Fugaz

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     El suave tarareo de una canción se desvanecía entre el aire frío del nivel 1994 del Inframundo de Coruscant, junto al vapor de las tuberías y el ruido de los miles de aerodeslizadores que recorrían las profundas avenidas a un kilómetro hacia el este. La noche eterna tenía sus encantos míseros. 

Baja a la ciudad...
dispárales
Y sigue...

     Avanzó por sobre el techo de un pequeño cubículo departamental, pasando por delante de un largo ventanal sucio por el que se reflejó la silueta oscura de la gabardina como una sombra gris antes de que desapareciera tras una antena de comunicación interespacial.

Porque tengo trabajo que hacer
Y no me detengo...

     Hacía frío y le gustaba, no era su elemento, pero adoraba la urbe multicolor que escondía los secretos hasta de los mendigos. El manto oscuro hacía que sus pasos fuesen tan ligeros como el viento.

Por nadie...

     La silueta de un guardia armado sobre el techo delante suyo lo obligó a proceder con mesura. El twi'lek de piel azul contemplaba las calles a diez pisos de altura, vigilando alguna anomalía o buscando algún intruso que curioseara donde no debía. Llevaba en brazos un subfusil de plasma y vestía un polo rojo sin mangas.
     Se le acercó en silencio, con los ojos oscuros posados sobre su rostro; contó los segundos, relajó la respiración, ojeó a los costados para ver que estuviera solo y cuando se dio el ruido de una compuerta al abrirse, lo jaló del lekku izquierdo tapándole la boca y lo arrastró hacia la oscuridad proyectada de un muro.
     Salió un par de segundos después y contempló el pasaje angosto que se deslizaba entre dos grandes casetas, inspeccionó bien las cosas que habían en el fondo: un bloque de piedra, dos tachos de basura y varias piezas de droides de protocolo desmantelados. Sacó el cadáver de la esquina negra y lo lanzó de cabeza al pasaje, el crujido del cráneo rompiéndose le dio la señal para continuar.

     Se deslizó por una gruesa tubería hasta alcanzar el techo del segundo piso de una tienda de refacciones cerrada. Cayó en silencio, rodó para ser más sigiloso y miró por el borde hacia un callejón. Aguardó pacientemente hasta que oyó los pasos que andaba buscando; se relamió los labios, persiguió con la mirada, apretó y relajó los dedos y saltó sobre un hombre rubio doblándole el cuello hasta que tronó con fuerza. Tiró el cuerpo por la entrada al drenaje que había a medio metro de él. Ninguno tenía nada provechoso, debía seguir buscando.
     Observó el callejón que iba recto hasta un área donde no había iluminación, aquella zona era el cuartel de los prostíbulos más bajos del distrito y la única luz que alumbraba las calles era la que venía de lejos, de los edificios altos que rebozaban de carteles.
     Caminó con tranquilidad, metió las manos en los bolsillos y se hizo pasar por un cliente más que buscaba la mujer perfecta para pasar la noche; el ruido de los garitos estaba rebosante de vida, le traía recuerdos, se sentía como si estuviese en casa. Se oían algunos gemidos desde las ventanas abiertas de las habitaciones en las torres de cinco y cuatro pisos que bordeaban la calle, algunas mujeres weequay lo invitaban a acompañarlas desde las puertas de sus locales, pero la mayoría se concentraba en los hijos de ricachones que andaban ebrios tras escaparse de sus casas y querían disfrutar de los placeres del bajo mundo. «Ingenuos».
     Entonces oyó el sonido de una puerta abrirse a diez metros de él y la carcajada aguda de un hombre de pelo largo y negro de aproximadamente treinta años se unió al bullicio; iba con una prostituta twi'lek, la abrazaba mientras le agarraba un pecho con una mano y con la otra sostenía una botella de licor, estaba todavía sobrio, pero no duraría toda la noche así. Era uno de los lacayos. La mujer se le colgaba al brazo y jugaba con el sombrero largo de ala plana que su cliente presumía con risas; le recordó mucho al que usaba Cad Bane y eso hizo que se le agriara la garganta.
     Acomodó el cuello de su gabardina y se acercó disimuladamente a la pareja. Un paso, dos, tres y se convirtió en su sombra. Posó la mano en el codo del hombre y le clavó el filo en la espalda tan rápido que no le dio tiempo a reaccionar; cayó muerto en medio de la calle. Tomó del brazo a la prostituta, la empujó hacia su costado derecho y se fue caminando con ella mientras la sujetaba de la cintura como si nada hubiera pasado. Dejando atrás a la multitud curiosa que se acercaba al cuerpo.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora