Contracción

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     El filo del cuchillo cortó el aire con un sonido punzante mientras la hoja refulgía con furia bajo el sol. Un giro súbito, el grito chirriante del metal contra el metal y dos cuchilladas bloqueadas con celeridad antes de oírse un golpe seco sobre el suelo.

     —¡¡¡ALTO!!! —Riyo alzó la voz tanto como le fue posible sin lastimarse la garganta.

     Dans Ryder se detuvo al instante, hizo una floritura con el mango del cuchillo y lo enfundó de regreso a la par que soltaba al hombre que tenía sometido. Se hizo a un lado y sin decir palabra alguna regresó hasta detrás de la senadora con el rostro sombrío y las manos prestas para reaccionar si ella lo ordenaba.

     —¡Barón Khall! ¡Exijo una explicación! —continuó. Estaba furiosa, desconcertada, de sus ojos brotaban chispas que nadie más ahí podía contener.

     Una risotada fastidió la tensión, aplausos lentos llenos de gracia y sarcasmo vago se acercaron lentamente dando unos cuantos pasos. El hombre, alto, de mediana edad, de cabello blanco y piel azul pálida, con la apariencia delgada y casi famélica, pero aún así aparentemente sano, caminó con risas en su boca mientras la gran capa de interior púrpura ondeaba por el viento que corría desde el este.

     —¿¡Por qué ordenó que atacaran a mi escolta!? —increpó Riyo.

     —Solo actúe en bien del gobierno, senadora, disculpe —dijo el hombre—. Pero aquel parecía ser un sospechoso. Velé por su seguridad. No tenía idea de que venía con usted, en verdad —esbozó una sonrisa de oreja a oreja; Dans creyó sentir algo de malicia en eso, supo que lo había hecho adrede.

     —Es imposible que no haya sabido que venía conmigo —Riyo apretó los labios, furiosa—. Se enviaron las notificaciones correspondientes a la Secretaría Ducal, así como a los asesores de cada familia con todo y detalles, nuestro arribo era más que conocido al igual que el personal que me acompaña hoy.

     —Y vuelvo a disculparme, en verdad, senadora, no fue intencional. Fue un error, un malentendido, un desliz, pediré que atiendan inmediatamente a su escolta si es que ha sufrido injuria alguna. Y perdone a mi hombre también, solo siguió mis órdenes.

     —Calmémonos todos —intervino una mujer repentinamente con voz suave y conciliadora; iba vestida con ropas caras de color verde olivo con decorados de flores en pan de oro, una cadena de gemas pequeñas rodeándole el cuello y aretes incrustados de rubíes que resplandecían al moverse y ser tocados por la luz de media tarde—. Barón Khall, comprendo que el tiempo posiblemente le haya quedado corto como para revisar los perfiles de la comitiva que acompaña a la senadora Chuchi, pero actuar de esa manera es algo impropio; sin mencionar que este sitio es altamente seguro. Espero no vuelva a ocurrir percance similar.

     —Así será, duquesa Jarah —su reverencia fue fría, vacía, como si lo hiciera solo por puro compromiso.

     El grupo de pantoranos que contempló la escena no dijo palabra alguna, estaban mudos, silenciosos, como espectros ricamente vestidos que observaban el devenir de los acontecimientos del arribo senatorial.

     En un inicio, Dans había creído que no pasaría nada más allá de un estrés tedioso provocado por la lectura del manual de protocolo a seguir dentro de los dominios de la duquesa Jarah, gobernadora general de los dominios del pequeño subcontinente meridional de Pantora; le gustaba leer, pero no ese tipo de cosas. Durante todo el viaje a través del hiperespacio había estado encerrado en su cabina aprendiendo las correctas formas de caminar, dirigirse y comportarse frente a la nobleza pantorana, y había compartido sus quejas con Lara a través del holotransmisor de su cabina, ella había sido un alivio completo y las bromas que le gastó le habían sacado más de una risa, además de haberle ayudado a practicar.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora