Esencia: Parte 1

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     La sombra de la padawan se agrandó al caer la tarde sobre Coruscant. El vacío intemporal de su mirada abrazaba suave el collar de Dans, lo tenía en la palma de la mano, observándolo mientras lo sujetaba con delicadeza. Habían pasado tres días desde el «incidente», o al menos así fue como el Consejo Jedi decidió llamarlo, y eso a ella no le gustó para nada. No había sido un simple incidente, un maestro jedi experimentado había sido corrompido por el lado oscuro y atacó a matar a alguien con quién nada tenía que ver, y todo dentro del mismo Templo Jedi. La imagen de lo ocurrido seguía fresca en su mente cada que cerraba los ojos; viva, como si estuviera pasando en ese mismo instante.

~~~

     —¡Quinlan, basta! —gritó Kenobi. Hizo retroceder al kiffar con un segundo empuje de la Fuerza.

     El jedi de sable esmeralda arremetió en contra suya, pero la hoja púrpura de Mace Windu detuvo la estocada.

     —¡Estás dominado por el lado oscuro, Quinlan. Debes resistirte! —exclamó el maestro.

     —Ahsoka, llévatelo de aquí. Si llega rápido a la bahía médica puede salvarse —le dijo Obi Wan. Ella asintió entre lágrimas, abrazó a chico y lo cargó como pudo hasta que llegó su maestro.

     —No puede ser... —dijo Skywalker, incrédulo. Deslizó sus ojos hasta dentro de la sala de entrenamiento para ver cómo se desenvolvía el combate. Quiso tomar su sable de luz y ayudarlos, pero no podía dejar que Ahsoka llevara sola al joven. Vámonos, rápido —puso el brazo izquierdo de Dans alrededor de su cuello, Ahsoka hizo lo mismo con el otro; caminaron a toda prisa por los pasillos hasta llegar al elevador. La padawan levantó la mirada hacia atrás por encima de su hombro, el rastro rojo de sangre los seguía sin detenerse, sintió una punzada de tristeza en su corazón y siguió avanzando.

     Presionó el botón del panel con fuerza, este se puso verde y ascendió.

     —No está respirando —señaló Anakin. Recostó a Dans sobre la plataforma y revisó su pulso: era débil. Quiso presionar el tórax para recuperar su aliento, pero estaba demasiado lastimado para aguantar la presión. No podía hacer nada.

     —Se pondrá bien, ¿verdad, maestro? —preguntó. Había una parte de ella que no quería aceptar lo que veía.

     —Te seré sincero, Ahsoka —respondió. Debía decirle la verdad aunque fuese cruel—. Dudo mucho que lo haga.

     —No, no, no, los droides pueden atenderlo, pueden curarlo, como la otra vez, ¿recuerdas? —dijo exasperada. Anakin trató de calmarla sosteniéndola de los brazos.

     —Ahsoka, cálmate. No te  desesperes, mantén la mente fría. Debemos hablar con el maestro Yoda, él sabrá qué hacer —le dijo.

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     Salió de sus memorias cuando la twi'lek se sentó al lado suyo, igualmente llorosa. Se miraron con angustia, y la padawan le dio un abrazo. Pasaron unos segundos entrelazadas hasta que se separaron. La noche estaba próxima a nacer, el horizonte rojizo era devorado por un azul oscuro mientras las luces de las autopistas aéreas titilaban con calma.
     La puerta delante de ellas se abrió, la pequeña figura del maestro Yoda salió bajo el umbral. Se les acercó a paso lento, con la mirada gacha, acompañado por Obi Wan, había algo en su mirada que aquejumbró sus corazones. Temieron lo peor, Lara tomó de la mano a Ahsoka para intentar mantenerse calmada, la togruta le correspondió, le dedicó una tierna sonrisa y oyeron al anciano jedi.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora