CAPÍTULO 90

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Capítulo 90

Me encontré con sus ojos mirándome fijamente. Ya no entendía su actitud ni sus acciones.

No estoy loco y no estoy tan desesperado que imagino cosas. Sé que ella está celosa de la posibilidad de alguien más en mi vida. Sé que cuando está conmigo solo es capaz de sonreír a excepción de aquellas veces en las que entra en conflicto.

Sé que se deja arrastrar por las sensaciones que mis caricias le brindan. la he visto perder la cabeza bajo mi toque, estremecerse bajo mi tacto… perderse con mis besos.

La vuelvo loca. De deseo. De lujuria. Y de algo más que diría es amor pero no quiero darle nombre.

Lo de ser amigos no solo me consume a mí; ella también está afectada, estoy seguro.

 La he atrapado mirándome muchas veces, de una forma protectora, dulce, intensa… reclamándome como suyo. Como miras lo que es de tu propiedad y lo que… amas.

Camina decididamente hacia mí. No puedo evitar que mi corazón lata desbocado al ritmo de sus pasos. Mis manos por alguna razón tiemblan y me aferro al pequeño niño que tengo entre mis manos tratando de que no se note.

- Serias un buen niñero – dice señalando con su cabeza el monto de pequeños que están a mi alrededor reclamando atención.

Habíamos inaugurado la nueva área oncológica infantil en un hospital de mi ciudad de origen. Todo gracias a nuestras gestiones.

Por insistencia de mi niña nos escapamos del banquete y nos quedamos jugando con todos los niños a quienes nuestro trabajo les favorecía.

- Creo que les agrado.

- Ni que lo digas – le paso al pequeño que tenía entre mis brazos quien inmediatamente empezó a jugar con su cabellos. La escena se veía completamente encantadora.

Una punzada de añoranza me atravesó al recordar todas aquellas veces que hablábamos de nuestros hijos.

Nuestra familia.

Aun deseo tanto tener eso con ella.

El pequeño jugaba con ella, al mismo tiempo me hacía un gesto con su manito para que me acercara. Obedecí.

No sé qué me impulsó a enredar mis brazos en su cintura desde atrás. Apoye mi mentón en su hombro y para mi sorpresa, Alex no me apartó. Me miró a los ojos y me regaló una dulce sonrisa antes de volverse a encontrarse con el pequeño.

Todo se sentí tan correcto. Tan familiar. Tan… tan mío. Ella era mía, no importaba lo que dijera. Nos pertenecíamos. Su lugar estaba entre mis brazos. Ella se relajaba en mis manos, ella sonreía en mis brazos. ¿Por qué no puede ser de esta manera por siempre?

Dejo al pequeño en el suelo que arremetió a correr con los demás por toda la sala de juegos.

 Claramente podía acostumbrarme al millón de gritos y desorden de pequeñuelos, si la tengo a ella de esta manera: mis brazos estrechando su cintura, su espalda relajada contra mi pecho, el latido de su corazón bajo mi tacto. Me provoca.

Besé la parte posterior de su cuello.

Y para hacer más asombroso mi día, sus manos tomaron las mías entrelazando nuestros dedos.

Tenía que mirarla, necesitaba ver sus ojos y tratar de entender el significado de sus acciones.

Giré su cuerpo para enfrentar su rostro al mío.

Un segundo más tarde nuestras miradas conectaron.

Dos segundos luego nuestros labios se amoldaban a los del otro.

Un Enredado Amor  (Josh Hutcherson) EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora