La Condena de Mandell

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     El rugir de los cañones retumbó en el páramo desierto. La arena se levantó en los aires nublando todo el frente de batalla. Una tormenta rojiazul atravesaba la penumbra pálida que se esparcía conforme los atacantes se acercaban a las bases de la muralla externa. El grito de los combatientes era ensordecedor, los miles de destellos lumínicos que impactaban contra las paredes y las armaduras blancas iban acompañadas de muerte.
     Las grandes torres escupían plasma rojo desde las alturas, los caminantes respondían con potentes proyectiles azules; humo, fuego, sangre, restos de droides estallaban y caían en la arena como pequeñas escorias de metal chamuscado al mismo tiempo que la línea frontal se extendía por kilómetros alrededor de la ciudadela, mucho más de lo que se había calculado.
     Dans lo supo en el instante en el que se dio el primer disparo y una fila de unidades B1 se posicionó en los parapetos, no eran alrededor de tres mil droides de batalla los que defendían la ciudadela, debían de ser al menos el triple o quizás el cuádruple. Apenas habían tenido tiempo para solicitar refuerzos de emergencia a la base en el templo cuando Anakin dio la orden de atacar las dos puertas de Thet'zdhat y toda la fuerza clon se impactó contra las grandes placas de neoacero.
     Treinta cañoneras LAAT presionaban sus motores al máximo, aterrizando en la retaguardia y dejando pelotones de clones que se unían a las tres divisiones que asediaban las murallas; la base del templo había quedado casi vacía, quedándose solo con el personal técnico y operario mientras que todo el ala militar se trasladó al campo.
     Siete mil clones embistieron contra la ciudadela, esta se defendió con dos mil soldados bothan dispersos entre los batallones de droides B2 que llegaban a ser incontables. Anakin ordenó que cuarenta de sus caminantes AT-TE bombardearan la puerta principal, los separatistas levantaron un escudo de energía y, entonces, Dans atacó de súbito la segunda puerta con los diez AT-TE restantes con todo el cuerpo militar a su cargo.
     El fuego en las trincheras se extendió a tal velocidad que no quedó ni una sola posición libre y el tiempo se iba acabando.

     —¡MALDITA SEA, CUBRAN EL FLANCO IZQUIERDO! —gritó Dans mientras tiraba desesperadamente de los gatillos de sus pistolas bláster duales S-195—. ¡CONCENTREN EL FUEGO EN LAS ALMENAS! 

     —¡Señor! —Carter apareció a su costado con la mitad de la armadura sucia y manchada de arena—. ¡Múltiples bajas en los sectores D1, B6 y A3; el general Skywalker ha ordenado una concentración de las fuerzas en el frente principal! ¡Tenemos que movernos!

     —¡Ignora esa orden, no es para nosotros! —había tanto ruido que ni siquiera podía escuchar sus propios pensamientos, tenía que alzar tanto la voz que la garganta parecía empezar a resentírsele.

     —¡Pero, señor, el cuerpo de la comandante Tano necesita nuestro apoyo, no podemos atravesar la puerta!

     —¡Claro que podemos! —refutó Dans—. ¿¡Dónde está Axes!?

     —¡En la línea frontal, teniente! —respondió Sanders, parapetado tras una roca mientras se cubría la cabeza con el bláster.

     —¡Saquen a ese suicida de ahí! —ordenó Dans—. ¡Atacaremos la puerta en un ataque directo! ¡La perforaremos en un único punto y la derribaremos!

     Un proyectil separatista impactó a cinco metros de ellos, la onda expansiva tumbó a Carter y Dans trastabilló antes de apoyarse contra un afloramiento rocoso. Una lluvia de piedras le golpeó el torso, pero la gabardina revestida impidió que recibiera daño alguno.

     —¡Mierda! —masculló exhausto. Jax y Joeyray lo tomaron de los brazos y lo jalaron hasta una trinchera improvisada a partir de un hoyo en la tierra. Bal hizo lo mismo con Carter.

     La situación era desesperante, apenas podían avanzar, pero por cada metro que ganaban, la lluvia de plasma se intensificaba brutalmente, y el hecho de estar al aire libre no ayudaba mucho.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora