La Médica

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     El frescor de la mañana se alzaba acariciándole el rostro junto con el fuego de artillería y el resplandor del plasma azul. Al menos dos batallones de droides tomaban por asalto el Puesto 7 y apenas había medio centenar de soldados para defenderlo. Destrozar los cañones separatistas posteriores había sido un alivio, pero también un arma de doble filo, Dans no se esperó un contraataque tan rápido, apenas habían obtenido la victoria la noche anterior y ahora llevaban dos horas seguidas de incesante asedio.

     —¡Solicitamos refuerzos! —dijo a través del holotransmisor en el patio de armas del fortín.

     —Mantenga su posición, teniente —le respondió Plo Koon desde dentro de su caza estelar, en algún punto de la órbita del planeta abriéndose paso entre el bloqueo—. La ayuda va en camino. Unos bombarderos se acercan para cubrirlos.

     —Hemos perdido un caminante y la estructura ha sufrido muchos daños —continuó Dans—. El flanco oriental del puesto es donde se concentra el grueso de las fuerzas droides, si puede enviar ahí a los bombarderos, nos dará suficiente tiempo como para reestablecer las defensas y aguantar hasta el mediodía, general.

     —Copiado. Ordena a tus hombres que aguanten un poco más, por nada del mundo debemos perder la ubicación de ese puesto y protege al acorazado juggernaut, si lo perdemos nos veremos en aprietos para el movimiento por tierra —terminó el maestro Plo—. Tiene sus órdenes, teniente, siga resistiendo.

     —¡Sí, general! —despidió Dans. Y el holograma se desvaneció tras un sonido delgado.

     —¡Señor! —la voz de Carter apareció delante suyo—. ¡Los droides avanzan por la pendiente norte, son demasiados!

     —¡Envía un caminante a cubrir esa entrada! —tomó sus pistolas bláster y revisó que estuviesen cargadas—. Maneja las comunicaciones, monitorea sus movimientos, si algo surge, avísame.

     El clon asintió, y Dans salió corriendo en dirección a la entrada por la que anoche habían tomado por asalto el fortín.
     Había ordenado evacuar la parte superior del complejo cuando oyó el primer disparo de tanque separatista impactar contra una de las gruesas murallas; era peligroso estar en la sala de control en lo alto de la torre, ese era el primer blanco que las hojalatas intentarían derribar para dejarlos a ciegas; lo sabía y por eso en la madrugada había ordenado instalar parte de la antena en la base interior del puesto. Un movimiento contra el que el oficial Lawer alzó su voz de protesta, pero, como se iba haciendo habitual, resultó ser lo más atinado.

     Sanders apretó el botón de disparo de la columna de manejo del cañón ligero del caminante; estar en el asiento del artillero siempre le había encantado. Tenía plena vista de las decenas de droides que se esforzaban en subir la pendiente y el teniente Dans le había motivado diciendo: «tienes el mejor campo de tiro al pato de toda la galaxia».

     Dans corrió hasta el umbral, descargó una ráfaga y saltó hacia adelante para caer tras la sombra de un árbol derribado y usarlo de trinchera.

     —Zulú-Seis a Zulú-Siete. ¿Me recibe, Zulú-Siete? —la voz de un clon resonó a través del transmisor de su brazalete.

     —Aquí Zulú-Siete, lo copio —respondió Dans—. ¿Cuál es su posición? —dos disparos rojos pasaron por encima de su cabeza.

     —Trescientos metros al sur del puesto, estamos calibrando las coordenadas, que sus hombres se mantengan dentro del perímetro. Cambio.

     El enlace terminó tan rápido como había comenzado.

     —¡Todo el mundo regrese al fortín! —bramó Dans, y cubrió la retirada a paso rápido.

     —¿Tendremos refuerzos, señor? —preguntó Sanders.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora