A Sangre y Filo

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     —Y entonces apareció —dijo Dans. El consejo le había pedido que contase su versión de los hechos, pues era algo que competía completamente a la Orden. Al inicio se mostró reacio, pero después de la insistencia de Lara decidió hacerlo, aunque a duras penas aceptó—, como una mancha negra, cargada de odio e ira. Jamás vi algo como eso, en ningún animal o criatura, jamás. Esa sed de sangre... era intensa... irracional... ni siquiera sé bien si era un hombre o una bestia, aunque, personalmente, pienso que es más lo segundo —Dentro, Obi Wan y el maestro Yoda se miraron preocupados, el resto de maestros del Consejo se sentía igual. Una congoja nacía en sus corazones intentando derribar su temple—. Llevaba un hacha negra, igual que su armadura. Era grande, con cuernos saliendo de su cabeza y manchas amarillas en su rostro. Parecía un diablo, si es que saben lo que es. No tuvimos más opción... intenté detener al niño, pero... —su voz se ahogó.

     —Lo sabemos —intervino Obi Wan con diligencia, querían mantener un ambiente calmado y para buena fortuna de sus intenciones el panorama que se veía por los grandes ventanales de la torre era apacible—. Continúa, por favor.

     Dans asintió. Estar en el medio de la sala rodeado por tantos maestros le parecía más un juicio que una reunión, pero no podía quejarse de nada.

     —Nos refugiamos en el templo. Y luego usamos un antiguo pasaje subterráneo para escapar.

     —¿Encontraste algo ahí abajo? —preguntó la maestra Stass Allie—. ¿Algo fuera de lo común?

     —Bueno... maestros del Consejo, personalmente no podría decirles qué es común y qué no. Desconozco cuáles son sus criterios, así que hablaré desde mis propias concepciones.

     —Está bien, cualquier cosa que puedas decirnos es de gran ayuda —alentó Ki-Adi-Mundi, sentado con las piernas cruzadas una sobre otra, acariciando su senil barba blanca que denotaba serenidad.

     —La mayoría de caminos estaba bloqueado. Cuando avanzaba por el pasadizo pude notar que fue intencional, quizás los antiguos monjes del templo los sellaron. El único que había y que era el que seguimos se dividía en dos. Uno de esos dos caminos llevaba hasta un pozo... un acueducto... un canal subterráneo lleno de bestias... —se le erizó la piel al recordar—. El otro continuaba recto hasta interrumpirse por un derrumbe, pero, pocos metros atrás, había una grieta. Fue por ahí por donde salimos.

     —¿Qué pasó después? —interrogó Mace Windu.

     —Atravesamos la jungla hasta llegar a la plataforma exterior. Tomamos el carguero y salimos; nos atacaron, sí; pero logramos escapar.

     —Dinos, ¿cómo fue un grupo de veintitrés soldados y un... joven lograron capturar una fragata separatista? —añadió Windu. Se inclinó ligeramente hacia adelante apoyando los codos sobre las rodillas, con la mirada fulminante y severa—. Y sin bajas.

     —Nada fácil —contestó—. Nada fácil, ni para ellos, ni para mí —dio una mirada rápida al resto de maestros a su alrededor. Todos esperaban que continuara. Se tomó un par de segundos antes de hacerlo, no quería sonar grosero, pero tampoco dócil, entendía bien el interés de los jedi en sus declaraciones y eso le incitaba a ser cuidadoso con las palabras que escogiera—. Nos abrimos paso a punta de plasma. El objetivo principal era llegar al puente, si lo tomábamos y nos atrincherábamos, seríamos capaces de tener el control total de la nave, y así pasó.

     —¿Cómo sabías del desactivado de los droides? —interrogó ferozmente el maestro Windu.

     —No lo sabía. Uno de los clones, sí. Fue un alivio quitárnoslos de encima, pero cuando salimos del hiperespacio habían otras cinco naves esperándonos. Fue una emboscada. Entonces enviamos la señal de auxilio, aunque sinceramente no creímos que alguien la recibiría.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora