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Al día siguiente, Rachel llamó a Santana, necesitaba hablar con ellas y que mejor ir a visitarlas, no sabía cómo tenían los horarios así que no podrían ir a verla, por ello quería ir ella, además vivían en New York así que también se pondría en contacto con Quinn.

Hola Rach, cuanto tiempo sin oírte.

—Hola, sí he estado liada este último mes. Oye, ¿este fin de semana hacéis algo?

No. ¿Por qué?

—Lara y yo iremos a New York y queremos hablar con vosotras y si puedes llamar a Quinn para que se reúna con nosotras mejor.

De acuerdo, llamaré a Quinn, nos vemos el finde.

Rachel estaba nerviosa no sabía como se lo iban a tomar sus amigas, cuando supieran la verdad.

Suspiró y miró el horizonte desde su ventana pensando. Lara entregó en el piso de Rachel con una bolsa, había ido a comprar la comida. Al ver a su prometida, dejó la bolsa y se acercó a ella, la abrazó la cintura desde atrás, Rachel apoyó su cuerpo en su novia.

— ¿Estás bien? —preguntó Lara.

—Sí, solo algo nerviosa, ya he hablado con Santana, este fin de semana iremos a su casa y hablaremos con ellas y con Quinn.

—De acuerdo. Rach, no vas ha estar sola, estaré a tu lado en todo momento.

—Lo sé, pero eso no quiere decir que no tenga miedo de cómo reaccionaran.

—Ellas aceptaron quién era yo, también deberían aceptarte a ti.

—Pero son mis amigas desde hace muchos años y jamás les dije nada. Solo saben la mentira que me inventé cuando llegué.

—Ten fe en ellas, ya verás que te sorprenderán y para bien, confía en mí. —le dio un beso en la cabeza.

Llegó el fin de semana, Lara y Rachel se fueron volando hasta New York, después aterrizaron en la azotea del edificio donde vivía la familia López-Pierce.

Se quitaron los trajes y saltaron hasta el callejón, después salieron a la calle y entraron en el edificio. Estaban esperando el ascensor y en ese momento entró Quinn.

—Esperadme. —dijo Quinn.

Lara y Rachel se giraron.

—Hola. —dijo Rachel, se acercó a ella y la abrazó.

—Hola. Menos mal, he llegado a tiempo.

—Acabamos de llegar, tranquila.

—Bien. —subieron al ascensor, Rachel marcó el número y esperaron.

Una vez en la puerta, Quinn llamó y Santana abrió rápidamente, se alegró mucho al verlas, se abrazaron y las dejó entrar.

El pequeño Tim se acercó a Rachel y la abrazó las piernas.

—Hola pequeño. —dijo Rachel.

—Hola tía Rach. —dijo con vocecita de un niño de dos años y medio.

— ¿No hay saludo para mi? —preguntó Quinn mientras se agachaba a su altura.

—Hola tía Quinn. —soltó a Rachel y abrazó a la rubia.

—Hola cielo.

—Hola Tim. —dijo Lara.

—Hola tía Lara. —Lara se agachó y extendió la mano, Tim le chocó los cinco.

—Tim cariño, ve a jugar a tu cuarto, las mayores tenemos que hablar. —dijo Santana.

—Vale. —se fue a su cuarto.

Destinadas (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora