Maltrechos

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     —Parece que nadie ha usado estos pasadizos en décadas —dijo Bal mientras contemplaba las negruzcas paredes de piedra en medio de la oscuridad, alumbradas solo por las linternas de sus cascos. Gotas de agua caían del techo provocando sonidos cortos que hacían eco por los muros.

     —Miles de años, en realidad —lo corrigió Dans analizando las rocas—. La falta de corrientes de aire provocó una acumulación extensa de polvo y tierra que se solidificó más con la humedad de la superficie. 

     —¿Cómo estás tan seguro? —preguntó John acercándosele.

     —Mira —le dijo. Apunto con su dedo hacia uno de los espacios huecos de la pared—. ¿Ves esas líneas? Son capas. Una sobre otra. Eso es un estrato. Mientras más estratos haya más antigüedad significa, los que están en la base fueron los primeros en acumularse y los superiores los más recientes —pidió que alumbraran a donde estaba su mano izquierda—. Las tonalidades de la tierra cambian; cada color significa un periodo distinto, puedes trazar toda una cronología con esto.

     —¿Solo mirando la tierra? ¿En serio? —cuestionó Sanders algo incrédulo.

     El resto del grupo siguió avanzando mientras Joeyray y Carter prestaban atención a la conversación.

     —Sí. Pero hay algo que no me cuadra —se hizo a un lado para darle espacio a John que quería mirar aquello, picado por la curiosidad.

     —¿Qué cosa? —preguntó Bal.

     —Estas piedras deben pesar toneladas cada una. Y no son del mismo tipo de roca que las del templo. Se necesitaría al menos tres naves cargueras para colocar una sola y hay decenas y decenas de ellas —su mente era un revoltijo de ideas y suposiciones. Estaba intrigado, fascinado, pero no incrédulo. Hace tiempo que dejó de serlo. Había visto cosas maravillosas e imposibles antes, en la Tierra, y aprendió a asombrarse y a buscar explicaciones a cualquier cosa. Para él, ahora todo era posible, por más loco que sonase.

     —No lo sé, pudieron haber construido esto de muchas maneras. Mira nada más las ciudades de Kamino, están sobre el mar y su base se extiende hasta las profundidades —añadió Carter—. Somos soldados, no científicos, nuestro deber es continuar con la misión —su tono denotó cansancio y preocupación, a pesar de ser suave y ameno.

     —Sí, pero ¿qué harán cuando termine la guerra? —preguntó Dans sin quitar la vista de los bloques de piedra—. Nada es para siempre, algún día tendrán que pensar en algo más. Claro, si es que piensan retirarse del ejército cuando regrese la paz.

     —Ya veremos eso en su momento —continuó Carter—, ahora debemos llegar hasta el final del pasadizo.

     —Ni siquiera sabemos si hay una salida. ¿Qué pasa si está sellada? ¿Si está bloqueada y quedamos atrapados aquí? —dijo Sanders con inquietud.

     —Sí hay una salida. Y está abierta —afirmó Dans volviéndose hacia el clon—. Si estuviera sellada el aire de aquí no sería fresco, sería pútrido, como excremento.

     —Sabes mucho de cuevas, eh —indicó Joeyray.

     —Sí supieras en las que he estado —concluyó el joven.

     El grupo siguió avanzando por el larguísimo pasadizo. En un momento, Dans percibió algo extraño, algo que no encajaba con el ambiente. Se adelantó a todos pese a que Bal, que iba a la cabeza del grupo, le dijo que aguardase. El clon fue tras de él hasta darle alcance en una bifurcación del camino. Izquierda o derecha, ambas direcciones se veían completamente iguales.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora