Fantasmas de Mortis

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     La lluvia resonaba sobre el casco de la nave con furia, azotando el metal. La oscuridad de la noche apenas era repelida por las luces de la cabina posterior, habían conseguido repararla y hacerla funcionar con la energía auxiliar que para suerte de todos no recibió daños durante el impacto. Dans yacía en el exterior, bajo un techo de roca a pocos metros de la nave, montando guardia por si el Hijo tomaba acciones contra ellos; llevaba horas sin moverse de ahí. Ahsoka se encontraba en el interior de la nave, realizando las reparaciones, no había parado desde que salieron del palacio del Hijo, tenía que completar el trabajo para que se fueran lo más rápido posible. Obi Wan y Anakin yacía a ambos lados de la rampa de abordaje, sentados y aburridos, sumidos en el silencio más inquieto. Finalmente, Kenobi se cansó, suspiró vagamente y habló.

     —Este clima impredecible está empezando a cansarme —dijo.

     —Muchos dirían que es parte del encanto —respondió Anakin, cabizbajo.

     —Hiciste un buen trabajo, ¿cómo te sientes? —preguntó. Quería transmitirle un poco de paz a su antiguo padawan.

     Anakin respondió angustiado, inseguro.

     —No sé si marcharnos sea lo mejor —dijo—. El Hijo está consumido por el Lado Oscuro.

     —Si nos quedamos, el Lado Oscuro podría manipularnos —señaló Obi Wan, igual de preocupado.

     —¡Bueno! —irrumpió Ahsoka, saliendo de debajo del piso de la cabina. Llevaba unos grandes lentes protectores puestos, junto con una garra destornilladora en la mano—. ¿Quieren las malas noticias o las terribles noticias?

     —Bien, escuchemos las malas roseadas con algo de optimismo —pidió Obi Wan.

     La togruta comenzó a enumerar todos los problemas mayores.

     —Hay dos tanques agrietados, un convertidor de energía averiado, hay que drenar los motores para limpiar los escombros y tenemos que recargar las celdas —se cruzó de brazos, con una media sonrisa esbozada en su rostro. Se volteó, rio un poco y regresó al nivel inferior de la nave para seguir trabajando.

     —Parece bastante grave... —señaló Obi Wan, acariciando su barba—. ¿Puede repararse?

     —Ah... puedo desviar el inicializador principal y soldar los enfriadores —contestó Ahsoka desde el pequeño espacio lleno de tubos, sistemas y cables. Había mucho vapor saliendo del sistema hidráulico, pero nada de qué preocuparse por eso—. Tal vez eso nos dé suficiente energía para despegar, después de eso no garantizo que se mantenga en una pieza.

     —Nos arriesgaremos, es mejor que quedarnos —concluyó Obi Wan, descendiendo por la rampa hacia afuera de la nave.

     Anakin lo siguió, empujando un pequeño aerodeslizador plegable, listo para partir.

     —¿A dónde vas? —preguntó su maestro.

     —A ver al Padre —respondió. desplegó el timón del vehículo y se subió en él. El ruido de los motores calentándose destruyó la armonía de la lluvia—. No sé si pueda contener al Hijo sin nuestra ayuda. Tal vez deberíamos enfretarlo.

     —Anakin... —trató de decir Obi Wan, pero Anakin lo interrumpió y continuó.

     —Si el Padre no me dice que puedo irme... podría lamentarlo —aceleró y se fue, en medio de la tormenta que colmaba el cielo, en dirección hacia el palacio del Hijo. Su pináculo verde brillante se podía contemplar desde el rincón más lejano de la oscuridad.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora