Los Niveles Bajos

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     Dans estaba acomodando las fundas de sus nuevos dos blásters pistola a cada lado de su cadera, había recibido unos cuántos créditos de parte de la maestra Jocasta que le servirían para sobrevivir en los Niveles Bajos de la ecumenópolis, la noche anterior había sido mortificante, la repentina y no muy atractiva petición del maestro Windu lo había dejado muy intranquilo, pero ahora no tenía nada más que terminar aquel encargo, por más peligroso que fuese; nunca había estado en los niveles inferiores, solo sabía de ellos a partir de los datos que encontró en la biblioteca y por los gigantescos portales del inframundo que se repartían en toda la superficie de Coruscant a modo de ventilación y vía de transporte. Sus ojos denotaban un vacío tenue y conciso, la preocupación, los nervios y la curiosa emoción que sentía lo terminaban confundiendo más de lo que esperaba, pero, más allá de las divagaciones sin sentido que pretendían colmar su mente, tenía muy en claro su nuevo rol, o al menos eso se decía a sí mismo. Levantó el cuello de su gabardina y estiró los brazos para calentar los músculos, metió por debajo de su polo su collar con el dije en forma de sol hueco que llevaba, justo en el momento en que se abría la puerta de la cabina y la padawan Tano entraba con celeridad. Ella lo miró sin decir palabra alguna, pero Dans pudo ver la pena danzante en los ojos de la togruta. La puerta de la cabina se cerró; quedaron en silencio durante un minuto hasta que la padawan soltó la primera palabra.

     —Entonces irás al bajo mundo —dijo en voz baja agachando la mirada. Dans no entendió cómo es que Ahsoka lo sabía, se preguntaba si acaso el maestro Windu le había comentado algo, pero ese jedi era demasiado secretista como para hacerlo.

     —Sí —respondió él con mesura. Agitó su borceguí para revisar que no estuviese flojo y volteó a un lado para terminar de ponerse sus cosas. La padawan suspiró, cambió su rostro de ligera aflicción por una sonrisa cálida y enérgica, como las que siempre mantenía en todo momento—. Oí que te habían castigado mandándote a los archivos y ahora estás regresando al frente —dijo Dans cambiando el tema—, no sé si llamarlo un golpe de suerte, para ti.

     —Bueno... tengo problemas para seguir órdenes —se agarró el brazo derecho algo avergonzada— y suelo perder la perspectiva... tengo muchas vidas a mi cargo, pero suelo dejarme llevar.

     —Cálmate —la detuvo—, eres joven.

     —Tú también —lo interrumpió.

     —La diferencia es que yo no estoy a cargo de una tropa militar —se dio la vuelta para tomar el holoproyector y guardarlo en uno de sus bolsillos—, tienes una responsabilidad muy grande y está bien sentirse abrumada por eso —le dio un suave golpe en la frente con la punta de su dedo índice—, no tengo la perspectiva de un jedi, tampoco soy ni seré uno, así que no puedo decirte que te entiendo, pero lo que sí puedo decirte es que ante todo debes mantener la mente fría —le regaló una media sonrisa y continuó—, todos los jedi aquí son serenos, van calmados y son astutos. Llegarás a ser una gran maestra, ten más paciencia.

     —¿Y tú eres paciente? —preguntó la padawan con curiosidad.

     —Muchas veces no, todos tienen sus problemas, solo hay que saber tratarlos —contestó taimado—. Debo irme ya, Ahsoka —la padawan se hizo a un lado y le dio espacio a Dans para salir de la cabina—, tienes trabajo que hacer.

     —Oye, Dansito —dijo la togruta cruzándose de brazos sonriendo, Dans se detuvo bajo el umbral de la puerta y volteó. La despreocupada sonrisa de la padawan le levantó el ánimo, sus bellos ojos azules brillaban con dulce intensidad resaltando mucho junto al anaranjado tono de su piel—, ten mucho cuidado allá abajo.

     —Ya veremos qué pasa —terminó Dans y salió de la cabina dejando sola a Ahsoka, quien sintió algo de preocupación y angustia al verlo desaparecer tras la puerta.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora