CAPÍTULO 88

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Me sentía… vacío. Esa era la palabra.

Sentía que mi vida no tenía sentido, carecía de luz y color. Volvía a ser monótona. Volvía a vivir porque tenía no porque tuviera una motivación.

¿En verdad había perdido?

¿En verdad ella no me amaba?

¿Cómo puede eso ser posible? ¿Cómo puede acabarse así algo tan hermoso?

¿Por qué ella puede dejar de amarme y yo no? ¿En verdad era eso posible o simplemente no quiere lidiar con lo que tenemos?

Es la única explicación. Ella no quiere aceptar lo que siente y pretende refugiarse en lo que tiene. Nadie puede olvidarse de un amor tan grande. Ni siquiera ella.

Ha pasado casi una semana desde que me alejé de ella con el corazón destrozado ante sus palabras. Mi cabeza solo ha dado vuelcos y recorridos en laberintos para tratar de entender lo que en verdad sucede.

Ella me pidió que renuncié a ella pero como hacerlo si ella es lo único por lo que en verdad vivo. Solo su cercanía, su voz, una pequeña mirada es suficiente para que cada célula de mi cuerpo se sienta viva y satisfecha ¿cómo renunciar a eso?

No puedo. La buscaré, la besaré y le ofreceré el mundo. Tendrá que repetirme esas palabras, mirarme a los ojos y decirme que no me ama y que lo prefiere a él sobre mí.

Esperaba que terminara su turno para confrontarla. Me coloqué junto a la ventana de la cafetería que se encontraba frente al hospital. Parecía que el tiempo no pasaba con la suficiente rapidez.

La ansiedad me invadía y ya no podía esperar más. Estaba dispuesto a fingir desmayarme con tal de poder buscarla. Me puse de pie y antes de poder atravesar la calle lo vi.

Estaba apoyado en un poste a un lado de la salida de principal. Llevaba un ramo de rosas  y un gigante oso de peluche que tenía amarrado a su pata un globo en forma de corazón con la inscripción: “Lo Siento, Te amo”.

Me quedé congelado ante la escena. Vi a ella salir del hospital con su uniforme y su cartera. Se sorprendió al verlo ahí parado esperando. Darío sonrío y ella devolvió la sonrisa.

Sus ojos se iluminaron cuando se acercó a él. Darío dejó en el suelo las rosas y el peluche para poder recibirla en sus brazos. Sus labios se encontraron en un profundo beso. Alcancé escuchar las palabras “Lo siento”, “yo también”, “Soy un tonto” y… “te amo”.

Dolía presenciar toda la escena. Me sentía un intruso en aquel cuadro. Ellos se querían, se necesitaban el uno al otro y yo solo había llegado para tratar de desaparecer eso.

Las mismas preguntas volvía a revolotear en mi cabeza  ¿Por qué ella podía dejar de amarme y yo no?

Tal vez era porque ella tenía a la persona correcta. No puedo negar que Darío es una gran persona, es guapo, inteligente, luchador. La ama y estaría dispuesto a todo por ella. ¿Por qué no enamorarse de alguien como él?

Ahí tenía mi respuesta. Los vi alejarse tomados de la mano y sumergidos en un plática feliz. Me dolía el corazón.

Alex se merecía lo mejor y posiblemente lo tenía. Siempre supe que no la merecía pero tenía la esperanza de algún día llegar a ser lo que ella necesitaba. Estaba dispuesto a dar todo por ella. Eso debería ser suficiente.

Pero no lo era.

Tenía razón. Debía dejar ese egoísmo y permitirle ser feliz. Si Darío era lo que ella necesitaba para eso pues ella lo tendría. Aunque solo pensar en renunciar a ella me estaba matando.

Un Enredado Amor  (Josh Hutcherson) EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora