Los ruidos chispeantes del cableado eléctrico de la nave acompañaban los estruendos secos y lejanos que parecían estar removiendo la tierra. Eran profundos, algunos; otros, vagos y cortos, y entre ellos iban ruidillos más pequeños pero rápidos, extraños, intermitentes, no podía identificar bien qué eran, los oídos aún no se le recuperaban del todo. Estaba desorientada, solo contemplaba una oscuridad total frente a ella aunque podía sentir las caricias del viento sobre su piel, las brisas de aire besando su rostro, el golpecillo de la arena fina en sus piernas. Quiso moverse, pero no pudo, su cuerpo no le respondía. Hizo un segundo esfuerzo, esta vez con más calma, y frunció el entrecejo a medida que el dolor de sus músculos se dio a notar.
Tenía los párpados pesados como piedra, al igual que los brazos y el cuello; luchó por abrir los ojos y a duras penas visualizó el mundo más allá de las sombras que la envolvían. Una delgada línea de vista, primero borrosa, que poco a poco se fue haciendo más grande y más nítida hasta que pudo volver a ver con normalidad, la regresó a la realidad. Un par de cables caían desde el destartalado techo metálico que tenía sobre la cabeza, sus líneas de cobre emitían chispas al tocarse tras ser mecidas por el viento, iluminaban en parpadeos el piso cubierto de arena blanca teñida ligeramente de amarillo por la luz cálida de la tarde.
Respiró hondamente lo más que pudo. El cinturón de seguridad que le cruzaba en diagonal de los hombros a la cintura le apretujaba el pecho, apenas pudo presionar el botón de desabrochado cuando de repente otro estruendo bajo remeció la nave... o lo que quedaba de ella.
El cinto se soltó de golpe y su mejilla izquierda terminó encontrándose con la arena, una nubecilla de polvo se alzó alrededor, y se apoyó en el codo para levantarse después de renegar torpemente. Alzó los ojos cuando sintió el calor de un sol abrasador caerle directamente sobre el muslo, enfocó la vista y notó que faltaba media nave encima de ella. El transporte se había partido a la mitad, solo dos metros de estructura habían separado su asiento del destrozo y la muerte, y los filos metálicos del borde se presentaban peligrosos para cualquiera cosa. Todo era un desastre y el cuerpo, le dolía a gritos por el entumecimiento y los rasguños que se había ganado en el impacto.
Avistó una sombra blanca a través del rabillo del ojo, se giró hacia ella con algo de cansancio y se encontró con un soldado clon sentado en el piso con la espalda apoyada contra la pared. No se movía; estaba quieto como un fantasma. Se puso de pie tensando los músculos del abdomen, apretujando los dientes a la par que recuperaba el control de su cuerpo, y se acercó al soldado con pasos torpes y casi trastabillando. Cuando llegó hasta él le tocó el hombro, «oye...», musitó; pero en cuanto lo hizo, este se desplomó hacia un costado. Muerto.
Se alejó por instinto, aunque en el fondo una vocecilla le dijera que eso era lo que debía haber esperado. Aún así, mantuvo la compostura y dio media vuelta en dirección a la enorme abertura semicircular que se abría hacia una duna de arena.Dos estruendos repentinos retumbaron en sus oídos con más fuerza, ahora sí los escuchó a la perfección, como si fuesen truenos azotando el cielo, pero casi no habían nubes en lo alto y las pocas que veía eran apenas unas manchas pálidas a punto de desaparecer; solo había un largo techo azul oscuro rasguñado por vetas rojizas en una dirección mientras que en la otra la oscuridad de la noche emergía con lentitud. El sol había comenzado a ser más fresco, ya no quemaba tanto como hace unos instantes, le pareció extraño que cambiara tan rápido en tan corto tiempo, pero se sintió más cómodo.
Revisó su cinto: sus dagas estaban completas; su guadaña, igual. Solo le hacía falta algo. Su gorro fucsia yacía semi enterrado a poco menos de un metro de donde estaba, fue un alivio enorme verlo y no perderlo, lo levantó con el dedo índice y le quitó la suciedad de un sacudón. Esbozó una corta sonrisa cuando lo tuvo de regreso en sus manos.Entonces prestó atención a los ruidillos punzantes que no habían cesado desde que abrió los ojos, estaban lejos, un poco al menos, pero lo suficientemente cerca como para oírse... al igual que los bramidos roncos que se distinguían claramente entre el barullo envuelto en polvo del desierto.
Una sombra pasó por encima suyo, rápida, fugaz, pero pudo ver los propulsores celestes y al droide B1 que estaba operando aquel vehículo. Su instinto la hizo esconderse bajo la sombra de una de las paredes metálicas de lo que quedaba de la mitad posterior del transporte y asomó la mirada por el borde. Una pequeña colina de arena le obstruía la vista, pero la columna de humo negro que se elevaba hasta el cielo era inconfundible.
El droide abrió juego con su vehículo unipersonal desde el aire, directo al claro hundido del desierto de donde brotaba el humo, una ráfaga azul le impactó en los motores, el B1 cayó envuelto en llamas contra la arena dorada; la pequeña explosión levantó una polvareda que rápidamente se fundió con el aire que golpeaba desde el este.
Se acercó con cuidado hasta la cima de la pequeña duna, pegó el pecho a la tierra y alzó los ojos para ver lo que sucedía abajo.
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Entre Estrellas: A Star Wars Fan History I
Science Fiction¿Y si una persona de nuestro mundo, La Tierra, terminara varada en la galaxia de Star Wars? ¿Cuál sería el viaje que ocurriría? ¿Qué significaría? ¿Qué misterios lo hicieron posible? Descúbrelo y veamos qué nos depara este relato. Primera entrega d...