido a los niveles subterráneos donde se hallaban las celdas mas duras en el mundo de las sombras.

Entramos a la misma sala donde fui cuando me revisaron por el poder del agua en mi cuerpo. El mismo suelo algo blanco de mármol, las gruesas columnas algo agrietadas que se perdían en la cúpula del techo... todo parecía igual y perfectamente alineado al centro de la cúpula la "camilla" hecha de piedra verde jade con una lona color blanca puesta por encima.

Uno de los dos hermanos silenciosos que seguía al hermano Enoch cogió un pequeño cáliz de plata con un liquido transparente y cristalino dentro, se posiciono enfrente de la camilla y esparció unas gotas del liquido del interior del cáliz en la lona blanca, como si la estuviera bendiciendo.

Estaba un poco absorta en como preparaban los últimos detalles del ritual.

El hermano Enoch me hablo telepáticamente.

Clarissa, tumbate encima de la lona blanca bendecida por las lágrimas de ángel Raziel. Te observaremos detenidamente al futuro cazador de sombras

Las palabras del hermano Enoch me perforaron la mente, futuro cazador de sombras estaba tan preocupada en mi embarazo que no pensé en su educación, pienso que fantasear en ser madre de pequeña al esperarlo ahora fue un cambio radical.

Asentí como si fuera un robot y automáticamente me dirigí al centro de la cúpula, sabia que iba a sufrir con la prueba y solo quería acabar esto cuanto antes.

Me tumbe encima de la lona y suspire, cerré los ojos y deje que mi cabeza también descansara encima de la blanca tela bendecida.

Mis pensamientos se nublaron, mi mente se contrajo y mi cuerpo convulsionó al oír los susurros de los hermanos silenciosos que agrietaban mis pensamientos y al sentir con cada uno de mis sentidos se concentraban en palpar la tela blanca y húmeda debajo de mi.

Mis párpados se apretaron y sentí que los susurros se incrustaban en mi mente haciendo que frunciera el ceño por el dolor.

Todo paso muy rápido, rojo, a eso se había reducido mi vista, a un color rojo intenso, reluciente escarlata sangre, que brillaba como el mas pulido adamas.

Luego pequeñas motas anaranjadas brillantes aparecieron y la imagen se transformó, fuego, una cabellera pelirroja y otra rubia brillante y unos ojos dorados juntado con otros verdes intensos bajo un manto de fuego que se alzaba cada vez mas.

Abrí los ojos pero aun seguía viendo la imagen, era como si mi mente se hubiera desconectado de la realidad y me hubiera trasladado a una dimensión confusa sin imágenes claras y desenfocadas.

Sentí mis manos mas húmedas y alce una para inspeccionarla, pero no veía nada, de repente lo único que veía era agua y una punzada atravesó mi cuerpo haciendo que gritara de dolor y suplicando entre sollozos que parasen, intente buscar apoyo pero ya no estaba en la camilla, ya no sentía el tacto de la tela húmeda entre mis dedos y el aire que respiraba se había vuelto mas denso, me sentí como si volviera a estar debajo del agua, sin escapatoria, sin salida, sola entre la vida y la muerte.

Cazadores de sombras: ciudad de los recuerdos guardadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora