Superiores

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     Las cálidas y delgadas sábanas impedían que Dans despertara del sueño o que dejara la comodidad de la cama; seguía dormido, acurrucado y sin intenciones de abrir los ojos en un buen rato.
     Se volteó hacia un costado para estar más cómodo y sintió una pequeña presencia a su lado, con un aroma dulce y suave, que le dibujó una sonrisa en el rostro. Adoraba poder dormir entre el abrigo de las mantas y la finura de un colchón perfecto, ni muy duro, ni muy blando, sino firme para así quedarse echado ignorando los deberes y el trabajo, desapareciendo de la vista de todos para tirarse una siesta como siempre solía hacer.
     Envolvió su brazo alrededor de esa cálida figura y la apegó a él, creyendo que era la almohada acolchada que le había pedido a Anakin la noche anterior, cuando de reojo había visto que la cabina del jedi estaba muy bien amoblada y adornada, y sintió algo de envidia al notar que el general dormía mejor que nadie.
     Deslizó sus dedos para acariciar la tela de la almohada, pero cuando lo hizo... no era tejido lo que estaba tocando, sino algo firme y nada endeble, abultado y liso a la vez. Enserió el entrecejo aún dentro del sueño y la acercó más a él con calma, metiendo su cabeza bajo su barbilla hasta sentir un pequeño aliento sobre su pecho.

     —¿Entraste de nuevo con un velo? —estaba tan cansado que ni siquiera podía diferenciar la realidad del sueño, y estaba más que inmerso en este último que en el primero, creyendo que se trataba de Helena.

     Sintió como la figura se movió bajo su cuello lentamente, acomodándose hasta que su mano le tocó el pecho desnudo y su frente encontró refugio ahí mismo.

     —Eso creo... —respondió la figura aún somnolienta, en voz muy baja y adormilada.

     —Procura no hacerlo de nue... —reconoció la voz al instante; la razón golpeó con fuerza. ¡No era ni Helena, ni la almohada!

     Un segundo fue suficiente para que entendiera la situación. Una avalancha de consciencia le quitó el sueño en un instante, despertándolo por completo de su descanso pleno. La cama no era como las del templo jedi, las sábanas estaban más delgadas y flojas como las de los militares en sus tiendas de campaña y la almohada que había pedido no la andaba usando. Él estaba en una lanzadera clase ETA, diez rotaciones dentro de un salto hiperespacial, y solo significaba una cosa...

     —¡Ahsoka!

     La padawan despertó sobresaltada atinándole un golpe en el hombro que fue amortiguado a duras penas por la colcha.

     —¿¡Nos atacan!? ¿Dónde!? —respondió por instinto, mientras se restregaba los ojos aún nublados para aclarar su vista—. ¿Buenos.... —bostezó— días?

     Estaba con su ropa para dormir: un polo azul delgado y suelto que dejaba ver la parte baja de su vientre; junto con una pantaloneta corta, gris, también delgada, pero que definía bien sus medidas.
     Se sentó en la cama estirando los brazos para relajar los músculos; la tira derecha de su blusa caía hasta por debajo del hombro, desaliñada, solía perder el sentido de la vergüenza cuando estaba dormitando y tardaba un poco en recuperarlo al despertarse.
     Dans carraspeó un poco exigiendo una explicación. Apenas había transcurrido una semana desde que salió del coma y aunque los médicos alertaron de que debía guardar reposo, él insistió en volver a las misiones (cuando en realidad fue sugerencia del maestro Windu). Y terminaron enviándolo a una que no implicara tanto riesgo, junto con Anakin, Obi Wan y Ahsoka, que era investigar la fuente de una señal de auxilio jedi que no se había usado en más de dos mil años.

     —¿Si? —quería una explicación y la quería ya.

     Ahsoka lo entendió al ver su mirada seria e impaciente.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora